Por María Josefina Arce.
En el Consejo de Derechos Humanos de la ONU se volvió a alzar la voz de Cuba para denunciar las medidas coercitivas unilaterales, que, afirmó, son en realidad actos criminales y guerras económicas indiscriminadas.
Ese es el caso del bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos desde hace sesenta años contra nuestro país y que constituye una flagrante violación de las prerrogativas de más de once millones de cubanos.
En los debates de la sesión 51 del Consejo, el representante permanente de Cuba ante la ONU-Ginebra, Juan Antonio Quintanilla, catalogó de incalculable el impacto humano de esa política hostil, reforzada, subrayó, en medio de la pandemia de COVID 19.
Al menos 50 de las 243 medidas contra la Mayor de las Antillas de la administración de Donald Trump fueron adoptadas en medio de la emergencia sanitaria mundial, obstaculizando el enfrentamiento del país a la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
Criminales disposiciones que en su gran mayoría aún mantiene su sucesor en la Casa Blanca, el presidente Joe Biden, a pesar de la condena internacional.
Cada año el mundo reclama en la Asamblea General de la ONU el levantamiento del genocida bloqueo. Un reclamo que se escucha también con fuerza en el propio territorio estadounidense, y del cual es un ejemplo el estado de Connecticut, donde numerosos ciudadanos están a favor de los vínculos entre ambos países.
De hecho diplomáticos cubanos en la ONU recibieron una cálida acogida en su reciente visita a ciudades de ese estado, en la que mantuvieron un intercambio de buena voluntad con muchos de sus habitantes para dar a conocer la verdad sobre la nación caribeña.
Las autoridades locales promueven resoluciones de condena contra el cerco económico, como la que será llevada a votación el próximo día 20 en el Ayuntamiento de la ciudad de Willimantic.
Ya en otras urbes de Connecticut como Hartford y New Haven fueron aprobadas resoluciones en ese sentido, y que piden además, al presidente Biden la normalización de las relaciones entre ambos países.
Esta iniciativa se suma a los llamados de otras ciudades como Boston, capital de Massachusetts, para que finalmente se ponga fin a esa hostil política, que ha ocasionado a Cuba en seis décadas millonarios daños económicos.
Cuba no está sola, es una realidad que Estados Unidos debería acabar de comprender, y dejar de lado posiciones de fuerza e injerencistas que solo provocan la condena del mundo.