Europa
por Roberto Morejón
El mundo presencia con justificada preocupación la continuidad del conflicto militar en Europa, en un contexto en el que escasean propuestas hacia un cese de hostilidades.
Una guerra localizada en el Viejo Continente, pero de ramificaciones globales, se extendió por un año, con todas las consecuencias derivadas, entre ellas económicas.
Peligrosamente, el flujo de armas, no pocas de ellas modernas, aumenta hacia uno de los actores envueltos en la contienda.
Estados Unidos parece decidido a probar su industria de guerra en el escenario creado, ya de por sí explosivo, con el beneplácito y contubernio de miembros de la OTAN.
El discurso reinante en la prensa corporativa y círculos políticos de Occidente atribuye exclusivamente la responsabilidad por el conflicto a una de las partes, Rusia.
No asoman a la luz pública posiciones que tengan en cuenta los desasosiegos de Rusia, ante lo que considera un peligro a su seguridad por la extensión de la OTAN hacia sus fronteras, con lo que ello implica en concentración de armamento.
A estas alturas en la que algunos discursos bordean la histeria y promueven la rusofobia, otro indicador conduce a los analistas a preguntarse hasta dónde llegará Estados Unidos, al traer a colación nuevamente a China.
Cuando aún no se han apagado los ecos de la crisis entre Washington y Beijing a propósito de Taiwán, con visita de Nancy Pelosi incluida, la Casa Blanca alega un supuesto suministro de armas del gigante asiático a Moscú.
La invocación, negada enfáticamente por China, tras recordar que es Estados Unidos el que vuelca armas en el campo de batalla, no logra diluir el intento de Beijing de abrir un camino hacia negociaciones con respecto al conflicto en Ucrania.
A la par de que en América Latina el presidente brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva hace intentos apaciguadores, el gobierno de China propuso un plan de paz en relación con la guerra en Europa.
La pauta, recibida inicialmente con escepticismo por Occidente, dio pie al embajador en la ONU, Dang Bi, para insistir en lo que parece una piedra angular para mitigar el clima bélico: el envío de armas.
El diplomático chino también pidió dejar de abusar de las sanciones unilaterales, las cuales pretenden diezmar la economía rusa, designio no conseguido.
Como señalara el representante chino, sería prudente abandonar lo que llamó “intereses propios” y facilitar las condiciones para el alto el fuego y conversaciones de paz.
Una gran parte del mundo que observa con inquietud los acontecimientos cree que se trata de un camino prudente en busca del fin de hostilidades.