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Por María Josefina Arce
Con Paraguay se inicia el ciclo electoral del presente año en América Latina, donde además, acudirán a las urnas Guatemala y Argentina, en ese orden, en medio de una compleja situación de la región, marcada por una crisis económica y una alta inflación.
El próximo 30 de abril unos cinco millones de paraguayos están convocados a elegir al nuevo presidente del país suramericano, así como al vicepresidente, senadores, diputados, gobernadores y concejales de gobernación.
Aunque 13 candidatos aspiran a ocupar la presidencia, la contienda parece centrarse entre Efrain Alegre, de la opositora Concertación por un Nuevo Paraguay, y Santiago Peña, del Partido Colorado, que ha dominado la escena política durante más de 70 años.
La hegemonía colorada solo se vió interrumpida en 2008, cuando fue derrocada por una coalición de partidos y movimientos de izquierda. El ex obispo Fernando Lugo se impuso en los comicios y ocupó la presidencia, pero fue objeto de un golpe parlamentario en 2012, sus planes de trabajar a favor de los más humildes se vieron obstaculizados desde un inicio por la oligarquía.
Para la jornada del día 30 hasta el momento los sondeos muestran tendencias opuestas. Unos dan como vencedor a Alegre, mientras otros se decantan por Peña. El resto de los aspirantes se mantienen ubicados bien atrás.
El vencedor, que se dirimirá en la primera vuelta, pues Paraguay no contempla una segunda ronda, sustituirá el próximo 15 de agosto por un periodo de cinco años al actual mandatario Mario Abdo Benítez, cuya gestión, de acuerdo con encuestas, es calificada por una amplia mayoría de la ciudadanía como mala.
Tendrá una ardua tarea el nuevo mandatario para sacar adelante a un país, donde la pobreza el pasado año alcanzó 24,7% y tiene un alto nivel de analfabetismo funcional.
Las estadísticas revelan que el 25% de los jóvenes está fuera del sistema educativo y solo el 25% ingresa a la universidad, a lo que se suma falta de infraestructura.
Otro frente será la lucha contra la corrupción, un mal de décadas, que se institucionalizó, recuerdan los expertos, bajo la dictadura del general Alfredo Stroessner, en el poder desde 1954 a 1989.
Otra deuda es con los pueblos indígenas, que representan 1,7% de la población de un total de siete millones. Además de sufrir discriminación, los índices de pobreza, marginación y problemas de salud son muchos más altos que en otros segmentos poblacionales.
Todavía no hay nada seguro de cara a los comicios del venidero día 30, que muchos auguran serán reñidos. Veremos si los paraguayos apuestan por un cambio o por otro gobierno del Partido Colorado.