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Por: Roberto Morejón
Cuentan cronistas que Fidel Castro fue despertado a las 3 de la madrugada del 17 de abril de 1961 para informarle del desembarco mercenario por Playa Girón. Iniciaba
Trescientos soldados del ejército regular, mil 600 milicianos y 200 policías repelieron inicialmente a la denominada brigada 2506, integrada por contrarrevolucionarios armados, financiados por Estados Unidos.
Los que después dijeron ser solo “cocineros”, tenían la misión de desembarcar por el suroccidente cubano para crear una cabeza de playa, instaurar un régimen marioneta y pedir el reconocimiento de Washington.
Según el libreto, los cubanos se sumarían a los agresores, o sea, antiguos testaferros del dictador Fulgencio Batista, ex latifundistas y personas que echaron a un lado simpatías hacia
Era un acto de guerra asociado a otros de subversión interna, infiltraciones armadas, sabotajes y acciones criminales.
Todo un plan aceptado por el presidente Dwight D. Eisenhower con la participación del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas de la nación norteña, con el propósito de derrocar al proceso revolucionario.
Los autores intelectuales y materiales de la aventura bélica no contaron con que las fuerzas movilizadas, muchas de ellas sin adiestramiento militar, frenarían la irrupción en menos de 72 horas.
Esta sería la primera gran derrota militar de Estados Unidos en América Latina y desde entonces ensayó nuevas tácticas para asfixiar a Cuba.
El 24 de abril de 1961, el presidente John F. Kennedy, aceptó la responsabilidad como jefe de Estado por el fracaso del plan invasor.
Algunos miembros de la brigada 2506 siguen vivos, participaron en otras operaciones violentas y respaldaron al presidente Donald Trump y otras administraciones en su bloqueo económico.
La extrema derecha de la emigración de origen cubano en Estados Unidos los exhibe como un trofeo obtenido en una guerra perdida.
No asimilan aún que el derroche de heroísmo constituyó un factor importante en la victoria de Girón, a un alto costo en muertos y heridos.