Sánchez obtuvo el apoyo de 179 diputados de los 350 que componen el Parlamento, tres escaños más de los requeridos
para hacerse del poder.
Por Roberto Morejón
España despejó el peligro de una jefatura integrada por el derechista Partido Popular asociado nada menos al ultraconservador Vox, cuando el socialista Pedro Sánchez logró la mayoría en el Congreso de los Diputados y fue investido como presidente del gobierno.
Sánchez fue proclamado luego de cuatro meses de frenéticas conversaciones con los independentistas catalanes, asediado por los opositores al prometer una amnistía para los acusados por el proceso soberanista de Cataluña.
En esas intensas tratativas, el líder del PSOE, Partido Socialista Obrero Español, alcanzó lo que en principio se presentaba espinoso, el respaldo de ocho partidos, incluyendo el suyo.
De esa forma se ha convertido en el primer presidente español desde el retorno de la democracia en acceder a ese cargo sin que su partido haya sido la fuerza política más votada en los comicios legislativos.
Y al parecer el factor más relevante para concretarlo ha sido el temor de muchos a un gobierno de los populares con los extremistas de Vox, este último un fantasma que recorre España.
Sánchez se alzó con la investidura con 179 votos a favor, más de los imprescindibles, sin que ello implique un escenario claramente favorable.
Cerca de 15 días de permanentes protestas frente a sedes del PSOE, con enfrentamientos de los radicales en las calles con la policía y hasta el pronunciamiento de medio centenar de militares retirados franquistas para pedir la destitución del nuevo presidente del gobierno, han marcado la polarización en la sociedad.
Pero no solo desde las vías públicas se percibió la ira de fanáticos, pues en un sector de los empresarios, de la prensa occidental y hasta la agencia de calificación de deuda Moodys cuestionaron la avenencia de Sánchez con las formaciones independentistas Junts per Catalunya y Esquerra Republicana.
Como se aprecia, el camino del venidero gobierno socialista se muestra lleno de obstáculos.
La derecha continuará tensando el ambiente y los nacionalistas avisan su evaluación diaria para decidir la continuidad de su apoyo.
La pluralidad de perfiles de la alianza que lo sustenta y una difícil coyuntura europea matizarán asimismo la gestión del nuevo ejecutivo español.
El gobernante que asume confía, sin embargo, en ampliar la base de apoyo del PSOE si implementa su programa social y en su renovada capacidad de supervivencia política.