Estados Unidos dice que no hay genocidio en Gaza
por Guillermo Alvarado
Sin ninguna sorpresa para nadie, el gobierno de los Estados Unidos, encabezado por el presidente Joseph Biden, aseguró recientemente que en la Franja de Gaza no se está cometiendo un genocidio, a pesar de todas las evidencias de un programa de exterminio planificado y ejecutado por Israel.
Las declaraciones corrieron por cuenta del asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, quien además insistió en que la responsabilidad de la paz en la zona recaía en el grupo islamista Hamas, lo cual viene a ser algo así como culpar al ratón de que el gato lo quiera cazar.
No obstante, como dije unas líneas atrás, no hay sorpresa alguna porque se trata de declaraciones de representantes de un país que nació, creció y se fortaleció gracias a conductas abiertamente genocidas, que nunca han sido juzgadas por la historia.
Cuando no existía una nación con ese nombre, es más, cuando el continente que hoy habitamos no recibía el apelativo de América, en las grandes planicies del norte habitaban numerosos pueblos en armonía con la naturaleza y relativa paz entre ellos, con cultura, religión, idioma y costumbres bien definidas, hasta la violenta irrupción de los europeos que partieron en dos esta historia.
Para arrebatarles su principal riqueza, las tierras, fueron sometidos a programas de exterminio y todavía hoy, varios siglos después, son ciudadanos de segunda categoría. Biden y muchos miembros de su gobierno son descendientes de quienes perpetraron ese cruel genocidio.
Pero eso fue solo el principio pues, ya dueños de las tierras necesitaban mano de obra para trabajarla y extraer todas sus riquezas y así llegó a esta parte del mundo una práctica antes desconocida por acá, la esclavitud, sobre cuya sangre se edificaron enormes fortunas.
Todavía está en discusión si la explotación esclavista se equipara al genocidio, pero sí está claro que ambas provocan los mismos daños, la misma degradación en grandes grupos humanos,
Por cierto, la eliminación de la esclavitud no fue un acto magnánimo para nada, sino la constatación de un principio económico irrefutable: era mucho más barato convertirlos en obreros con salarios de miseria y que ellos mismos consiguieran lo mínimo para su sustento, vestuario y vivienda.
Prueba de ello fue que los negros sólo se equipararon legal y socialmente con los blancos en 1964, un siglo y un año después que en el norte de Estados Unidos se decretó la abolición de la esclavitud.
¿Qué de raro tiene, entonces, que el gobierno de Biden diga que no hay genocidio en la Franja de Gaza? Nada, absolutamente nada.