Foto: Vietnam.vn
Por Guillermo Alvarado
A pesar de que las encuestas de intención de voto dieron hasta el último momento un apretado empate entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos por los partidos Republicano y Demócrata, al final Kamala Harris perdió por amplio margen el acceso a la Casa Blanca.
Son varios los factores que influyeron en este resultado, que sin alguna duda tendrá repercusión en el ámbito internacional, y entre ellos figura en primer lugar el ingreso tardío de la vicepresidenta en la contienda, cuando ya Donald Trump había asentado su campaña en el país.
La responsabilidad en este punto recae por completo en el presidente Joseph Biden, quien contra todas las opiniones de amigos y analistas se empecinó en pelear por el Despacho Oval, sabiendo muy bien que no despertaba simpatías ni pasiones, tras un gobierno que fue casi continuación del anterior de Trump.
Su avanzada edad y el evidente deterioro de sus capacidades intelectuales lo tenían fuera de la pelea, pero aún así obligó a su partido a respaldarlo.
Los analistas estiman que si hubiera renunciado en enero, en lugar de hacerlo hasta julio, otra hubiera sido la historia, aunque a mi juicio esta circunstancia, aunque importante, no fue lo más determinante.
Kamala Harris llegó tarde, es verdad, pero también llegó sin ideas innovadoras, sin marcar una diferencia radical respecto a la administración Biden, claramente rechazada aún dentro de amplios sectores de los simpatizantes demócratas.
Un ejemplo de esto es que el aspirante republicano se impuso en el condado más hispano de todo el país, Starr County, que durante más de un siglo había votado masivamente por los candidatos demócratas.
Harris nunca llegó a conectar con los sectores más allegados al partido azul, entre ellos los jóvenes, las mujeres, las minorías étnicas y los inmigrantes, sencillamente porque no propuso nada nuevo.
Y aquí hay un tercer factor muy importante, y es el apoyo total de la administración Biden, de la cual ella es vicepresidenta, al brutal genocidio practicado por Israel contra la población palestina en la Franja de Gaza.
Nunca la candidata demócrata cuestionó la más salvaje violación masiva a los derechos humanos perpetrada desde la II Guerra Mundial y eso le restó el voto de los universitarios, los jóvenes de ambos sexos, la numerosa comunidad árabe-estadounidense, y hasta de grupos judíos no sionistas.
Si se quiere hacer una figura simbólica de lo ocurrido en estas elecciones, yo diría que Trump no derrotó a Harris, ella perdió solita.