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Por Guillermo Alvarado
La decisión de la Corte Penal Internacional, CPI, de emitir órdenes de captura contra el primer ministro del Estado sionista de Israel, Benjamín Netanyahu, y su antiguo titular de Defensa, Yoav Gallant, sirvió, entre otras cosas, para conocer quién es quién en la defensa de la paz y los derechos humanos.
Tras el veredicto, el mundo quedó dividido entre quienes expresaron su beneplácito ante un paso decisivo en favor de la justicia y aquellos que decididamente apoyan la guerra y el exterminio del pueblo palestino.
Entre los primeros destacaron las rápidas respuestas del partido del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que calificó la decisión de la CPI como un juicio hecho en favor de la humanidad y agregó que los culpables deben rendir cuentas por genocidio.
De igual manera el ministro de Exteriores de Países Bajos, Caspar Veldcamp, aseguró que su país arrestará a Netanyahu y Gallant si cruzan la frontera. El presidente de Colombia, Gustavo Petro, afirmó en un mensaje en X que el mandato de la CPI es lógico, porque Netanyahu “es un genocida".
El jefe de la diplomacia de la Unión Europea, Joseph Borrel, dijo que las órdenes internacionales de captura deben aplicarse.
“No es una decisión política. Es una decisión de un tribunal, de un tribunal de justicia….y la decisión de ese tribunal debe respetarse y aplicarse”, señaló.
Como no podía esperarse de otra manera, Estados Unidos, el supuesto paladín de los derechos humanos, rechazó categóricamente la medida.
El Consejo Nacional de Seguridad dijo que “seguimos preocupados por la prisa del fiscal en emitir órdenes de detención y por los inquietantes errores de procedimiento que llevaron a esta decisión. Estados Unidos ha sido claro que la CPI no tiene jurisdicción en este asunto”.
No extraña para nada esta postura, pues en el mundo se sabe muy bien que Washington es tan culpable como Tel Aviv de los crímenes de lesa humanidad perpetrados en la Franja de Gaza y los territorios ocupados de Cisjordania.
Por cierto, la Corte también emitió una orden de arresto contra Mohamed Deif, jefe militar de la organización Hamas, quien, según el mismo Israel, fue asesinado por las fuerzas sionistas.
Por su parte, Netanyahu volvió a usar su argumento favorito y dijo que el veredicto de la DPI es una acción antisemita, lo cual no es sino una burda manipulación de dos conceptos totalmente diferentes.
Una cosa es el judaísmo, que es una religión, de las más antiguas del mundo, y otra muy diferente es el sionismo, una ideología perversa muy emparentada con el fascismo nazi, pero eso, amigos será objeto de otros trabajos.