Para Estados Unidos, no olvidemos, la guerra es un buen negocio, porque pone en marcha los motores de su complejo militar industrial. Imagen: archivo/mc
por Guillermo Alvarado
A finales de los años 90 del siglo pasado, Madeleine Albright, la primera mujer en ocupar el cargo de Secretaria de Estado norteamericana, le dijo al general Colin Powell: ¿para qué sirve este excelente ejército del que siempre estás hablando, si no lo podemos utilizar?
Con esta interpelación, la señora, por cierto inmigrante judío-checoeslovaca durante la II Guerra Mundial, incitó al militar para realizar los criminales bombardeos contra la antigua Yugoeslavia, que durante 78 días mataron a decenas de miles de personas y destruyeron el país.
La historia viene a cuento luego de que en su discurso de toma de posesión de la presidencia de Estados Unidos, el magnate Donald Trump prometió construir el ejército más grande y poderoso del mundo y uno tiene todo el derecho de preguntarse ¿para qué lo quiere?
Como dijo Albright en aquella ocasión, ¿por qué gastar miles de millones de dólares en crear semejante fuerza, si no tiene intenciones de usarla?
Recordemos que el nuevo inquilino de la Casa Blanca no tiene particular confianza en la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN, y mira a los gobiernos europeos con desdén, considerándolos más bien como sus súbditos y no sus socios, o aliados.
En su primera administración forzó a los países del Viejo Continente a aumentar sus gastos en defensa y lo repitió ahora con el respaldo de algunos de sus aliados, como la primera ministra de Italia, la ultraderechista Georgia Meloni, por cierto única líder europea invitada al cambio de poderes en Washington.
Se avecinan, entonces, tiempos de tormenta para todo el mundo, donde no pueden olvidarse las apetencias imperiales sobre un paso estratégico, como el Canal de Panamá, el cual prometió volver bajo el mando estadounidense.
Las autoridades locales de manera repetida le dijeron a Trump que esa vía no está en venta y pertenece a la soberanía panameña, si bien las presiones comenzarán temprano con el anunciado viaje del recién ratificado Secretario de Estado, Marco Rubio.
Ya el Pentágono atacó militarmente al país istmeño en 1989 con el pretexto de capturar al general Antonio Noriega, una operación ante la cual buena parte del mundo guardó silencio y que fue el antecedente de la primera Guerra del Golfo contra Irak, donde las consecuencias perduran hasta hoy día.
Para Estados Unidos, no olvidemos, la guerra es un buen negocio, porque pone en marcha los motores de su complejo militar industrial, y luego la reconstrucción del país víctima la hacen los consorcios inmobiliarios de ese país. En todo caso, recordemos que guerra avisada, no mata soldados.