Por: Guillermo Alvarado
Trancar el dominó es aquella situación, como bien saben los aficionados a este pasatiempo, en la cual es imposible hacer jugadas por ninguno de los extremos de la mesa, aunque los jugadores tengan fichas en las manos, algo que parece ocurrir en el proceso electoral de Haití a escasos días de la segunda y definitiva ronda de los comicios presidenciales.
El momento es en extremo complejo tras la renuncia del candidato opositor Jude Celestin de participar por falta de confianza en la transparencia de los resultados.
Para que haya elecciones se necesitan dos contendientes, pero resulta que ninguno quiere acompañar en la jugada al aspirante gubernamental Jovenel Moise. De acuerdo con la ley electoral, si uno de los candidatos renuncia será sustituido por el tercero más votado en la primera vuelta, celebrada en octubre, que en este caso sería Moise Jean Charles, quien, sin embargo, ya anunció su negativa a concurrir.
A pesar del embrollo, el presidente Michel Martelli insiste en celebrar los comicios el domingo venidero, como estaba planificado, a pesar de la opinión en contrario del Senado que la víspera emitió un documento no vinculante, es decir no obligatorio, donde aconseja retrasar la cita con las urnas hasta encontrar una alternativa viable para resolver la crisis.
En las últimas horas el primer ministro, Evans Paul, dijo que el evento podría posponerse una vez más, si a cambio los partidos opositores aceptaban ciertas condiciones, que no especificó.
La primera fecha propuesta fue el 27 de diciembre pasado, pero ante las tensiones sociales y las protestas en las calles se acordó trasladarlas al 17 de enero, cuando tampoco fue posible realizarlas.
Todo ello está matizado por manifestaciones a lo largo de los tres primeros días de esta semana, que en momentos adquirieron un tono violento debido a la acción de pequeños grupos que atacaron locales electorales y la represión de las fuerzas policiales, que propinaron severas golpizas a varios ciudadanos.
Para colmo, las autoridades correspondientes están desmanteladas, pues de los nueve miembros del Consejo Electoral Provisional sólo quedan cinco, toda vez que uno fue separado de sus funciones y tres renunciaron.
La pequeña nación caribeña lucha desde hace varias décadas por instalar un sistema democrático y alcanzar la estabilidad política como base para el desarrollo económico y el bienestar de la población. Esta aspiración ha sido frustrada por groseras intervenciones foráneas, sobre todo de Estados Unidos, que lo único que han conseguido es incrementar el caos, la ingobernabilidad y la corrupción.
Si estos males no fuesen suficientes, en 2010 un violento terremoto destruyó el país, que luego fue azotado por una epidemia de cólera que causó numerosas víctimas.
Las próximas horas serán decisivas para tratar de hallar una salida y rescatar el proceso electoral que está al borde del abismo. Para ello hace falta buena voluntad en todos los actores y que la comunidad internacional influya positivamente, sin presiones ni injerencias, haciendo caso de aquel viejo refrán popular de que, el que no ayuda, estorba.