Por: Guillermo Alvarado
Tras tensas jornadas de negociaciones, los líderes de la Unión Europea se vieron obligados a hacer onerosas concesiones al Reino Unido para facilitar que éste permanezca dentro del bloque continental, cuya cohesión es cada vez más precaria debido, entre otras cosas, a la crisis económica y la avalancha de migrantes que mantiene sus fronteras en tensión.
El primer ministro británico, David Cameron, consiguió un pacto que le permitirá dar un trato diferenciado a los migrantes europeos que buscan trabajo en ese país y rebajar de manera drástica las ayudas humanitarias para quienes arriban desde otras regiones del mundo.
Los habitantes de la UE que después de seis meses de residir en el Reino Unido no hayan conseguido un empleo serán “invitados” a marcharse, algo que no ocurre en ninguna otra nación de ese mecanismo integrador.
En cuanto a los originarios de África, Medio Oriente y Asia, que por oleadas esperan para cruzar el canal de La Mancha, si acaso logran su propósito recibirán subsidios equivalentes a los de su país de origen, y no a la escala habitual en Europa.
Tras el acuerdo, Cameron aseguró habrá duras restricciones para los migrantes y reiteró que jamás adoptará el euro como moneda oficial, ni participará en el rescate de países miembros de la Unión que estén en quiebra y también rechazó acatar las disposiciones emitidas por Bruselas, sede de las instituciones ejecutivas europeas.
A pesar de las concesiones, aún no es seguro que Londres permanecerá en el bloque, porque eso se decidirá en un referendo que será convocado posiblemente en junio y donde los ciudadanos británicos tendrán la última palabra.
Las tensiones subieron de tono tras la crisis financiera global iniciada en 2008, que llevó a tomar medidas de ajuste en casi toda esa región del viejo continente, muchas de las cuales molestaron al Reino Unido porque afectaban a su poderoso mercado financiero, conocido como “la City”
Pero la cohesión del grupo también resultó erosionada por las turbulencias económicas en varios de sus miembros, como Grecia, España, Italia, Irlanda y Portugal, que requirieron multimillonarios rescates para salvar a los principales bancos, mientras su población se hundía en la pobreza.
El exministro de Finanzas griego Yanis Varufakis aseguró la víspera que “Europa se está desintegrando y muriendo” y calificó de incompetentes a las autoridades de Bruselas por la forma en que manejaron la crisis.
Fueron incapaces de prevenir la situación y cuando los problemas afloraron entraron en pánico y descargaron el peso sobre los países más débiles, afirmó Varufakis.
Otra situación tratada de manera inadecuada fue el arribo masivo de migrantes desde costas africanas y las fronteras con Europa del este, que desembocó en una verdadera tragedia humanitaria aún sin solución.
Con independencia de la salida que tengan estos problemas, nada volverá a ser en la Unión Europea lo mismo que hace apenas dos o tres años, quizás por aquello de que quien siembra vientos, cosecha tempestades.