Por Armando Hart Dávalos*
El proceso de restablecimiento y normalización de las relaciones entre los Estados Unidos de América y Cuba, que tuvo un extraordinario punto de partida en las históricas declaraciones de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama del 17 de diciembre de 2014, ha motivado numerosas reflexiones por parte de nuestro pueblo, particularmente ahora, con la inminente visita del mandatario estadounidense a nuestro país.
Muchas, referidas a los vínculos de larga data que de una u otra manera nos han conectado de forma histórica, cultural y afectiva con ese pueblo al que nos acerca, además, una proximidad geográfica y vecindad imposible de cambiar.
Fue notable y ha sido ya suficientemente documentado que desde Cuba y en el propio territorio del Norte, la gesta independentista de las Trece Colonias de Norteamérica encabezada por George Washington tuvo un apoyo efectivo y la solidaridad de muchos criollos de la Isla —hombres y mujeres.
Desde tan temprano comenzó esa relación cordial en el transcurso de la cual, simultáneamente, el pueblo cubano tuvo la oportunidad de apreciar cada vez con mayor claridad que existían, en la práctica, dos Estados Unidos y que como consecuencia del desarrollo capitalista en su fase financiera e imperial, junto a la expansión territorial que magistralmente nos describió nuestro gran historiador Ramiro Guerra, iba apareciendo un peligroso fenómeno que pudiera obstaculizar el desarrollo respetuoso y feliz de esas relaciones.
Nunca fue ajeno para los cubanos que existió siempre en los Estados Unidos, más allá de coyunturas desgraciadas y pretensiones fallidas, un pueblo trabajador, una intelectualidad sólida y un mundo científico riguroso, que ha luchado sinceramente por engrandecer a su país, sin convertirlo en amenaza para el mundo.
Lo hemos comprobado a lo largo de nuestra propia historia en múltiples terrenos: desde los que se incorporaron y dieron su vida en las filas del Ejército Libertador de Cuba, como el inolvidable Henry Reeve, cuyo nombre lleva hoy con honor el contingente de médicos cubanos internacionalistas, hasta el escritor Ernest Hemingway, o el eternamente recordado Lucius Walker, nuestro hermano solidario de los momentos más difíciles.
Tal como señaló el reciente editorial de Granma, fueron amplios y numerosos los sectores de la población estadounidense que apoyaron desde allí, valientemente, el regreso a la patria del niño Elián González, que había sido secuestrado, y el de los Cinco héroes injustamente prisioneros.
Fue precisamente José Martí, nuestro Héroe Nacional, quien nos enseñó a conocer con objetividad y amor a ese pueblo con el que convivió la tercera parte de su vida, al que analizó con profundidad, como posiblemente ningún otro pensador extranjero haya llegado a hacer.
Valga añadir que Martí hablaba perfectamente el idioma inglés; en aquel país se ganó la vida como traductor e intérprete y, asimismo, era capaz de redactar cualquier escrito literario o político e, incluso, también era capaz de pronunciar un encendido discurso como hizo más de una vez.
Mucha razón tenía el Apóstol cuando nos indicó que debíamos aprender a admirar la patria de Lincoln y a la vez repudiar la patria de Cutting, el odioso y aventurero mercenario.
Recordemos que desde el mismo 10 de octubre de 1868, fecha en la que como bien conocemos, Cuba emergió heroicamente como nación soberana e independiente, nuestros más prominentes próceres y pensadores, nuestros más destacados patriotas y líderes, así lo han apreciado también y en diferentes momentos de nuestra historia lo han señalado como una premisa a tener siempre en cuenta.
Ante los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001, el mundo conoció que uno de los primeros mensajes solidarios al pueblo de los Estados Unidos fue el que llegó desde nuestra patria, firmado, precisamente, por el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, quien afirmó: “Hoy es un día de tragedia para Estados Unidos. Ustedes saben bien que aquí jamás se ha sembrado odio contra el pueblo norteamericano. Quizás, precisamente por su cultura y por su falta de complejos, al sentirse plenamente libre, con patria y sin amo, Cuba sea el país donde se trate con más respeto a los ciudadanos norteamericanos”.
Pocos podían suponer entonces que los cubanos tendríamos la oportunidad de confirmarlo en su más elevada dimensión, al recibir en nuestra Isla soberana al presidente de los Estados Unidos Barack Obama y toda la delegación de ese país que nos visitará en estos días. Sean pues bienvenidos a la cubana y revolucionaria Isla de la libertad.
*Destacado revolucionario e intelectual cubano. Director de la Oficina del Programa Martiano, adscripta al Consejo de Estado, y presidente la Sociedad Cultural José Martí.
(Tomado del periódico Juventud Rebelde)