Por: Guillermo Alvarado
Esta semana el expresidente de Honduras Rafael Callejas se declaró ante un juez estadounidense culpable de varios delitos vinculados con el escándalo de corrupción detectado en la Federación Internacional de Fútbol Asociación, más conocida en todo el mundo por sus siglas de FIFA, la máxima autoridad en ese deporte que tiene millones de seguidores y genera muchísimo dinero.
Callejas fue jefe de Estado en esa nación centroamericana entre 1990 y 1994 y dirigió la federación nacional de balompié desde 2002 hasta agosto del año pasado.
El funcionario, que rebasa los 70 años de edad, aceptó haber recibido jugosas sumas de dinero a cambio de otorgar a determinadas cadenas de televisión y otro tipo de empresas los derechos de transmisión y la organización de partidos de las eliminatorias mundialistas y otros torneos y podría recibir una condena de hasta 20 años de privación de libertad.
Su caso no es el único, pues su compatriota Alfredo Hawit, uno de los vicepresidentes de la FIFA y presidente de la Confederación Norte, Centroamericana y del Caribe de Fútbol, fue detenido en la ciudad suiza de Zurich y guarda prisión domiciliaria en Miami, también por corrupción.
Similar situación ocurre en la vecina Guatemala, donde fueron capturados los principales dirigentes del deporte, que ha sido catalogado por numerosos especialistas como el más hermoso del mundo, o por lo menos como el que más pasiones despierta entre la población.
Hasta el momento 16 personalidades latinoamericanas están vinculadas con el escándalo que sacudió a la poderosa organización, entre ellas algunas figuras de renombre, como Ricardo Texeira y Eduardo Deluca.
El presidente de la FIFA, el suizo Joseph Blatter, debió renunciar a su cargo y el ex astro del balompié francés, Michel Platini, fue separado de la dirección de la federación del viejo continente e inhabilitado para ejercer puestos en esa disciplina.
La FIFA llegó a ser una organización muy poderosa, más que muchos Estados, y maneja cifras multimillonarias en un entretenimiento que no sólo pertenece a las elites del planeta, sino tiene también fuerte raigambre popular, como ningún otro.
La cúspide, sin embargo, parece que llegó a marear a muchos de sus dirigentes que vieron la oportunidad de ganar dinero fácil por medio de una conducta ilícita, que nada tiene que ver con el famoso juego limpio, el fair play, de que tanto se habla antes y durante cada partido o torneo.
Por ese camino dejó de ser una institución impoluta para convertirse en la cueva de los 40 ladrones, donde uno tapaba al otro hasta que estalló el escándalo que sacó muchos trapos sucios al aire.
Por cierto, las investigaciones están a cargo de Estados Unidos por alegar la Corte Suprema de Justicia de ese país que allí se planificaron los actos ilegales y sus bancos fueron utilizados para lavar el dinero sucio.
Se trata de un auténtico autogol de la entidad rectora del deporte que hace correr detrás de un balón a millones de personas, sin distinción de sexo, raza o clase social y que merecería una dirección tan limpia como debe ser el juego mismo.