Por: Guillermo Alvarado
Las fuerzas más oscuras de la sociedad colombiana salieron a las calles este fin de semana para expresar su oposición a los esfuerzos del gobierno y los insurgentes para encontrar una solución pacífica al conflicto armado interno más antiguo y sangriento de nuestro continente.
Coreando consignas e insultos y nucleados alrededor de la figura del expresidente Álvaro Uribe –uno de los más feroces enemigos de la paz- marcharon en 24 ciudades del país sudamericano personas vinculadas a la extrema derecha, militares en retiro, antiguos policías, políticos y hasta algunos legisladores.
Además del cese de las negociaciones con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, y el abandono de las recién anunciadas tratativas con el Ejército de Liberación Nacional, estos “valientes patriotas” exigieron la liberación de algunos altos oficiales presos por corrupción y violaciones a los derechos humanos.
Casi al mismo tiempo la banda paramilitar conocida como “clan Úsuga” realizó lo que denominaron un paro armado, que no fue otra cosa sino un ataque brutal contra las libertades de la población de los departamentos de Antioquia, Chocó y Córdoba.
En esos lugares los grupos armados interrumpieron el tráfico y las actividades comerciales, quemaron vehículos y asesinaron al menos a cinco personas en un claro reto a las autoridades y a quienes intentan construir un nuevo país, más tranquilo, progresista y justo.
En un escenario tan violento causó particular preocupación el atentado contra la exsenadora Piedad Córdoba, quien denunció que un hombre intentó disparar contra
ella. Por razones desconocidas, las autoridades con el apoyo de algunos medios de comunicación insistieron en desmentir esta acción.
Todo ello da una idea de la complejidad del panorama en un país donde persisten grupos que evidentemente se benefician del clima de violencia y del conflicto mismo, puesto que con tantos esfuerzos intentan mantener la guerra a toda costa, sin importarles para nada los sufrimientos de la población.
Pensamos que se trata de un momento adecuado para recordar una experiencia trágica en la historia reciente de Colombia, cuando en 1984, a raíz de un diálogo realizado entre el gobierno del presidente Belisario Betancur y las FARC-EP se creó el partido de izquierda Unión Patriótica.
Durante las dos décadas que siguieron esta organización fue objeto de una política de exterminio y más de cinco mil de sus miembros fueron asesinados, entre ellos los candidatos a la presidencia Jaime Pardo y Bernardo Jaramillo.
Ante el riesgo de la repetición de estos sucesos hace falta movilizar a todas las personas de buena voluntad para combatir el así llamado “uribismo”, plagado de clanes paramilitares asociados con mafias de todo tipo.
Sólo una acción decidida de la población podrá vencer la resistencia de los amantes de la guerra y la muerte y evitar que ese hermano país siga ahogado en la sangre de víctimas, que en su mayoría son ciudadanos inocentes.