Por: Roberto Norejón
Cuba aplica estrategias que le permitieron situarse entre los países con mayor crecimiento forestal en el último lustro en América Latina, y en ese impulso los frutales consiguen espacio sobresaliente.
Especial dedicación otorgan funcionarios y expertos de la agricultura al fomento de los árboles frutales para satisfacer la demanda popular, en especial de los adultos mayores, cuya cifra crece por el envejecimiento acelerado de la sociedad.
Disponer de frutas frescas en el mercado también constituye un imperativo ante el alza del turismo internacional, pues ya el año pasado llegaron aquí más de tres millones y medio de visitantes extranjeros.
El ministerio cubano de Agricultura y la Asociación Nacional de Agricultores Privados fortalecen un movimiento productivo integrado hasta hoy por más de dos centenares de cooperativas de avanzada de diverso tipo, cuyos asociados amplían la siembra de frutales.
Esas estructuras aportaron en 2015 casi 99 mil toneladas de frutas, lo que supuso un cumplimiento de 113 por ciento del plan y cerca de 17 por ciento del volumen total obtenido en el país.
Las nuevas fincas requieren la introducción de los avances en la investigación, la transferencia de tecnologías y la implementación de inversiones.
Las autoridades tienen previsto cubrir parte del financiamiento para el cuidado de las plantaciones con créditos y capitales externos.
Con esa cobertura financiera se pretende dotar a los predios frutícolas que comienzan a proliferar en los campos de Cuba de sistemas de riego modernos, mini industrias procesadoras e insumos.
Los directivos de la agricultura diseñaron planes de siembra en las principales producciones, incluyendo frutales, hasta 2020, a partir de una mayor explotación de las tierras disponibles.
En el VI Encuentro nacional del movimiento de frutales desarrollado recientemente, se conoció que el presidente cubano, Raúl Castro, se mantiene al tanto de la marcha de las cooperativas de vanguardia en la revitalización del nutritivo alimento.
Ese interés sirve de incentivo a unos labriegos que prevén llegar a más de medio centenar de especies, algunas de ellas casi extinguidas en el mercado doméstico como la ciruela y el marañón.
Su objetivo es lograr productos más saludables y de mayor impacto económico, sobre todo al cumplimentar necesidades insoslayables como las de los turistas.
La agricultura cubana y en especial sus áreas forestales satisfacen apenas la tercera parte de los requerimientos de frutales para la alimentación de los habitantes del país, el turismo y la exportación.
Es justo entonces que el movimiento de avanzada aspire en una segunda etapa a una hectárea de frutales por cada mil habitantes.