Por: Guillermo Alvarado
Numerosas voces se alzan para reclamar una nueva estrategia en la lucha mundial contra el tráfico de estupefacientes, basada en políticas de cooperación, prevención, educación y salud pública para eliminar el consumo y abandonar el enfoque militar que fracasó y dejó un reguero de muertos en los países productores, de tránsito y de destino final de esta actividad ilícita.
Durante la trigésima Sesión Especial de la Asamblea General de la ONU sobre el Problema Mundial de las Drogas, que finaliza este jueves, se puso en evidencia la necesidad de medidas pacíficas, donde el ser humano esté en el centro de todas las preocupaciones.
Uno de los oradores de esta jornada será el presidente de Bolivia, Evo Morales, quien señalará el fracaso de las políticas de fuerza impuestas por Estados Unidos y mostrará los resultados de la nación andina en la lucha contra este flagelo.
De acuerdo con el viceministro boliviano de Defensa Social y Sustancias Controladas, Felipe Cáceres, De 2006 a 2015 se realizaron en Bolivia 121 mil 95 operaciones antinarcóticos, un incremento de 163 por ciento con respecto a la década precedente.
En ese período, las autoridades incautaron 253 toneladas de cocaína, un alza de 175 por ciento con respecto a lo decomisado de 1996 a 2005.
La víspera, la ministra de Justicia de Cuba, María Esther Reus, reclamó voluntad política para lidiar con el problema de las drogas ilícitas, las cuales consideró un obstáculo para el desarrollo sostenible.
Reus advirtió en el encuentro que reúne a presidentes, ministros, expertos y representantes de la sociedad civil de los cinco continentes, que la solución del asunto de la producción y tráfico masivos de narcóticos desde el Sur pasa, en buena medida, por eliminar la demanda mayoritaria del Norte.
Mientras, el consejero de Estado chino Guo Shengkun propuso trabajar de forma unida a escala internacional y resaltó que la asociación debe basarse en la equidad y el beneficio mutuo, pero basados en el respeto al principio de la igualdad soberana estipulado en la Carta de la ONU y evitar la introducción de factores políticos en los esfuerzos antinarcóticos, o usar el control de drogas como pretexto para interferir en los asuntos internos de otros países.
Ejemplos de cómo esto ha ocurrido en el pasado abundan y sólo por citar dos mencionaremos la situación creada en Colombia y México, donde las medidas militares impulsadas desde Washington han dado resultados nefastos.
En la nación sudamericana se aplicó el llamado Plan Colombia, que estimuló el paramilitarismo y permitió la instalación de bases militares estadounidenses que violan la soberanía nacional y amenazan la paz en ese país y en toda la región.
México, por su parte, vive desde 2006 una guerra que dejó más de 180 mil muertos según diversos estudios, pero el tráfico de heroina y otros opiacios aumentó y Estados Unidos vive en estos momentos una emergencia por el alto consumo de estas sustancias.
Mientras las víctimas crecen, los carteles del narcotráfico operan a su antojo, aprovechando los esfuerzos fragmentados e insuficientes para combatirlos.
No existe, por ejemplo, un programa coordinado para golpearlos donde más les duele : las inmensas riquezas que generan y que de alguna manera van a parar a la gran banca privada de Estados Unidos y otras potencias occidentales.
Urge cambiar el enfoque, urge cambiar las políticas y darle a este flagelo la dimensión humana que requiere y salvar a millones de personas, cuyos derechos a la salud y la vida, son cotidianamente pisoteados.