Por: Guillermo Alvarado
Numerosos ataques terroristas ocurridos en las últimas horas crearon una delicada situación en la ciudad siria de Alepo, capital de la provincia del mismo nombre fronteriza con Turquía, donde es evidente la existencia de poderosos intereses opuestos a establecer un cese del fuego exitoso y buscar una solución política a la crisis en esa nación.
Un reporte del Centro ruso para la Reconciliación en Siria cita informes de milicianos y residentes del barrio al Muhafazah, donde se registró un bombardeo con cohetes contra un hospital de maternidad que provocó numerosas víctimas y causó inquietud en la comunidad internacional.
De manera paralela, el grupo terrorista al Nusra mantienen una ofensiva de gran escala en esa estratégica urbe contra el Ejército y las milicias populares leales al presidente constitucional Bashar al-Assad.
Los medios de comunicación de Turquía y Arabia Saudí armaron una gran algarabía para culpar al ejército gubernamental sirio, o a las fuerzas rusas que lo apoyan, por la agresión contra el hospital, pero al final el mismo secretario de Estado norteamericano, John Kerry, debió reconocer de mala gana que los cohetes partieron desde territorio controlado por los terroristas en los alrededores de Alepo.
Se trata de la primera reacción de Washington, a pesar de que desde hace semanas se han denunciado las tropelías de al Nusra, que causaron ya más de 100 muertos y numerosos heridos, casi todos ellos civiles, sobre todo en las zonas residenciales de Alepo.
También se registraron incursiones de esa banda en la vecina provincia de Idleb, donde un ataque dejó 15 fallecidos, entre ellos cuatro niños.
Siria y Rusia denunciaron ante la ONU que se trata de una ofensiva alentada por los servicios de inteligencia turcos y saudíes destinada a hacer fracasar los intentos de alcanzar la paz por medio de negociaciones entre el gobierno de Al Assad y los opositores no extremistas.
La situación pone en evidencia un doble juego de Estados Unidos, que por un lado parece apoyar los esfuerzos de Ginebra e incluso aceptó participar junto con Rusia en un equipo de monitoreo del cese del fuego, pero por el otro no hace absolutamente nada para detener los movimientos de al Nusra y el autodenominado Estado Islámico, que transitan libremente desde la frontera de Turquía hacia Siria.
De acuerdo con especialistas, las estaciones locales de la norteamericana Agencia Central de Inteligencia, la tenebrosa CIA, tienen capacidad para monitorear toda esta actividad, y de hecho lo hacen, pero sin que exista ninguna acción para contenerla.
De igual manera, no se hace gran cosa para cortar los enormes flujos financieros destinados a fortalecer a los grupos terroristas y en los que por lógica elemental deben participar numerosos bancos, cuyas transacciones se pueden detectar y paralizar si existiera una voluntad política verdadera en occidente para pacificar a la mortificada nación siria.
Desde que se pactó la tregua el 27 de febrero, 52 grupos armados irregulares que operaban en 85 localidades se acogieron al cese de las hostilidades, una actitud que contrasta con las bandas extremistas que causaron más de 450 violaciones al cese del fuego y se empeñaron en mantener la desestabilización.
Es un escenario apropiado para conocer quiénes luchan por la paz y la seguridad y, por el contrario, identificar a los que apoyan la guerra, la destrucción y la muerte a cambio de intereses económicos o geoestratégicos mezquinos.