Por: Guillermo Alvarado
Los recientes actos de violencia protagonizados por grupos derechistas de Venezuela vienen a confirmar las denuncias de que se está preparando un escenario que justifique una intervención foránea, concretamente de Estados Unidos y algunos de sus aliados, para destruir a la Revolución Bolivariana creada por el fallecido presidente Hugo Chávez.
El miércoles una manifestación que supuestamente pretendía exigir la aceleración de un referendo revocatorio contra el jefe de Estado, Nicolás Maduro, violó el área que había sido autorizada para la marcha y pretendió llegar hasta la sede del Consejo Nacional Electoral y, cuando fueron interceptados por las fuerzas del orden, atacaron de manera salvaje a mujeres policías, como se demuestra en imágenes difundidas por algunos medios de comunicación, aunque censuradas en la gran prensa golpista.
Varios de los detenidos en esa jornada declararon que fueron pagados por figuras cercanas a la dirección de la llamada Mesa de Unidad Democrática para provocar los disturbios callejeros.
La diputada por el Bloque de la Patria, Tania Díaz, denunció que con estos actos se pretende crear una imagen de ingobernabilidad en el país que propicie una asonada como la que se intentó en abril de 2002 contra el entonces primer mandatario Hugo Chávez, y que fue abortada en muy pocas horas por el pueblo y sectores leales del ejército.
Mientras, el analista Ángel Guerra afirmó en un artículo publicado en el diario mexicano La Jornada que el Comando Sur del ejército de los Estados Unidos ultima detalles de una intervención militar directa en Venezuela.
Guerra cita una afirmación del almirante Kurt W. Tidd, jefe del Comando Sur, quien dijo que: “nuestra intervención oportuna ha permitido delinear un camino para una salida rápida del régimen”.
En el guión de este plan figura de manera activa, no podría ser de otra manera, la vetusta y desprestigiada, pero aún peligrosa, Organización de Estados Americanos, OEA, cuya infame Carta Democrática pretende aplicarse contra la Patria de Bolivar.
Hay que recordar, también, que recientemente se denunció que las grandes bases militares que el Pentágono tiene en territorio de Colombia apuntan en realidad hacia Venezuela, lo que reafirma que Washington no descarta el uso de las armas contra el pueblo y el gobierno de la nación latinoamericana.
El tema es delicado porque Estados Unidos tiene un largo historial de intervenciones, que van desde Guatemala en 1954, hasta Panamá en 1989, y que han regado de sangre el territorio de nuestra región, siempre bajo el manido pretexto de proteger la democracia y la libertad.
Si bien en los últimos tiempos se ha optado por los « golpes suaves », véase Paraguay y Brasil, la amenaza armada sigue vigente y nadie puede asegurar que se dejará de utilizar, máxime si los que de verdad mandan en Washington lo consideran necesario, sobre todo tratándose de Venezuela, donde están las mayores reservas petroleras del mundo.