por Guillermo Alvarado
El presidente interino de Brasil, Michel Temer, sufrió un durísimo golpe cuando el Consejo de Ética de la Cámara de diputados aprobó por mayoría un informe que aconseja iniciar un proceso contra el suspendido líder de esa entidad legislativa, Eduardo Cunha, acusado de mentir sobre la tenencia de cuentas bancarias en el extranjero vinculadas al escándalo de corrupción en la estatal empresa Petrobras.
Con esto se dió un paso decisivo hacia la destitución definitiva del legislador, contra quien la fiscalía del estado de Paraná solicitó suspender por 10 años sus derechos políticos por haber cometido serias irregularidades administrativas.
Cunha es un aliado muy estrecho de Temer, por lo que su caída erosiona aún más el ya menguado prestigio del gobierno temporal que sustituyó a la presidenta legítima Dilma Rousseff, víctima de un golpe parlamentario.
De acuerdo con estadísticas recientes, con apenas poco más de un mes de instalado, el actual ejecutivo tiene la oposición del 67 por ciento de los ciudadanos brasileños, mientras en muchas ciudades del interior se multiplican las manifestaciones para demandar su salida del poder.
Si Cunha es despojado definitivamente de su escaño cuando el caso sea discutido por el pleno de la Cámara de Diputados, el presidente interino quedará en la clásica postura del pintor al que de pronto le quitan la escalera y se queda colgando de la brocha como único sostén.
Pero aún sin que eso ocurra, el desprestigio que está cayendo sobre Temer es tan grande que ya siente que de verdad para él no hay peor “cunha” que la que viene de la misma madera.
Las evidencias apuntan a que el legislador se benefició de manera directa con la corrupción en Petrobras y, además, sacó de Brasil los fondos adquiridos por estos malos manejos para ponerlos en complacientes bancos suizos, donde se pregunta poco y se averigua menos acerca de la legalidad de los capitales que acogen.
Cuando fue interrogado por sus colegas diputados, Eduardo Cunha negó la existencia de esas cuentas y ahora se sabe que mintió de manera flagrante, lo que lo tiene al borde de la destitución.
De acuerdo con la Fiscalía, el político se valió de su cargo de diputado para "mantener el esquema de corrupción y obtener ventajas ilícitas, desvirtuando así la finalidad de la función parlamentaria para atender a intereses particulares".
No hay que olvidar nunca que este fue el sujeto que encabezó la campaña contra Dilma, bajo la hipócrita consigna de luchar contra la corrupción, cuando él mismo había llenado sus bolsillos con dinero sucio.
En este turbio asunto estuvo coludido con Temer y otros de similar calaña que ahora ven cómo su prestigio, el poco que tuvieron, se derrumba como castillo de naipes.
Así pues, queda más claro cada día que el golpe contra Dilma fue orquestado por los verdaderos corruptos, que buscaban justamente tapar sus ilegalidades con la usurpación del poder, al precio que fuese necesario. Ahora, ante las evidencias, es el pueblo de Brasil quien tiene la palabra. FIN