por Guillermo Alvarado
Que este sea el último día de la guerra », dijo el Comandante insurgente Timoleón Jiménez, mientras el presidente Juan Manuel Santos, representante del Estado colombiano, afirmó que « la paz es posible y comenzamos a construirla, y todos aplaudimos porque fue una fecha histórica en La Habana donde ambos contendientes del conflicto más largo del continente acordaron un cese bilateral y definitivo del fuego.
Hablamos, por supuesto, de la ceremonia celebrada la víspera en esta capital donde personalidades de primer nivel fueron testigos de la rúbrica del documento por medio del cual las partes se comprometieron a no levantar más los fusiles, así como a la dejación de las armas por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP, la guerrilla más vieja de la región.
Si bien hubo medios que celebraron esta ceremonia como la firma de la paz en la hermana nación sudamericana, hay que decir que a pesar de toda su trascendencia e importancia, que concitó la movilización de numerosos jefes de Estado, en realidad es bastante el trabajo que falta aún para alcanzar ese objetivo que ya hoy se considera irreversible, como aseguró el presidente de Cuba, Raúl Castro.
Debemos recordar, además, que las FARC-EP lo que hicieron este jueves en La Habana fue reafirmar una decisión tomada desde julio del año pasado, cuando decretaron el cese unilateral del fuego.
Si el convenio se tardó en llegar fue porque la otra parte del enfrentamiento, es decir el gobierno, se demoró en adoptar una decisión similar.
Antes de la firma definitiva de la paz, que no es sólo el fin de los disparos, falta un punto fundamental en la agenda de las negociaciones, como lo es la forma en que se van a ratificar y verificar los acuerdos adoptados, un asunto de la mayor importancia.
No basta con firmar compromisos, inclusive no basta con convertirlos en leyes, como fue el caso guatemalteco. Hace falta crear los instrumentos de verificación y cumplimiento exacto de todo lo pactado, hace falta la certeza jurídica de que todo será una realidad.
Por otra parte queda pendiente la negociación con otra fuerza rebelde, como es el Ejército de Liberación Nacional, si bien menor que las FARC-EP, pero no desdeñable, así como la eliminación de los numerosos grupos paramilitares y el peliagudo tema de cerrar las bases militares estadounidenses asentadas bajo el pretexto del Plan Colombia, un mecanismo contrainsurgente que ayer en La Habana quedó totalmente obsoleto.
A pesar del camino por andar, nos congratulamos de que la paz esté mucho más cerca, gracias a la buena voluntad de las partes y el trabajo efectivo y destacable de los países garantes, Cuba y Noruega, de los acompañantes, Chile y Venezuela, así como de los esfuerzos en toda América Latina y El Caribe para hacer realidad que en nuestra región las diferencias se resuelvan por el diálogo y la negociación y se destierre para siempre el uso, o la amenaza del uso de la fuerza.