Por Juan A. Martínez de Osaba y Goenaga
Para el amigo Omar Valiño
Conocido por Estadio del Cerro, Coloso del Cerro y años después Latinoamericano, el Gran Stadium de La Habana se inauguró el 26 de octubre de 1946 con bombos y platillos. Fue una jornada esplendorosa, sin terminar la construcción del graderío y el techo, cuando en el prístino desafío de la temporada 1946-1947, de la Liga Profesional Cubana, se enfrentaron los Azules del Almendares y los Verdes de Cienfuegos.
Situado próximo a la céntrica esquina de Tejas, confluencia de las Calzadas de Infanta, Monte, Cerro y Jesús del Monte, hoy Diez de Octubre, en el camino hacia la Universidad de La Habana y el Vedado, el estadio se convirtió en el anfitrión por excelencia de los campeonatos profesionales hasta 1961, cuando quedó erradicado el deporte profesional en la Isla.
La construcción, con ocho torres de 500 bombillos y 1 500 watts cada una, estuvo a cargo de la “Compañía Operadora de Stadium S.A”, a un costo de dos millones de dólares, con una capacidad total de 30 660 aficionados. Entonces medía 340 pies por el jardín izquierdo y el derecho, así como 450 por el center field. Consumía alrededor de 750 Kw por hora.
Había sido construido a un costo de más de $ 2 000 000 entre mayo y octubre de 1946 por “Frederick Snare Corporation” y por el arquitecto-ingeniero Max Borges, y se inauguró el 26 de octubre de 1946.
Tenía un total de 1 512 asientos de palcos, 5 376 de preferencias, 20 000 de glorieta y 3 200 de sol, y un buen sistema de iluminación. Sus acciones se cotizaban en la Bolsa de La Habana.[1]
El estadio sería operado por una Junta de Directores, integrada por su Presidente, el mencionado Miguel Suárez (padre), quien a su vez, entre otras tantas propiedades, era Presidente y propietario principal de la Compañía Operadora de Stadiums S. A. Miguel Suárez (hijo) fungía comoVicepresidente, junto al próspero empresario Roberto(Bobby) Maduro.
El Secretario sería Julio Batista. Asimismo contaba con varios Vocales, un Administrador, Oficiales de Administración, Contador y otros cargos.
Al desafío inaugural asistieron más de 31 mil personas, un hecho insólito que se repetiría muchas veces en el tiempo. El Almendares, dirigido por Adolfo Luque, se impuso 9 x 1 al Cienfuegos de Martín Dihigo. Jorge (Pancho) Comellas lanzó completo y solo permitió siete indiscutibles; lo perdió el venezolano Alejandro (Patón) Carrasquel. Acontecimiento de gran trascendencia para la capital y el país, pues a partir de allí Cuba contaría con un estadio de primer nivel.
A su vez, serviría para poner freno a una contradicción surgida a raíz de las promesas de los hermanos Pasquel en México, que alteró el buen desarrollo de las Grandes Ligas y también de la Liga Profesional Cubana, al provocar el éxodo de varios jugadores con excelente calidad, tras mejores salarios.
Al inaugurarse, el 26 de octubre de dicho año, solo lo superaban en capacidad cinco instalaciones norteamericanas: el Yankee Stadium (75 000 personas), el de Detroit (58 000), el Polo Grounds, de Nueva York (56 000); el Wrigley Field, de Chicago (50 000) y el Fenway Park, de Boston (40 000).[2]
Los predios de La Tropical, con capacidad para 15 mil aficionados, se hacían pequeños para tanto público y surgió la idea, a instancias de Suárez y Maduro, de un estadio dedicado solamente al béisbol, ya que en el Gran Stadium Cerveza Tropical también se jugaba sistemáticamente al fútbol.
El Gran Stadium de La Habana (hoy Latinoamericano) fue gestor del béisbol a gran escala, aunque entre 1948 y 1953 auspició encuentros de fútbol profesional. En su terreno jugaron grande clubes de béisbol y fútbol profesionales del mundo. Allí brillaron los locales clubes Habana, Almendares, Mariano y Cienfuegos.
Además, allí se realizaron mundiales de béisbol amateur durante algunos años y en 1949 se inauguró en su instalación la Serie del Caribe. Fue una de las sedes de la Liga Internacional de la Florida con los Havana Cubans. También tuvieron su asiento los Cuban Sugar Kings, un equipo incomparable de la Liga Internacional Triple A, que ganó el campeonato en 1959.[3]
En 1960 se rebautizó con el nombre de Estadio Latinoamericano, donde se acrecentó su historia. El Latino, como se le conoce en la actualidad, ha sido la sede esencial de eventos nacionales e internacionales del béisbol revolucionario cubano.
Desde la fundación de las Series Nacionales en 1962, es la casa de los equipos de la capital, especialmente de los Industriales. En sus predios se han desarrollado eventos políticos, culturales y deportivos de renombre.
Desde su fundación hasta la fecha, ha sido la instalación deportiva más popular y emblemática del deporte cubano, con actividades de gran arraigo popular, en la discusión de los torneos profesionales, hasta la definición, a favor de losCuban Sugar Kings, de la Pequeña Serie Mundial en 1959, la fundación de las Series Nacionales en 1962, así como varios torneos regionales y mundiales.
El estadio también se prestó para la lucha contra la dictadura de Batista. El 26 de noviembre de 1952, con José Antonio Echeverría a la cabeza, los estudiantes se lanzaron al terreno para protestar.Allí el árbitro Amado Maestri tuvo una actitud digna en defensa de los jóvenes.
En otra ocasión, el 4 de diciembre de 1955, de nuevo los estudiantes, esta vez encabezados por Juan Nuiry, se tiraron al terreno de juego para expresar sus protestas. Era un desafío entre Habana y Almendares; Maestri volvió a enfrentarse a los soldados.
Para la XI Serie Nacional, en la temporada 1971-1972, fue remozado y ampliado, para elevar su capacidad sobre los 50 mil aficionados.
Por allí, desde sus orígenes, ha desfilado lo que más vale y brilla del béisbol cubano e internacional: Adolfo Luque, Conrado Marrero y Martín Dihigo; Conrado Marrero, Roberto Ortiz, Orestes Miñoso, Camilo Pascual y Pedrito Ramos, hasta Pedro Chávez, Manuel Alarcón, Agustín Marquetti, Luis Giraldo Casanova, Omar Linares, Braudilio Vinent, Pedro Luis Lazo… Futuros miembros del Salón de la Fama de Cooperstown allí se desempeñaron: Brooks Robinson y Monte Irvin, entre otros.
Sus instalaciones se han utilizado en diversos espectáculos: rodeos, bailes populares, exhibiciones y legendarias peleas de boxeo, entre las que resalta la de Joe Louis, campeón mundial profesional norteamericano, contra el cubano Omelio Agramonte; actividades circenses, de autos voladores que chocaban en el aire, actos políticos y otras muchas.
El otrora Gran Stadium de La Habana, se ha sostenido a través de los tiempos. Ha sido como una casa grande que todos quieren visitar, verla en sus setenta otoños y después contarles de sus virtudes a familiares y amigos.
Su majestuosidad no mira de reojo a verdes, naranjas o azules. A todos recibe con los brazos abiertos, para que se desplacen a velocidades felinas sobre su armazón.
En los últimos años se ha remozado en más de una ocasión, hasta la reparación capital para la reciente visita del equipo Tampa Bay Rays, de las Grandes Ligas, que se enfrentó a una selección de la Isla, con la presencia de los presidentes Raúl Castro y Barack Obama.
Ahora guardará silencio por un tiempo, como el Capitán San Luis o el Guillermón Moncada. Trío de estadios que, en su reposo, se dispondrán a levar anclas hacia el futuro. Así ha sido y así será.
[1]Guillermo Jiménez Soler: Las Empresas de Cuba (1958). Editorial de Ciencias Sociales. La Habana, 2014, p. 475.
[2] Ciro Bianchi Ross: En tres y dos. Juventud Rebelde, domingo 9 de febrero de 2014, p. 09:
[3] Santiago Prado Pérez de Peñamil: Periódico Trabajadores, 12 de mayo de 2014, p. 12.
Gran Stadium de La Habana (años 50)
(Tomado de Cubadebate)