Por: Yuris Nórido (CubaSí )
A 115 años del nacimiento del Poeta Nacional, su poesía sigue siendo uno de los puntales de la literatura cubana de todos los tiempos.
Nicolás Guillén (1902-1989) nació con la república maltratada y la crónica profunda y comprometida con ese contexto marcó buena parte de su obra. La vida le puso retos demasiado temprano. En plena adolescencia, su padre fue asesinado por soldados en una revuelta política. La pérdida lo enfrentó a la necesidad de tener que luchar cada día por la supervivencia.
Hijo de una familia de la pequeña burguesía camagüeyana, con un nivel cultural considerable, el muchacho tuvo que trabajar para ayudar a su madre, una mujer que mantuvo a golpe de firmeza y cariño la unidad de la familia.
Graduado de bachiller en Camagüey, se ganaba la vida como tipógrafo, empleado de establecimientos, reportero de periódicos locales… hasta que matriculó en la Universidad de La Habana la carrera de derecho. La abandonó temprano: pronto se dedicó al periodismo y a la creación poética.
Un acontecimiento literario fue la publicación en 1930, en las páginas del Diario de la Marina, de sus Motivos del son. Guillén, en poco tiempo, se hizo célebre, pues los poemas causaron una intensa polémica. Pocas veces antes se había visto un acercamiento tan decidido, desde la poesía, a todo el acervo popular. Emilio Ballagas, también poeta y camagüeyano, quedó tan impresionado con los textos, que ese fue el comienzo de una amistad permanente.
Un año después, Guillén ganó un premio en la lotería, y con el dinero decidió publicar su primer libro, Sóngoro consongo, donde incluyó textos de Motivos y otros nuevos poemas. El acercamiento al tema de la raza no era superficial y festinado, como el de tantos contemporáneos… la reflexión, sin ser didáctica o evidentemente militante, era mucho más profunda.
En 1937 ingresó en el Partido Comunista. Junto a otro destacado intelectual comunista, Juan Marinello, viajó a México para participar en el congreso organizado por la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios. Su estancia en ese país amplió sus horizontes. Se vinculó con creadores de primera línea, como Silvestre Revueltas, José Mancisidor, Diego Rivera, Alfaro Sequeiros...
Ese mismo año lo invitaron a participar en el II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, en Barcelona, Valencia y Madrid. España vivía su guerra civil, la intelectualidad progresista estaba del lado de la República. Guillén conoció allá a Manuel Altolaguirre (que editó su libro España. Poema en cuatro angustias y una esperanza), Antonio Machado, Miguel Hernández, Pablo Neruda, Ilya Ehrenburg, Rafael Alberti, César Vallejo, León Felipe, Juan Chabás, Octavio Paz, Tristán Tzara, Anna Seghers… y reanudó trato con Ernest Hemingway, a quien había conocido en Cuba.
De regreso a Cuba, imperaba la inestabilidad política, hasta que en 1940 se llevó a cabo la constituyente, en la que participaron por primera vez los comunistas. Guillén era una de las voces más destacadas de la izquierda revolucionaria. Viajó por todos los continentes, participó en congresos internacionales. Y por supuesto, hizo mucha poesía.
La tiranía de Batista lo convirtió en un exiliado. Estaba en Buenos Aires cuando el triunfo de enero de 1959. Regresó de inmediato y se sumó a la construcción de una sociedad nueva.
En 1961 se celebró en La Habana el Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, en el cual fue elegido Guillén como presidente de la naciente Unión de Escritores y Artistas de Cuba, UNEAC. Fue presidente de la organización hasta 1985, en años pletóricos de actividad creativa y también en momentos de fuertes incomprensiones y desencuentros…
Su trascendencia era ya universal, pudo haberse regodeado en su fama. Pero decidió trabajar en pos del desarrollo de una nueva manera de sustentar la creación.
A lo largo de su vida, su producción literaria transitó desde el posmodernismo, pasando por las experiencias vanguardistas de los años veinte, hasta cristalizar en una auténtica “poesía negra” o afroantillana.
Su erudición y dominio del idioma eran extraordinarios. Su abanico de temas era muy amplio, pero su producción poética gira sobre todo alrededor de dos grandes aristas: la exaltación del negro y la situación social. Pero ahí también están sus hermosos poemas de amor.
Nicolás Guillén murió, después de una larga enfermedad, el 17 de julio de 1989 en La Habana. Cuba lloró a quién fuera declarado Poeta Nacional, por sus portes indiscutidos al cuerpo poético de la nación.
Él supo aunar lo culto y lo popular, la base de la más auténtica e integradora cultura.