Por Felipa Suárez Ramos
Desde muy niño, Abel Benigno Santamaría Cuadrado, nacido en el central Constancia, en la entonces provincia cubana de Las Villas, el 20 de octubre de 1927, escuchó hablar del batallar de Jesús Menéndez Larrondo por los derechos de los trabajadores azucareros.
También mozo de limpieza y despachador de mercancías en la bodega, primero, y más tarde como empleado de oficina, ambos en ese ingenio, supo de las penurias de aquellos durante los prolongados períodos de “tiempo muerto”.
En 1947, se trasladó a La Habana, donde matriculó en la Escuela Profesional de Comercio y en el Instituto No. 1 de Segunda Enseñanza; entre tanto trabajaba en la textilera Ariguanabo.
Después consiguió empleo en la agencia de autos Pontiac, lo que le posibilitó alquilar el apartamento 603 del edificio marcado con el número 604, en la calle 25, casi esquina a O, en El Vedado, y mudar consigo a Haydée, la más apegada de sus hermanas.
Ambos militaban en la sección juvenil del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo). Esta organización se vislumbraba como la ganadora de los comicios presidenciales previstos para junio de 1952, malogrados por el golpe de Estado que el 10 de marzo de ese año encabezó el expresidente y general Fulgencio Batista Zaldívar, acto que, como todo el pueblo, Abel y Haydée repudiaron.
Semanas más tarde, Abel y el joven abogado Fidel Castro Ruz coincidieron, en el cementerio de Colón, durante el homenaje a un trabajador asesinado durante el gobierno de Carlos Prío. Ese encuentro resultó decisivo para ambos, pues coincidían en la necesidad de enfrentar al régimen y revertir la situación económica, política y social del país.
De inmediato, el pequeño apartamento de Abel y Haydée devino centro de reunión del grupo de jóvenes revolucionarios, en su mayoría ortodoxos, que liderados por Fidel, y con Abel como segundo jefe, inspirados en el ideario martiano, decidieron enfrentar al régimen de facto.
De acuerdo con su responsabilidad, desplegó febril actividad en la organización y exigencia de la disciplina de las células; la propaganda; movilización de los grupos en las manifestaciones de calle; adiestramiento militar; búsqueda de recursos económicos para la compra de armas y uniformes; transportación de los hombres hacia la provincia de Oriente y su hospedaje en ella, así como el acondicionamiento de la granjita de Siboney como cuartel general, en Santiago de Cuba, y del hospedaje Gran Casino, en Bayamo, desde donde los comprometidos partirían para las acciones contra el cuartel Moncada y el Carlos Manuel de Céspedes, respectivamente.
Abel, interesado en preservar la vida de Fidel, se empeñaba en encabezar la acción contra el Moncada, cuando en la madrugada del 26 de julio de 1953 le fue asignada la toma del hospital civil Saturnino Lora, próximo a la instalación castrense.
Tras el fracaso de la acción contra el Moncada, los revolucionarios que sin dificultad alguna tomaron el hospital, fueron detenidos, y en su mayoría asesinados.
Solo quedaron con vida Ramón Pez Ferro, a quien un veterano de la última guerra de independencia hizo pasar como su nieto, Melba Hernández Rodríguez del Rey y Haydée Santamaría Cuadrado.
Acerca de Abel, quien al morir asesinado tenía 25 años de edad, en su alegato ante el tribunal que los juzgaba por los sucesos de aquel día en la provincia oriental, Fidel lo calificó como: “El más generoso, querido e intrépido de nuestros jóvenes, cuya gloriosa resistencia lo inmortaliza ante la Historia de Cuba”, y lo reconoció como “el alma del Movimiento”.
(Tomado del periódico Trabajadores)