Uno de los grandes combates librados por Ernesto Guevara de la Serna no fue con las armas, sino contra un mal que lo aquejó desde su niñez: el asma.
En ese reto el Che salió victorioso porque esa enfermedad no le impidió practicar deportes, estudiar, combatir en condiciones muy difíciles o realizar labores productivas.
Significativa resultó la voluntad del Guerrillero Heroico ante esa dolencia, que padecía desde los dos años de edad y que pudo haber sido una limitación en su existencia.
Según una anécdota de su padre, en una oportunidad contó el temor que sentía porque el hijo practicaba el rugby, deporte muy violento y que algunos médicos le habían advertido el peligro que constituía para su vida, puesto que era posible que su corazón no resistiera tal carga.
“Traté de convencerlo para que desistiese de la práctica de ese deporte y me contestó: Viejo me gusta el rugby y aunque reviente lo voy a seguir practicando”.
El asma no fue obstáculo para que el joven emprendiera solo un extenso recorrido por distintas provincias de Argentina, y después, en unión de su amigo Alberto Granados, por varios países de América Latina.
Tampoco resultó una limitante para que en 1956 formara parte del grupo de expedicionarios cubanos que retornó a Cuba, procedente de México, con vistas a continuar la lucha contra el régimen imperante en la nación caribeña.
Una anécdota del Che afirma que el momento de mayor peligro en su etapa como combatiente revolucionario en Cuba fue cuando la falta de aire le imposibilitó moverse del lugar donde se encontraba, en la Sierra Maestra.
“Cuando vi más cerca de mí la muerte, escribió el Che, fue en Oriente en una loma de la Sierra Maestra, yo estaba al frente de la guerrilla y hostilizaba a Sánchez Mosquera. Vos sabés que este fue uno de los hombres más feroces de aquellos que estaban al servicio del ejército de Fulgencio Batista.
“Cumpliendo una misión de atacar y retirarse, cuando quise hacerlo un tremendo ataque de asma me volteó. Viendo que no podía correr me tiré al suelo y ordené a mi gente que se dispersaran y me dejasen solo.
Tuve que repetir la orden porque nadie quería moverse, pero al final lo hicieron.
“Uno de ellos, un muchacho joven, se escondió muy cerca de donde yo estaba y sin que yo supiera esperó para ayudarme…pasaron las horas y también un par de días. Yo tenía entonces un ataque tan fuerte de asma que creí entonces morir".
“Se me había acabado el calmante que echaba en mi vaporizador y estaba prácticamente a merced del mal”.
Como se puede apreciar, el asma devino el más temprano y sistemático de los combates que el Che tuvo que librar.
La dolencia se estrelló ante la determinación de un hombre que supo sobreponerse a esa aparente limitación y encarar la vida con decisión y realización plena.(Fuente/ Iris Armas Padrino/ACN)