Por María Julia Mayoral
Cuba posee dos monedas de curso legal, el peso (CUP) y el peso convertible (CUC), pero a juzgar por los hechos ninguna cumple hoy las funciones del dinero, lo que genera distorsiones en la economía nacional.
Si dañino es ese fenómeno, todavía lo es más la dualidad cambiaria. En un circuito mayorista (donde operan las empresas) existe paridad entre el CUP y el CUC, y de este último con el dólar estadounidense, mientras en la esfera minorista la tasa de cambio es de 25 CUP por un CUC.
En ambos circuitos, la permanencia de dos monedas condujo a la segmentación de los mercados. Además, dentro de la red minorista coexisten productos en pesos, con y sin el amparo de subsidios estatales, y otros a precios en CUC, cuyos valores de ventas encierran altos impuestos al valor agregado (IVA).
A lo anterior habría que añadir las limitaciones en la disponibilidad de divisas extranjeras. Las empresas, por ejemplo, necesitan disponer de un certificado de liquidez (CL), otorgado centralmente por el gobierno, para poder comprar con sus CUC los dineros para ejecutar importaciones.
En opinión del presidente Raúl Castro, la eliminación de la dualidad monetaria y cambiaria por sí misma no solucionará mágicamente todos los problemas acumulados en la economía cubana.
Sin embargo, afirmó, 'constituye el proceso más determinante para avanzar en la actualización del modelo económico por el impacto que tendrá en todas las esferas del quehacer económico y social de la nación'.
El jefe de Estado y de Gobierno aseguró ante el Parlamento que el propósito es unificar el sistema monetario y al mismo tiempo 'superar las distorsiones existentes en materia de subsidios, precios y tarifas mayoristas y minoristas y, como es lógico, en las pensiones y los salarios del sector estatal de la economía'.
Por su parte, el vicepresidente Marino Murillo informó que 13 subgrupos con más de 200 personas 'trabajan con toda intencionalidad en este tema', lo cual incluye encuentros con expertos internacionales en la materia.
Ambas dualidades, observó el funcionario, tienen efectos 'en toda la sociedad y en la economía, y no es solo quitar una moneda y poner un tipo de cambio: tiene que ver con la formación de los precios, tiene que ver con el ingreso de las personas, tiene que ver con la capacidad de compra que tiene el salario'.
Desde el punto de vista técnico, coinciden economistas, no sería engorroso unificar las monedas y las tasas de cambio, la dificultad radica en el costo político y social para el proyecto socialista cubano, enfocado a la búsqueda de equidad, prosperidad y sostenibilidad.
CONVERSACIÓN CON UN ACADÉMICO
Esta nación acumula casi 25 años en condiciones de dualidad monetaria y cambiaria, un lapso de tiempo demasiado extenso, y cada día que transcurra hará más complejas las soluciones, estimó el investigador Hiram Marquetti Nodarse, del Centro de Estudios de Administración Pública y profesor de la Universidad de La Habana.
Con más de tres decenios dedicados al estudio de la economía del país, el experto aconseja sopesar los acontecimientos en su contexto histórico interno y externo.
Al desaparecer la Unión Soviética y el campo socialista en Europa oriental, Cuba perdió el 73 por ciento de su capacidad de importación y al cierre de 1993 el Producto Interno Bruto (PIB) registraba una caída del 34,8 por ciento, recordó.
Aquella situación, refirió, fue vista por el gobierno de Estados Unidos como una oportunidad sin igual para asfixiar a la Revolución cubana mediante la intensificación del bloqueo económico, financiero y comercial, a sabiendas de que la Isla tampoco tendría acceso a las principales instituciones financieras internacionales.
Afectados los ingresos de manera sensible, el gobierno recurrió a un grupo de medidas, entre ellas la liberalización de la circulación de divisas en el territorio nacional a partir de julio de 1993; ello proporcionó cobertura para fomentar el turismo, incentivar las inversiones extranjeras directas y facilitar una conexión distinta con la economía mundial, juzgó el académico.
A los ojos de Marquetti, constituyó una decisión innovadora, que supuso la liberalización de siete monedas foráneas: el dólar estadounidense, el franco francés, el franco suizo, el yen japonés, la libra esterlina, el marco alemán y la peseta española. Además, dentro del contexto regional latinoamericano, se le dio capacidad de convertibilidad al peso mexicano.
La decisión, acotó, pretendía también captar recursos que no llegaban por la vía bancaria, sino a través de remesas familiares, estimadas cuando aquello en alrededor de 500 millones de dólares anuales. En apenas un lustro, comentó, la cifra sobrepasó los cálculos debido fundamentalmente al mercado doméstico en divisas.
Por tanto, sintetizó, el impacto de la liberalización fue positivo en términos macroeconómicos y posibilitó la creación de una infraestructura inexistente, sobre todo en la esfera de los servicios mediante establecimientos para proveer subproductos del petróleo que a su vez se convirtieron en expendios de alimentos.
Esto permitió actualizar la red comercial nacional que acompañó el desarrollo del mercado doméstico en divisas y resultó coherente con el propósito de fomentar el turismo.
A partir de ahí, agregó, se crearon mecanismos innovadores para la economía cubana, como la facultad dada al turismo para financiar producciones con destino a ese sector y al mercado doméstico en divisas, lo que generó una capacidad financiera inexistente hasta entonces.
También fueron introducidos importantes cambios en el sistema financiero y bancario nacional por la diversificación de instituciones bancarias, la creación en 1995 del Banco Central de Cuba y el surgimiento a nivel sectorial de estructuras financieras (en turismo, transporte y agricultura...), las cuales se convirtieron en un factor de repoblación de recursos para colocarlos a disposición de distintas entidades, valoró.
Junto con esto evolucionó el control financiero por la vía del Presupuesto del Estado, aprobado anualmente por la Asamblea Nacional (Parlamento) y de un mecanismo llamado presupuesto de gastos e ingresos en divisas en manos del Ministerio de Economía y Planificación (MEP).
De cara a la planificación financiera, el balance de ingresos y gastos en divisas pasó a ser el instrumento más importante con sus fortalezas y desventajas, porque cuando el país tiene tensiones financieras, el MEP suele restringir el marco de operaciones de las entidades que garantizan los aportes, consideró.
Otros aspectos del análisis son el sistema de casas de cambio (Cadeca), que facilitó el acceso de la población al intercambio de divisas extranjeras por moneda nacional, y la aparición del CUC, cuya existencia da cuenta del engranaje sujeto a eventuales reformas.
Una primera propuesta sobre cómo enfrentar el ordenamiento monetario fue hecha en la segunda mitad de los años 1990 por un destacado economista cubano ya fallecido, Alfredo González, en aquel momento asesor del ministro del MEP.
Para corregir gradualmente la circulación simultánea del peso y las divisas extranjeras, él sugirió que era pertinente incrementar la oferta de productos alimentarios en CUP y solo mantener el mercado doméstico en divisas para la comercialización de bienes suntuarios, indicó Marquetti.
En 2003, poco antes de su muerte, González recomendó que, para llevar adelante un proceso de unificación monetaria y cambiaria, era aconsejable la ejecución de minidevaluaciones graduales; es decir, no de forma tajante como proponen hoy algunos analistas.
La salida definitiva del dólar de la circulación monetaria interna en 2004 pudo ser, a juicio de Marquetti, una coyuntura favorable para empezar el ordenamiento, porque Cuba disponía de relativa holgura en sus reservas financieras, pero el ejecutivo decidió enfrentar otras urgencias en el ámbito económico.
Desde la perspectiva académica, distinguió, en 2008 salió a la palestra pública, en la revista Economía y Desarrollo, un escrito de la investigadora Vilma Hidalgo acerca del tránsito de la dolarización a la unificación monetaria, que también plantea ideas valiosas en términos metodológicos.
A raíz del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, cobró fuerza el debate sobre la necesidad del ordenamiento monetario. Con antelación al evento, la organización política sometió sus propuestas al análisis popular en asambleas acontecidas entre 2010 y los primeros meses de 2011.
Los lineamientos suscritos por el Congreso tomaron forma de propuesta gubernamental en 2013 cuando se hizo público un análisis del Consejo de Ministros sobre la decisión de empezar el proceso para la unificación monetaria, apuntó el profesor universitario.
Luego en 2014, recordó, el Ministerio de Finanzas y Precios promulgó dos resoluciones acerca de cómo asumir el cambio en los sistemas de contabilidad empresarial, y el Banco Central comenzó a emitir monedas de mayor denominación a fin de organizar la circulación monetaria y para dar respuesta a la expansión del mercado en el sector privado.
Durante 60 años el país ha vivido anclado al cambio oficial de uno por uno para el peso en relación con el dólar estadounidense; una tasa sobrevaluada, que sirve de base para la toma de decisiones globales, quizás ahí radica uno de los asuntos más complicados de resolver, puntualizó.
Resulta complejo, abundó, porque inevitablemente deberá producirse un movimiento cambiario en dirección a la devaluación y que no podrá tener un carácter especulativo. Hay experiencias de modificaciones como tasas aplicadas en la Zona Especial de Desarrollo Mariel y para la comercialización de algunos productos del sector privado al turismo, pero la solución debe ser más integral e incluir otro marco de decisiones.
No es la primera vez que Cuba opera con varias monedas al mismo tiempo: a principios del siglo XX circulaban aquí el dólar estadounidense y otras divisas extranjeras, a las cuales se unió luego la moneda nacional, tras su creación.
Posteriormente, en los años 1960 el país incluyó al rublo convertible de la Unión Soviética como una moneda de cuenta paritaria con el peso, apuntan economistas.
Para Marquetti, la unificación cambiaria y monetaria no resolverá los problemas acumulados, sin embargo, garantizaría certeza contable a mediano plazo para la toma de decisiones en el ámbito empresarial y macroeconómico.
A la luz de la coyuntura actual, se trata de un asunto complicado, pues el país está distante de transitar por un período de expansión económica: el coeficiente de crecimiento acumulado del PIB llegó a dos por ciento en un lustro y la deuda pública continuó en ascenso para financiar déficits presupuestarios.
Cuba, resumió, opera bajo condiciones de fuertes restricciones estructurales en términos de acceso al crédito, capacidad para respaldar el déficit de la balanza comercial e incrementar los ingresos por exportaciones de servicios.
(Tomado de PL)