Por: Nicanor León Cotayo.CubaSí.
La historia de América Latina acaba de recibir un golpe demoledor, Washington logró virtualmente frenar la candidatura presidencial de Luiz Inácio Lula Da Silva para los comicios de noviembre en Brasil.
Nunca una violación de tal magnitud se había ejecutado con tanta frivolidad y cínico proceder amparada en una frágil hoja de parra judicial.
Pero el gobierno de Estados Unidos había dado una orden inapelable: Lula no puede ser candidato y mucho menos ganar esas elecciones.
Para ello cumplieron al pie de la letra un axioma que reza, no importan los medios para llegar a un fin.
Fue así que convirtieron en cenizas el término decencia.
A manera de vulgares asaltadores de caminos no tomaron en cuenta el arrollador saldo de las encuestas que en su casi totalidad daban el triunfo a Lula.
Bloquearon su acceso a los medios de difusión masiva y limitaron drásticamente sus nexos con la realidad exterior.
Desde una pequeña celda tuvo el líder del pueblo brasileño que comunicarse con este.
Pocos presos políticos, como Lula, han sido sometidos a tantas presiones, calumnias y vejaciones.
He ahí la venganza por su fidelidad a los pobres de su nación y de la Tierra.
Sin embargo, el último capítulo de la injusticia contra Lula no ha sido escrito, lo harán las brasileñas y los brasileños de a pie.
O sea, los mismos a quienes redujo el pesado fardo del desempleo, alivió los sufrimientos de los Sin Tierra y como Jesucristo, se inclinó por su filiación junto a los menesterosos.
Ese gran “pecado” de Lula no lo perdonan el corrupto Michel Temer y mucho menos sus verdaderos amos que radican en Estados Unidos.
La historia jamás los absolverá.