Por: Iroel Sánchez
La Habana, 27 may (RHC) “Propietario en nueve centrales (azucareros), un banco, tres aerolíneas, una papelera, una contratista, una transportista por carretera, una productora de gas, dos moteles, varias emisoras de radio, una televisora, periódicos, revistas, una fábrica de materiales de la construcción, una naviera, un centro turístico, varios inmuebles urbanos y rurales, varias colonias, varias firmas norteamericanas y otros múltiples intereses”
La anterior es la ficha del dictador Fulgencio Batista en el libro Los propietarios de Cuba 1958, de Guillermo Jiménez, que presenta las propiedades, cargos públicos y relaciones familiares de los 551 más prominentes miembros de la oligarquía cubana al triunfo de la Revolución.
No es un libro politizado, expone sólo datos, pero ilustra cómo mucho menos del uno por ciento de la sociedad cubana -que entonces reunía poco más de cinco millones de habitantes- concentraba la riqueza de la nación mientras los índices de desempleo, insalubridad y analfabetismo flagelaban a buena parte de los cubanos.
Sobre Batista y su relación con EE.UU. John Fitzgerald Kennedy dio una definición muy ilustrativa cuando hacía campaña por la presidencia de EE.UU:
“Fulgencio Batista asesinó a 20 000 cubanos en siete años, una proporción de la población de Cuba mayor que la de los norteamericanos que murieron en las dos grandes guerras mundiales…Voceros de la Administración elogiaban a Batista, lo exaltaban como un aliado confiable y un buen amigo, en momentos en que Batista asesinaba a miles de ciudadanos, destruía los últimos vestigios de libertad y robaba cientos de millones de dólares al pueblo cubano.”
Es sabido que de entre esos 551 propietarios los más cercanos al dictador huyeron el 31 de diciembre de 1958 del país, que dejaban tras de sí ensangrentado y esquilmado, con cuatrocientos millones de dólares del erario público cubano en su equipaje.
La mayor parte del resto de esos propietarios también emigró, abandonando sus propiedades en la Isla convencidos de que la agresiva política del gobierno estadounidense las devolvería a sus manos, aunque justo es reconocer que una parte de ellos pusieron algo de su esfuerzo por recuperarlos, sumándose a los actos terroristas e invasiones que la CIA ejecutó contra Cuba durante esos años.
Pero en Cuba había más propietarios y más poderosos, a los que primero los interventores estadounidenses y luego los gobernantes serviles a Washington entregaron prácticamente la base de la economía cubana.
Un puñado de empresas norteamericanas concentraba las mejores tierras, la mayoría de los bancos y centrales azucareros, la telefonía, la electricidad y los ferrocarriles, así como las poquísimas industrias no azucareras existentes en la Isla.
Habían llegado desde fines del Siglo XIX, sobre todo tras la intervención en la lucha que los cubanos llevaron durante treinta años contra España cuando esta última ya no podía prolongar su dominio sobre la Isla y estaba absolutamente derrotada. Amparados por esa intervención, las inversiones de los Estados Unidos en Cuba pasaron de 50 millones a 160 millones en 1906 y 1 450 millones de pesos en 1927. Apenas a 6 dólares la hectárea, en un país destruido por la guerra, compraron enormes extensiones de entre 25 000 y 70 000 hectáreas.
Si alguna duda queda de las consecuencias de esa penetración se puede acudir también a la descripción de Kennedy.:
“En 1953 la familia cubana tenía un ingreso de seis pesos a la semana. Del 15 al 20 por ciento de la fuerza de trabajo estaba crónicamente desempleada. Sólo un tercio de las casas de la Isla tenían agua corriente y en los últimos años que precedieron a la Revolución de Castro este abismal nivel de vida bajó aún más al crecer la población, que no participaba del crecimiento económico.”
Las relaciones de los gobernantes cubanos con la mafia estadounidense que invertía en Cuba en casinos y hoteles eran notorias. La mayoría de los más importantes hoteles eran propiedad de connotados mafiosos norteamericanos y La Habana ocupaba el lugar que hoy ocupa Las Vegas como destino para el juego y la prostitución. La segunda parte de la película El padrino lo ilustra elocuentemente cuando los principales mafiosos cortan una tarta ilustrada con el mapa de la isla.
Los efectos del latifundio en la agricultura fueron recogidos por una encuesta a los Trabajadores Agrícolas Cubanos realizada por la Agrupación Católica Universitaria (ACU) en 1956-57:
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Existían 350 mil trabajadores agrícolas (2,1 millones incluyendo las familias, 34% de la población).
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Alumbrado: eléctrico, 7.3%; acetileno y carburo, 0.7%; luz brillante, 89.8%; y ninguno, 2.1%.
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Localización del baño: interior, 5.8%; sin baño, 82.6%; y exterior, 11.6%.
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Tipo de suministro de agua: de acueducto con instalación interior, 3.2%; de acueducto con toma eexterio, 2.6%; de aljibe con instalación interior, 5.4%; de río tomada directamente, 0.3%; y de pozo, 88.5%.
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Tipo y localización del servicio sanitario: inodoro interior, 2.1%; letrina interior, 1.3%; sin inodoro ni letrina, 63.9%; inodoro exterior, 7.6%; y letrina exterior, 25,2%..
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Materiales de paredes, techo y piso:
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Mampostería, tejas y cemento, 0.8%
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Madera, tejas y mosaicos, 2.5%
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Madera, tejas y cemento, 1.7%
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Madera, tejas y tierra, 2.0%
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Madera, tejas y madera, 7.4%
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Madera, guano y cemento,19.5%
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Madera, guano y tierra, 60.3%
7. Alfabetismo del Jefe de Familia: asistió a la escuela, 55,9%; sabe leer y escribir; 53.6%; es analfabeto, 43,1%; no asistió a la escuela, 44.1%; pasó del 3er grado, 21.7%; y lee, no escribe, 4,0%.
8. El paludismo es padecido por un 31%, un 14% padece o ha padecido la tuberculosis, la tifoidea ha sido padecida por el 13%, un 36% declara que se halla parasitado.
9. Alimentación de la familia calculada en días al mes: pan, 3.3 días; leche, 11.2 días; harina, 7.1 días; carne, 4.0 días; huevos, 2.1 días, pescado, 0.7 días; frijoles, 23.28 días; arroz, 24.1 días; y viandas, 22.0 días.
10. Sólo un 4% menciona la carne como integrante de su ración habitual. El pescado es reportado por menos del 1%. Los huevos son consumidos por un 2.12% y sólo toma leche un 11.2%.
11. La talla promedio del hombre es de 5 pies y 4 pulgadas (162 cm).
El latifundio había sido proscrito en la Constitución de 1940 pero la Reforma Agraria que ejecutara esa voluntad nunca fue implementada. En Guatemala, el intento de hacerlo llevó en 1954 a un golpe de estado y una intervención militar de la CIA, cuyo director era accionista de uno de los mayores latifundistas allí y también en Cuba: la United Fruit Company, y hermano del entonces Secretario de Estado John Foster Dulles.
Ese el cuadro que encontraron los revolucionarios cubanos al derrocar el régimen batistiano, y cumpliendo con la Constitución vigente decretaron una Reforma Agraria que incluía la indemnización y era menos radical que la que habían ejecutado los ocupantes norteamericanos en Japón tras la Segunda Guerra Mundial, pero en el país asiático no había latifundistas estadounidenses.
La Revolución cubana, acusada de inmediato de enemiga de la propiedad, convirtió en propietarios a millones de cubanos a través de las leyes de Reforma Agraria y Reforma Urbana.
El gobierno norteamericano reaccionó exigiendo una compensación inmediata cuando las arcas cubanas habían sido vaciadas por los mismos asesinos y torturadores que Washinton apoyó en el gobierno en Cuba y amparó como fugitivos en su territorio.
Así comenzó una guerra sin cuartel que llega hasta hoy y que ha incluido todas las armas económicas, militares y sicológicas, no para recuperar las propiedades, que es en realidad el más reciente de los pretextos cuando todos los anteriores -alianza con la URRS, apoyo a la liberación nacional en América Latina y África, Derechos Humanos…- han ido perdiendo fundamento, sino para aplastar un incómodo ejemplo exitoso de desafío a la dominación regional y global de los EE.UU. Los herederos de los batistianos asentados en el Sur de la Florida no son más que un instrumento aliado al servicio del imperialismo estadounidense, como lo fueron en Cuba antes de su derrocamiento.
La ley Helms-Burton, aprobada en 1996 por el Presidente Bill Clinton en una concesión electorera al lobby extremista cubanoamericano, buscaba hacer imposible la derogación del bloqueo económico contra Cuba y convertir el restablecimiento del dominio norteamericano sobre Cuba en condición sine qua non para su fin, dar el tiro de gracia a la Revolución que sobrevivía al derrumbe de la Unión Soviética y desestimular la inversión extranjera en la Isla.
Creyendo que bastaba con apretar un poco más para que Cuba cayera, idearon posponer la aplicación del Título III de dicha Ley -que permite reclamar en tribunales estadounidenses las propiedades que los batistianos y adláteres abandonaron en Cuba sin ser ciudadanos estadounidenses, así como aquellas cuya indemnización el gobierno estadounidense impidió negociar a las empresas de su país. Si el fin de la Revolución estaba cerca, o en el peor de los casos esta no sobreviviría al fin biológico de sus fundadores, para qué crearse un problema con sus aliados europeos y canadienses.
Pero llegó el año 2019. Una nueva Ley de inversión extranjera en Cuba empieza a tener éxito y el flujo de capitales hacia la Isla bloqueada está creciendo, para colmo, desde abril de 2018 una persona nacida después de 1959 está al frente del gobierno cubano y tiene cada vez más consenso entre el pueblo.
Para más peligro del sector extremista que en Miami sueña con “tres días para matar” tras del fin de la Revolución, el gobierno de Barack Obama, con posterioridad a que su antecesor W. Bush recruceciera el bloqueo -limitando hasta a los nacidos en ella residentes en EE.UU. viajar a la Isla y enviar remesas- había intentado una “normalización” que aunque estableció récord en los acápites de multas a bancos de terceros países por hacer transacciones cubanas y en fondos para la subversión, e inició la guerra económica para destruir al principal aliado cubano, Venezuela, avanzó hacia un clima de distensión entre Washington y La Habana y adoptó algunas medidas que alentaron la esperanza de ver cercano el fin del bloqueo.
Los extremistas no podían perder la oportunidad de que el regreso de los republicanos a la Casa Blanca les asegurara no dejar recurso por emplear contra Cuba. El lobbysta encargado de promover en el Congreso las leyes anticubanas, Mauricio Claver Carone, es hoy el Asesor de Seguridad Nacional para América Latina, su jefe John Bolton como embajador en la ONU de W. Bush, que se hizo célebre acusando fraudulentamente a la Isla de fabricar armas biológicas, fue quien aunció en Miami la puesta en vigor del Título III de la Helms-Burton. Tienen a su favor a un Presidente que desconoce abiertamente el multilateralismo y sólo habla con quienes le suponen una costosa amenaza a sus intereses.
Cuba desde que se aprobó la Ley implementó su legislación antídoto: Ley 80, “de reafirmación de la soberanía y la dignidad cubanas” de 1999 que declara “nula toda reclamación amparada en ella de persona natural o jurídica, cualquiera que fuere su ciudadanía o nacionalidad” basada en la Helms-Burton y ha ratificado a empresarios con inversiones en la Isla su total respaldo y la inaplicabilidad de cualquier decisión de tribunales norteamericanos en su territorio. Algo que también han respaldo tanto la Unión Europea como Canadá.
El gobierno cubano ha declarado de prioridad absoluta la defensa y la economía y ha concentrado su estrategia de desarrollo en el turismo, la industria biotecnológica y farmacéutica; el sector electroenergético relacionado con las fuentes renovables de energía, la producción de alimentos; la exportación de servicios profesionales y la construcción, a la vez que busca eliminar trabas burocráticas para hacer más eficiente la empresa estatal y su integración con el sector privado nacional y la inversión extranjera.
Frente a un cerco que además ha limitado los ingresos cubanos saboteando su colaboración médica en Brasil y Venezuela y ha presionado la Isla para que retire su apoyo al proceso bolivariano en este último país, Cuba no ha bajado la cabeza. La permanencia de los revolucionarios venezolanos en Miraflores y el fracaso de los sucesivos intentos de golpe de estado contra el Presidente Nicolás Maduro, han constituido también una derrota para los enemigos de La Habana. Que en Washington hayan tenido que aceptar el diálogo que tanto el gobierno venezolano como el cubano han defendido siempre es una derrota de quienes desde Miami impulsan la agresión a Venezuela como un modo de destruir la Revolución cubana.
Cuba enfrenta grandes desafíos, pero hay conciencia absoluta entre su gente de que ninguno se resuelve complaciendo a quienes llevan sesenta años haciéndole la guerra. (Fuente: La Pupila Imsomne)