Por: Ramón Sánchez-Parodi Montoto
Washington, 8 ago (RHC) Plagado de trifulcas, acusaciones, insultos, desavenencias y amenazas, está el telón de fondo ante el cual se desarrolla en Estados Unidos, desde el pasado mes de abril, el proceso de las elecciones que el 3 de noviembre de 2020 determinará quién presidirá la nación del 20 de enero de 2021 al mismo día y mes del 2025.
Las abominables matanzas cometidas por racistas nacionalistas blancos los pasados sábado 3 y domingo 4 en El Paso, Texas y Dayton, Ohio, respectivamente, son trágicos exponentes sobre cuán profundamente enraizada está la crisis por la que atraviesa la sociedad estadounidense y cuánto odio y racismo albergan los promotores y culpables directos de estos hechos.
La reacción de Donald Trump ante estos deleznables hechos achacando la responsabilidad a Internet, a enfermedades mentales y cuestiones migratorias, ha tenido el propósito de desvirtuar la estrecha vinculación que guardan con la negativa por su parte a apoyar medidas efectivas para controlar adecuadamente la posesión de armas de fuego por la población, aceptando las presiones e intereses en tal sentido de la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por sus siglas en inglés).
Aunque Trump inicialmente había anunciado que se tomarían acciones para fortalecer la verificación de los antecedentes de personas que compraban armas y hasta enlazarlas con su reforma migratoria, horas después propuso medidas que nada tenían que ver con las esbozadas anteriormente, para no buscarse problemas con la cohorte del rifle.
Estos hechos son un ejemplo de que Trump se encuentra en una situación muy vulnerable en este proceso electoral, aunque goza de un sólido apoyo de las bases conservadoras y el Partido Demócrata está fragmentando y con un bajo nivel de confianza por parte de los electores. La razón es que ahora, a diferencia de lo ocurrido en 2016, Trump debe defender su gestión de gobierno y en realidad no tiene mucho de positivo o exitoso que mostrar como resultado de su labor presidencial.
Todos los pronósticos y las realidades políticas electorales de los Estados Unidos indican que en agosto del año que viene Trump será nominado como candidato a la presidencia del país por la Convención Nacional Republicana y, por tanto, desde el punto de vista de la mecánica electoral, hasta ahora Trump tiene allanado el camino hasta que comience la etapa de las elecciones generales el 7 de septiembre de 2020.
Sus apoyos más relevantes provienen de los trabajadores blancos asalariados, particularmente los del Medio Oeste septentrional y del empresariado que ha sido beneficiado por las sustanciales reducciones de impuestos y eliminación de regulaciones gubernamentales sobre la actividad empresarial.
Aunque es demasiado temprano para aventurar pronósticos, diversas circunstancias pueden lastrar el tránsito electoral de Trump. Así, por ejemplo, hasta el 5 de agosto, diez congresistas republicanos habían anunciado que no buscarían la reelección en el 2020 y aunque no es inusual que esto ocurra, reduce las posibilidades de que el Partido Republicano recupere la mayoría en la Cámara de Representantes en las elecciones de noviembre de 2020. Entre los renunciantes se haya el único afroamericano republicano de la Cámara, dos de las trece mujeres de la bancada republicana y el único de origen árabe. Cuatro del total representan al estado de Texas, donde en los últimos tiempos ha ido cediendo fuerza y espacio el Partido Republicano.
Otro aspecto negativo para Trump radica en su estilo unilateral de gobernar, sin el necesario proceso de consultas con sus colaboradores más cercanos, tanto del equipo de trabajo de la Casa Blanca como del Gabinete ministerial. Como resultado, un grupo de funcionarios del primer nivel, en número sin precedentes, han sido despedidos o han renunciado a sus cargos durante estos primeros años del mandato presidencial. En su inmensa mayoría todos, de una forma u otra, han roto sus vínculos con Trump. Es otro ejemplo de un saldo negativo de su gestión presidencial y que tendrá repercusiones en las elecciones.
Esta falta de relaciones sistemáticas sucede también con la bancada republicana en el Congreso y con el Comité Nacional Republicano.
Tampoco Trump ha practicado el estilo “bipartidista” tradicional de buscar un consenso político con la contraparte demócrata, que ha sido distintivo del sistema político electoral norteamericano, al menos desde el fin de la Guerra Civil en 1865.
Para los demócratas, desde el punto de vista electoral, el asunto que más atención atrae es la pugna entre los 25 demócratas aspirantes a la nominación presidencial. Si se toman en cuenta los datos relativos al desempeño de esos candidatos en cuanto a dinero recaudado, donantes captados, ubicación o concentración territorial de la recaudación y de los donantes, aceptación en las encuestas, propuestas políticas y desempeño en las dos rondas de debates que se han celebrado entre los 20 aspirantes que han cumplido con los requisitos para participar establecidos por el Comité Nacional Demócrata, 15 de ellos están predestinados a desistir de la aspiración en el transcurso de los próximos seis meses y sumarse en el arca del olvido a los 5 que no lograron participar.
Se estima que para el próximo debate entre los aspirantes a celebrarse el 12 (y 13 de ser necesario) de septiembre, solo diez consigan cumplir los requisitos para participar (que duplican los parámetros establecidos para los dos anteriores); en esta ocasión: demostrar para el 28 de agosto que cuenta con 130 mil donantes únicos; contar con 400 distintos en 20 estados diferentes; y alcanzar al menos el 2% a su favor en encuestas aprobadas por el Comité Nacional Demócrata qué se realicen en Lowa, New Hampshire, South Carolina y Nevada.
En la actualidad, 8 aspirantes alcanzan estos requisitos y 4 más están cerca de lograrlo. Quedar eliminado de los debates equivale a un dictamen del Comité Nacional Demócrata de que esa aspiración no es viable.
Por supuesto, un resultado práctico, concreto y material de la reducción de aspirantes, es que las fuerzas que estaban apoyando a ese aspirante deberán decidir y buscar a que otro aspirante demócrata traspasar su respaldo.
Se considera con posibilidades para llegar hasta la etapa de las primarias a los siguientes aspirantes:
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Joseph Biden (76 años), vicepresidente con Obama (2009-2017) y senador federal por el estado Delaware por seis términos consecutivos (1973-2009). Es el candidato preferido por los estamentos dirigentes del Partido Demócrata y por los sectores mayores de 50 años.
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Bernard Sanders (77 años), senador por el estado Maine por dos períodos consecutivos (2007-2021). Oriundo de New York, fijó su residencia en Vermont en 1968. De 1981 a 1989 fue electo en cuatro ocasiones consecutivas como alcalde de Burlington, la mayor ciudad de Vermont y de 1991 a 2007, electo igual número de veces como congresista federal por Vermont. Durante años se mantuvo como independiente, pero trabajando junto con el Partido Demócrata en el Senado. El 5 de marzo del actual año hizo llegar al Comité Nacional Demócrata una carta en la cual se declaraba como miembro del Partido Demócrata, que aceptaría al candidato a la presidencia que fuese nominado por el Partido y que, de resultar él electo, ejercería la presidencia con apego a su militancia demócrata. Sanders alcanzó notoriedad en la campaña electoral de 2016 cuando le disputó la candidatura demócrata a Hillary Clinton y obtuvo sólido apoyo de las nuevas generaciones, las llamadas generación X, Y (milennials) y Z; es decir, la población de 20 a 50 años.
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Elizabeth Warren (69 años). Senadora por Massachusetts desde 2014. Con anterioridad su actividad principal fue la académica, trabajando en diversas universidades de Estados Unidos, muchas de ellas consideradas entre las de elite. Entre 1991 se integró a las filas del Partido Republicano hasta 1996 cuando paso su afiliación al Demócrata. Jugó un papel activo durante la crisis financiera de 2008 en actividades de protección financiera al consumidor. Warren es “muy bien vista” en las filas liberales y entre los elementos progresistas, así como por los sectores de las generaciones nuevas.
(Debe señalarse que en las dos rondas de debate que han celebrado los aspirantes demócratas el 26 y 27 de junio en Miami, Florida y el 30 y 31 de julio en Detroit, Michigan de este año, hemos percibido señales de que existe la voluntad mutua de Sanders y Warren de no atacarse entre ellos).
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Kamala Harris (54 años).Senadora por California desde 2017. Nació en Oakland, California. Sus padres son inmigrantes desde India (madre) y Jamaica (padre). Su esposo es judío. Comenzó sus estudios de derecho en la Universidad Howard (Washington, D.C.) y los culminó en el Hastings College of Law de la Universidad de California en San Francisco en 1898. Se dedicó totalmente al trabajo de la Fiscalía. En 2010 fue elegida Fiscal General de California y reelegida en 2014. En las elecciones de 2016 fue electa como senadora federal por California. El 21 de enero de 2019 anunció su aspiración a la presidencia.
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Peter Buttigieg (37 años). El más joven de los aspirantes presidenciales, sobrepasa sólo en dos años la edad mínima establecida en la Constitución para aspirar al cargo. Nació en 1982 por lo que pertenece a la generación Y, más conocida como los “milennials”. Cursó estudios en universidades de elite: Harvard y el Pembroke College de la Universidad de Oxford y en ambas se graduó con los máximos honores. Entre 2009 y 2017 formó parte de la Reserva Naval de los Estados Unidos y prestó servicios durante siete meses en Afganistán en 2014. Al mismo tiempo, fue elegido como alcalde de su ciudad natal, South Bend en Michigan en 2011 y antes de su reelección en 2015 anunció formalmente su condición de homosexual. Desde enero de 201 organizó un comité de exploración para su eventual campaña electoral presidencial y el 14 de abril su aspiración presidencial. Desde el punto de vista electoral, es interesante notar que la anulación del llamado Colegio Electoral forma parte de su plataforma electoral. En 2000 ganó el premio otorgado por la Biblioteca John F. Kennedy de Boston, por un ensayo que tuvo como tema central la integridad y el coraje político del congresista Bernard Sanders, en aquel entonces uno de los dos únicos independientes en el Congreso. Buttigieg, más allá de ser acalde de una ciudad relativamente pequeña, ha estado involucrado en una variedad de proyectos y gestiones que tienen un alcance mucho más amplio, incluso de carácter nacional.
Estos son los cinco más relevantes candidatos presidenciales demócratas. Lo esperado es una confrontación final entre las fuerzas tradicionales liberales y conservadoras demócratas, cuyo preferido es Joseph Biden y los llamados socialdemócratas, progresistas e izquierdistas, que dan su respaldo, principalmente, a Bernard Sanders y a Elizabeth Warren. Los tres están en una misma faja etaria: la de los nacidos antes de la explosión demográfica posterior al fin de la II Guerra Mundial.
Si a estos tres aspirantes, agregamos al republicano Donald Trump (73 años, nacido en 1946), resulta altamente probable que el próximo presidente de Estados Unidos, sea un septuagenario, con cuatro generaciones posteriores ya actuantes en el panorama político estadounidense.
Aunque el proceso está en una etapa muy incipiente, si puede expresarse, con certeza absoluta, que está es la última ocasión en que esa generación, nacida antes de la explosión demográfica posterior a la II Guerra Mundial, jugará un papel protagónico en la política de los Estados Unidos. (Fuente: Cubadebate)