Por Alicia Pez Céspedes
Recientemente el gobierno del Presidente estadounidense Donald Trump designó a China como país manipulador de su moneda, el yuan, en una escalada hacia una fase más agresiva e impredecible en la guerra comercial con ese país asiático. Algunos medios de prensa estadounidenses alertan que las crecientes tensiones con China están dañando significativamente la economía de EE.UU.
Según el The Washington Post, funcionarios de la Casa Blanca ya muestran preocupación por evidentes signos de una desaceleración de la economía mayor que la prevista, debido en parte al aumento de los costos de la importación de materiales a causa del incremento de los aranceles impuestos por el gobierno de Trump.
De cara a las elecciones presidenciales de 2020, comienza la intranquilidad, porque se supone que sea precisamente el buen estado de la economía el principal tema de campaña del mandatario.
Tras la acusación a Beijing de manipulación, el mercado de valores estadounidense reaccionó con una estrepitosa caída y, aunque ya se ha ido recuperando, de manera general se mantiene a la baja, como ha estado a lo largo de 2019, lo que se interpreta como insatisfacción de ese sector clave con las políticas económicas del Ejecutivo.
Asimismo, el crecimiento económico disminuyó en el segundo trimestre de este año a 2,1 por ciento, con el mercado de las inversiones privadas nacionales contrayéndose de manera alarmante en un 5,5 por ciento en ese mismo período y por primera vez en 3 años, medida que la mayoría de los analistas atribuye a estrategias más cautelosas como resultado de la disputa comercial.
Otra señal evidente de desaceleración económica sería que, según la Reserva Federal, el sector manufacturero norteamericano ha decrecido en dos trimestres consecutivos, lo que técnicamente lo coloca en recesión, y se asocia a mayores costos de los insumos por las tarifas contra China.
Según el Coresight Research, agencia especializada en el análisis de ese sector, el número de tiendas minoristas cerradas en EE.UU. en lo que va de año ya supera el total del año anterior y se prevé que más de 12 000 de esos establecimientos cierren sus operaciones antes de que termine 2019, lo que se atribuye también al conflicto con el gigante asiático.
China ha reiterado que no se mantendrá con los brazos cruzados ante las reiteradas agresiones de la Administración Trump. Ante cada medida ha respondido y en los últimos días ha anunciado que suspenderá la compra de productos agrícolas norteamericanos, lo que afecta significativamente a los agricultores de EE.UU., fundamentalmente provenientes de los estados que le dieron un respaldo decisivo al Presidente Trump en las elecciones de 2016 y que ya han experimentado una dramática reducción de sus ventas a China.
Para que se tenga una idea, debido al conflicto, las exportaciones agrícolas norteamericanas a China disminuyeron de $19,5 mil millones de dólares en 2017 a solo $ 9,1 mil millones en 2018, lo que ha obligado a la Casa Blanca a destinar $28 mil millones de dólares en ayuda financiera para los agricultores afectados por las medidas contra China.
No hay dudas de que la guerra comercial contra China está constituyendo un boomerang para Donald Trump, con imprevisibles consecuencias para la economía norteamericana.