Glorias del deporte pinareño: “Dentro de poco en Cuba, lanzar dejará de ser un arte”

Editado por Angelica Arce Montero
2019-08-30 10:56:11

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El pitcheo cubano muestra bajos rendimientos en certámenes nacionales y foráneos. Foto: Ismael Francisco/Cubadebate

La Habana, 30 ago (RHC) En los encuentros de béisbol, el lanzador es el dueño del juego, ocupa la posición más difícil y se aferra al box para conseguir victorias. Así lo confirma la literatura especializada, al expresar que el pitcheo representa el 75 por ciento del éxito en un partido y, si recibe respaldo de la defensa y ofensiva, es un triunfo “al seguro”.

La historia de la pelota cubana atesora a estelares sobre el montículo como Braudilio Vinent, Jesús Guerra, Rogelio García, Julio Romero, Pedro Luis Lazo, Santiago Changa Mederos, José Antonio Huelga y Jorge Luis Valdés. Velocidad, control, inteligencia y agallas se mezclaban en esos brazos, que no pocas veces hicieron entonar las notas del Himno de Bayamo al llevarse la victoria en decisivos duelos internacionales.

Con maestría utilizaban la mecánica de los movimientos, colocaban los envíos en diferentes zonas, sobre todo en la baja; variaban la velocidad de los lanzamientos; tiraban en “L”, rotaban la pelota, entre otros recursos que probaban su calidad y que eran unos artistas serpentina en mano.

Mas, la confianza con que lucía e inspiraba aquel desfile de estrellas por la lomita, ya es historia, y son pocos los lanzadores que conservan el temple ganador.

Serpentineros pinareños retirados como Rogelio García, Reynaldo Costa, Omar Ajete, Faustino Corrales, Félix Pino,  Maximiliano Gutiérrez y Juan Carlos Oliva, junto al avezado preparador José Manuel Cortina, consideran que dentro de poco en Cuba “lanzar dejará de ser un arte”.

Criterio avalado por la disminución de la calidad del pitcheo en certámenes nacionales y foráneos, escasez de hombres que rebasan las 90 millas, pobreza de repertorio, falta de pícheres zurdos y el aumento de lesiones.

Entre los errores técnicos más comunes se encuentran los problemas de control, no fildear bien, cansarse en los finales, pocas asistencias, no terminar los movimientos, caer sobre el talón, lanzamientos que se quedan altos y no cuidar los corredores.

Según los otrora monticulistas, todo parte de la base y por ello recomiendan pulir el ABC: recta, curva y cambio de velocidad. Elementos que en nuestro béisbol están en peligro de extinción, salvo la recta.

Hay muchos ejemplos de partidos que se pierden de momento y contra todo pronóstico, como lo ocurrido en la discusión del quinto escaño en la final Panamericana de Lima. El pitcheo cubano fue incapaz de preservar una ventaja de ocho anotaciones, cuando ganaba nueve carreras por una.

¿Por qué recibimos tantos batazos?, porque no tenemos educación de dos cosas: ni de zona, ni de dominio de lanzamientos, y eso se aprende desde las edades tempranas, en las que el camino hacia la especialización debe tener prioridad.

De ahí la importancia que sean llamados a las Escuelas de Iniciación Deportiva (EIDE) aquellas figuras destacadas en la todavía pasión nacional, pues en ocasiones ocupan su lugar profesores expertos en teoría, pero carentes de práctica, y en el difícil arte de lanzar, ambas son necesarias.

Desde las categorías inferiores, se tendrá que aumentar el rigor de los entrenamientos, con vistas a adiestrar las cargas para la competición y cuidar los brazos.

Tendríamos que remitirnos a la preparación de los años 80 y 90, la cual dista mucho de la actual, no tanto en contenido sino en sistematicidad y exigencia. La rutina contaba de extensas horas de trabajo en las que se hacían ejercicios de repetición dentro del terreno, según el rol y para perfeccionar las habilidades de fildear y tirar a las bases. Los técnicos enseñaban también a batear a los lanzadores, a fin de  aumentar el pensamiento técnico-táctico.

Luego comenzaba la parte física. Además del arduo trabajo en el gimnasio, se realizaban carreras cortas y de resistencia junto a arrancadas rápidas para fortalecer las piernas y evitar los dolores de brazo. Lo más interesante era que en ese tiempo no se hablaba de otra cosa que no fuera “de pelota” en la instalación de entrenamiento.

Relacionado con capacidades físicas como la resistencia y la rapidez, está el somatotipo de los peloteros. En Cuba, tras la crisis económica del período especial, la mayoría de los atletas no crecieron con la mejor alimentación y eso repercute en la figura y el rendimiento.

Desde el punto de vista somático, un serpentinero debe medir 1.83 centímetros y pesar 87 kilogramos. En la actualidad, los mayores problemas son con la talla, pues muchos jóvenes no llegan a 1.80 cm. No obstante, se ha probado que existen, lo que hay que salir a buscar el talento.

En los 80 se viajaba con frecuencia a los municipios, de ahí surgieron grandes lanzadores de los últimos 25 años como Pedro Luis Lazo, Orestes González y José Ariel Contreras.

Otro llamado que hace el béisbol cubano es a aumentar la captación de niños que tiren con la llamada mano equivocada, para luego trabajar sobre el control, arma de mayor efectividad en los monticulistas siniestros.

Durante el entrenamiento, los técnicos deberán utilizar más al psicólogo, figura vital para la mejora de la concentración en determinadas situaciones del juego, además de modelar conductas e incentivar acciones que demanden creatividad en los atletas, fase superior de la inteligencia.

En busca del rendimiento óptimo, resultarán esenciales la sistematicidad y la elaboración de indicadores a cumplir en cada sesión de trabajo, siguiendo un orden lógico en función del interés del colectivo.

Unido a ello, la calidad de nuestras glorias y cuánto pueden aportar al béisbol, son pilares sobre los cuales se deberá construir la escuela cubana de pitcheo para lograr una preparación más efectiva y rescatar la tradición en el “difícil arte de lanzar”.

(Tomado de Cubadebate)



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