Por Martha Gómez Ferrals
Cuando se fundaron las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) el 26 de octubre de 1959, a pocos meses del triunfo de enero, varias convergencias del azar y la historia hicieron inolvidable aquel suceso: ocurriría la última aparición pública y discurso de Camilo Cienfuegos, y el pueblo daría un sí rotundo para sumarse masivamente a la defensa de la Revolución con las armas en la mano.
La belleza de las encendidas palabras del Héroe de Yaguajay, al recitar fragmentos del poema ‘A mi bandera’, de Bonifacio Byrne, quedó grabada por siempre en la retina y en los corazones de los miles de asistentes a la patriótica concentración, realizada en la plazoleta frente al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución.
Camilo Cienfuegos vibró al exclamar: “ Para detener esta revolución cubanísima, tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pasar, serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: "Si deshecha en menudos pedazos/ se llega a ver mi bandera algún día,/ nuestros muertos, alzando los brazos/ la sabrán, defender todavía."
El joven líder Fidel Castro explicó al pueblo los motivos de la creación de las MNR, el brazo armado con que la población defendería el sistema y el proceso de cambios que había empezado desde temprano a cumplir el programa de igualdad, soberanía y justicia social anunciado en la autodefensa en el juicio por los sucesos del Moncada.
Desde muy pronto las agresiones e injerencias del Gobierno de Estados Unidos, el Pentágono y la CIA, también se llevaban a cabo con singular crudeza. Días antes de la creación de las MNR una avioneta había sobrevolado a un acto público y disparado a mansalva a los concurrentes, lo que causó la muerte a dos personas y unas 50 fueron heridas.
Por todo el país la contrarrevolución, pagada y organizada por la CIA, atacaba solapadamente objetivos económicos, quemaba campos de caña, secuestraba pesqueros y pescadores, incluso ametrallaron un tren de pasajeros que viajaba de Yaguajay a Caibarién.
No se excluían bárbaros sabotajes con explosivos Made in USA y armas entregadas por la nación norteña; se cometían, además, crímenes y torturas con las personas secuestradas.
Pero mayor era la fuerza del pueblo y de los cubanos patriotas que se incorporaban al carro de la historia legítima. Y los enemigos no la calcularon.
Sobre aquella decisión, Fidel expresó años después: “Ya desde muy temprano se le demostró con ello al imperialismo que estábamos dispuestos a luchar y que esta era una revolución de pueblo; porque solo una revolución de pueblo puede armar al pueblo”.
La lucha contra bandidos, diferentes manifestaciones de la contrarrevolución interna y el apoyo a las Fuerzas Armadas Revolucionarias durante la invasión a Playa Girón, donde los cubanos derrotaron a los mercenarios entrenados y enviados por el gobierno de EE.UU. en 1961, conocieron de la valentía y la entrega de los milicianos.
Obreros, campesinos, estudiantes, intelectuales, hombres, mujeres, personas mayores, adolescente casi niños… dieron un paso al frente para integrar los humildes y combativos batallones que entrenaban en patios de centros laborales y hasta en calles, muchas veces sin las armas adecuadas, pero con tenacidad y sin cejar en el cumplimiento de sus misiones.
Su efectividad estaba fuera de duda. En 1962, la peligrosa Crisis de Octubre o de los Misiles, concitó el honor de las milicias populares cubanas, con miles de miembros movilizados en todo el país.
De aquellos primeros soldados del pueblo, muchos llegaron con energía y fuerza a la etapa de las misiones internacionalistas. También sus filas sirvieron para nutrir a las tropas regulares de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y a las reservas, cuando todavía no existía el Servicio Militar General.
El máximo líder de la Revolución destacó que muchos milicianos se hicieron cuadros, e incluso algunos se convirtieron en destacados oficiales de las FAR.
Fidel valoró que con el devenir de los años, el fortalecimiento del sistema defensivo cubano, la creación de escuelas técnicas y academias militares, el movimiento de las milicias se fue diluyendo después de ser semilla y savia.
Pero en los años 80 del pasado siglo, los tambores de guerra y la agresividad imperial subieron el tono habitual respecto a Cuba. Se intensificaron las muestras contundentes de esa agresividad y la llegada a la Casa Blanca de Ronald Reagan, quien desató una beligerancia anticomunista ofensiva y retrógrada, de corte fascista, de acuerdo con Fidel, no dio margen a dudas.
Esto creó condiciones para que en 1980 Cuba decidiera revitalizar la doctrina esencial de armar al pueblo, principio básico de la Revolución.
Así nacieron las Milicias de Tropas Territoriales, con un gran desarrollo y protagonismo en la vida nacional en los finales del siglo XX y principios del milenio.
La defensa y la disposición de combate de los cubanos, sigue descansando, primero, en la decisión a muerte de ser libres y preservar la soberanía de la nación , sin que nadie foráneo dicte el destino.
Y por supuesto, se cimenta desde la preparación combativa de las FAR, hasta la reserva y otros medios, entre los cuales se alistarán siempre, al llamado de la Patria, las milicias. Como hace 60 años y como proclamara Camilo: La defensa y la economía son hoy tareas de primer orden. (Tomado de la ACN)