Tras las huellas del Valle de los Ingenios. Foto: Prensa Latina
Sancti Spíritus, Cuba, 17 oct (RHC) Seductor a primera vista, el Valle de los Ingenios, en la actual provincia cubana de Sancti Spíritus, exhibe un total de 73 sitios arqueológicos como exponentes del desarrollo alcanzado en la industria azucarera y su posterior declinar.
La historiografía de Trinidad, demarcación a la que pertenece, menciona a las casas de calderas, almacenes, torres y pozos, las residencias para los ricos hacendados, así como enfermerías y cementerios, entre los restos o huellas de ese pasado, asociado a la explotación de la mano de obra esclava.
Este territorio, cuyos ingenios y viviendas fueron dibujados casi idílicamente como aparecen en un antiguo libro, posee una extensión de 253 kilómetros cuadrados y altos valores paisajísticos.
Al centro histórico urbano de Trinidad y al Valle de los Ingenios (incluye a la emblemática torre Manaca-Iznaga) la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) les confirió en 1988 la condición de Patrimonio Cultural de la Humanidad.
La torre tipo campanario o atalaya de unos 45 metros de altura, desde donde también se contempla la verde planicie, perteneció al ingenio azucarero San Alejo de Manaca y fue construida por orden de Don Alejo María del Carmen Iznaga y Borrell en el siglo XIX, a fines de la década del 20 o inicios del 30, de acuerdo con investigadores.
En 2014, con motivo de la celebración del 500 aniversario de Trinidad -la tercera de las villas fundadas en la isla por los españoles- decidieron sembrar árboles en el valle, lo cual le ha permitido ir recuperando poco a poco el verdor que lo caracterizó.
A propósito de la festividad, se rehabilitó la casa-hacienda del ingenio Guáimaro, industria que en 1827 producía unas 82 mil arrobas de azúcar mascabada, la cifra más alta para una factoría de su tipo en Cuba.
Sin lugar a dudas, entre los exponentes de mayor riqueza hallados en la zona sobresalen las casas-haciendas de los ingenios Manaca-Iznaga, restaurada desde hace décadas, donde radica un restaurante y la citada torre, Guáimaro, San Isidro de los Destiladeros -atesora una torrecilla- y Buenavista.
Esta última fue sometida a una reconstrucción capital que le devolvió su esplendor de antaño, ahora a la espera de mejores tiempos para brindar sus servicios al turismo. Desde cualquier punto de su terraza, se puede apreciar un bello espectáculo natural, de ahí quizás su nombre de Buenavista.
Otra de las casas-haciendas de interés es la de Guachinango, la única ganadera en el valle, donde resaltan las pinturas murales en las paredes interiores y exteriores, realizadas por anónimos artistas de la época, que reflejan escenas bíblicas, mitológicas y de animales.
El programa de rehabilitación integral del Valle de los Ingenios ha sido orientado desde 2009 por el Ministerio de Turismo, con la participación de empresas y organismos.
Ese escenario constituyó una de las regiones azucareras más grandes durante los siglos XVIII y XIX por sus favorables condiciones naturales, entre ellas la fertilidad de sus tierras, a lo que se sumó la disponibilidad de puertos cercanos para el embarque.
Al principio los españoles utilizaron el terreno para la ganadería, la plantación de tabaco y otros cultivos, hasta que llegó el boom de la industria destinada al procesamiento de la caña de azúcar. (Fuente: Prensa Latina)