Era el bayamés Francisco Vicente Aguilera y Tamayo a los 47 años, en 1868, uno de los hombres más ricos de la Cuba colonial.
Por: Jorge Wejebe Cobo
La Habana, 21 feb (RHC) Era el bayamés Francisco Vicente Aguilera y Tamayo a los 47 años, en 1868, uno de los hombres más ricos de la Cuba colonial. Pero en contra de lo que podía esperarse, por su privilegiada condición social, junto a su amigo de la infancia Carlos Manuel de Céspedes, y como él propietario de grandes fortunas, conformaron junto a otros una generación de opulenta cuna que lo sacrificaron todo por ver a Cuba independiente.
Aguilera tenía un gran talento para multiplicar la fortuna heredada en plena adolescencia al morir su padre, que lo convirtió en quizás el más joven dueño de alrededor de 500 esclavos, incontables haciendas e ingenios en la región de Jiguaní, Manzanillo, Bayamo, Guantánamo y Tunas, que rendían innumerables ganancias tanto en la producción azucarera y agrícola, como en negocios de almacenes y del comercio.
Estaba muy lejos de ser un fracasado en los negocios e inclusive tenía lazos familiares en la alta sociedad colonial, al estar casado con Ana de Quindelán, hija de un coronel de milicias y procurador a las Cortes españolas, lo que incrementó su fortuna y ascendencia entre las autoridades de la época que lo estimularon a optar y comprar el título de Conde.
Sin embargo, ni la riqueza, ni el poder pudieron desviar sus ansias libertarias que se vieron muy influenciadas en sus años de estudiante en La Habana, donde recibió clases en el aula de José de la Luz y Caballero, y entró en contacto con las ideas de la Revolución francesa, que entraban en evidente contradicción con la dura realidad represiva del sistema colonial español. Con una formación liberal como abogado retornó a su Bayamo natal.
Su preparación académica no resultó muy diferente a la de otros integrantes del Comité Revolucionario de Bayamo y el Oriente en 1867, al que se integró entre los primeros para conspirar en su residencia y la de Perucho Figueredo, donde compusieron la marcha guerrera La Bayamesa, junto a Carlos Manuel de Céspedes y Francisco Maceo Osorio, entre otros integrantes del futuro alzamiento del 10 de octubre de 1868, al que se sumó.
Francisco Vicente Aguilera fue uno de los primeros que prendió fuego a su residencia en los dominios bayameses, ante la inminente entrada de las fuerzas españolas en la ciudad en 1869, y sacrificó todos sus bienes a la causa independentista.
No aspiró al poder y desde el inicio del movimiento revolucionario rechazó la división y expresó ante los dudosos la frase de: “Acatemos a Céspedes si queremos que la Revolución no fracase”.
Manuel Sanguily escribió sobre él: “No sé que haya una vida superior a la suya, ni hombre alguno que haya depositado en los cimientos de su país más energía moral, más sustancia propia, más privaciones a su familia adorada, ni más afanes ni tormentos del alma”.
Lo nombraron Mayor General, Secretario de la Guerra, General en Jefe del Ejército de Oriente y vicepresidente de la República de Cuba en Armas hasta que en 1871, cuando ocupaba esa última responsabilidad, se trasladó a Estados Unidos con el encargo de unir a los emigrados y aumentar el envío de recursos.
Esa misión se haría casi imposible de cumplir por la división de la emigración y la acción del gobierno norteamericano, aliado a España en la coincidencia de intereses temporales que los unía en mantener el dominio colonial sobre Cuba, lo que consideraba Washington como más beneficioso hasta poder anexarse la Isla en un futuro.
Pero no desistió en la misión encomendada y viajó al Viejo Continente con la esperanza de encontrar mayor receptibilidad en la emigración, de donde regresó a EE.UU. y escribió “(…) los ricos cubanos que se hallan en Europa fueron educados por el gobierno español para esclavos, disipan sus rentas en los placeres de París; pero, no ayudan a la Revolución.”
En sus últimos meses de vida se le veía en New York abandonado y pobre, sin recursos para subsistir y casi sin poder hablar por el cáncer en la garganta que padecía, pero sin renunciar a los ideales de independencia en aras de los cuales sacrificó todo, incluyendo su vida.
De Francisco Vicente Aguilera, quien dejó de existir hace 145 años en la mañana invernal de New York del 22 de febrero de 1877, dijo José Martí que era “el millonario heroico, el caballero intachable”.