Imagen: Cubadebate.
La figura de Rubén Martínez Villena emergió en los espacios de combate dentro de la sociedad cubana en un momento de importantes cambios. La década del veinte del siglo XX en Cuba marcó la irrupción de grupos, organizaciones y figuras que aportaron nuevas fuerzas que habrían de actuar de manera fundamental en la situación revolucionaria que se estaba gestando.
Condiciones como los primeros síntomas de una crisis estructural, a partir del estancamiento de la industria azucarera de la cual dependía toda la economía, así como el claro desgaste del sistema político y la evidente injerencia estadounidense en los asuntos cubanos con la presencia de un “enviado personal” del presidente norteño, Enoch Crowder, impulsaron cuestionamientos a esa realidad, aunque de diversos matices. Villena emergió entonces y pronto se alineó con las fuerzas más revolucionarias.
En el contexto apuntado, se hacían recuentos del desarrollo de la república en sus primeros 20 años, así como del primer cuarto del siglo XX con resultados no alentadores, aunque lo más perceptible para muchos era la escandalosa corrupción dentro de las esferas de gobierno.
No obstante, hacia 1923 el movimiento estudiantil por la reforma universitaria, la Protesta de los Trece, el Primer Congreso Nacional de Mujeres y el Primer Congreso Nacional Revolucionario de Estudiantes, así como el inicio del Movimiento de Veteranos y Patriotas, ponían en movimiento a la sociedad; mientras, el movimiento obrero alcanzaba progresivamente mayores niveles organizativos a partir del Congreso Nacional de 1920, la fundación de la Federación Obrera de La Habana en 1921 y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) en 1925.
Esto se acompañó de la fundación de la Agrupación Comunista de La Habana en 1923 y, en 1925, del Partido Comunista de Cuba. Villena se insertó en ese movimiento de manera activa y trascendente.
La expresión popular de alguna manera mostró la realidad de entonces:
La República cubana
tiene un gran inconveniente,
que no es libre y soberana,
ni tampoco independiente.[1]
Mientras, poemarios como La Zafra de Agustín Acosta (1926), mostraban con mayor precisión la realidad cubana, cuando identificaban al “nuevo amo” y decía que “las viejas carretas” que llevaban “el futuro de Cuba en las cañas”:
Van hacia el coloso de hierro cercano:
Van hacia el ingenio norteamericano,
y como quejándose cuando a él se avecinan,
cargadas, pesadas, repletas,
¡con cuántas cubanas razones rechinan
las viejas carretas…![2]
En tal contexto emerge la figura de Villena.
Rubén Martínez Villena (1899-1934) graduado de abogado en 1922 en la Universidad de La Habana, era un poeta que homenajeaba en versos a los grandes héroes como Agramonte, Maceo, Gómez, aunque también plasmaba angustias existenciales, como en “El gigante” (1923): “¿Y qué hago yo aquí donde no hay nada/ grande que hacer? ¿Nací tan sólo para/ esperar, esperar los días, / los meses y los años?”[3]
Foto: Radio Rebelde.
Alrededor de Villena se fue nucleando un grupo de jóvenes intelectuales que formaron el llamado Grupo Minorista, quienes se reunían en tertulias a discutir sobre los temas del arte y la literatura y las nuevas formas de la vanguardia en el mundo. Este grupo fue a la Academia de Ciencias el 18 de marzo de 1923, donde se desarrollaba un homenaje del Club Femenino de Cuba a la escritora uruguaya Paulina Luisi, y lo interrumpieron cuando el secretario de Justicia Erasmo Regüeiferos iba a hablar. El motivo: Regüeiferos había refrendado la escandalosa compra del antiguo Convento de Santa Clara por un precio muy superior al real. Se producía la Protesta de los Trece. Al día siguiente, trece de los protestantes emitieron un Manifiesto donde aclaraban el sentido de la protesta ante lo que calificaban de falta de patriotismo y decoro, y se pronunciaban por el castigo a los gobernantes delincuentes, actitud que prometían mantener. Rubén fue el orador en el acto del 18 de marzo y, al relatarlo en su “Mensaje lírico civil”, fue mucho más allá de la denuncia de un acto de corrupción, pues llamó a combatir:
Hace falta una carga para matar bribones,
para acabar la obra de las revoluciones;
(…)
para que la república se mantenga de sí,
para cumplir el sueño de mármol de Martí;
(…)
Rubén preguntaba entonces: ¿Adónde vamos todos en brutal extravío /
sino a la Enmienda Platt y a la bota del tío? Y terminaba con un juramento: Yo tiro de mi alma, cual si fuera una espada, /y juro, de rodillas, ante la Madre América”.[4]
Con el liderazgo natural de Rubén, el grupo se organizó en la Falange de Acción Cubana en el mes siguiente con propósitos cívicos, y se incorporaron al Movimiento de Veteranos y Patriotas que logró un importante impacto en la sociedad a partir de su origen veteranista y las sesiones en asambleas, en las cuales se potenciaba la condena a la corrupción como aspecto esencial. Julio Antonio Mella comprendió pronto que aquel Movimiento tenía muchas limitaciones, e insistió con Villena que este se desconectara de ese Movimiento para que buscara una dirección más consecuente en su lucha.
Después de la experiencia decepcionante de aquel Movimiento, Rubén continuó la lucha, más vinculado ahora con el propio Mella: se incorporó como profesor en la Universidad Popular José Martí, en 1925 fundó junto a Mella la Sección cubana de la Liga Antimperialista de las Américas y la Liga Anticlerical, también fue abogado defensor del joven estudiante durante su huelga de hambre como parte del Comité Pro Libertad de Mella, y se vinculó a la actividad periodística donde se destaca su labor en Venezuela Libre, junto a exiliados venezolanos, y en América libre, órganos que dirigió hasta su clausura por Machado.
Cuando ya comenzaba a sufrir los síntomas de la enfermedad que frustraría su vida, la tuberculosos, en 1927 ingresó al Partido Comunista. Si vínculo con el movimiento obrero como asesor legal de la CNOC y su militancia comunista se plasmarían tanto en acciones como en escritos, a partir de un liderazgo reconocido, pero sin ocupar cargos de dirección pues entendía que estos correspondían a obreros. Su ensayo “Cuba: factoría yanqui”, que Mella llevó al Congreso Contra la Opresión Colonial y el Imperialismo, en Bruselas, es un estudio de la historia de Cuba y, especialmente, la política de Estados Unidos hacia la Isla y la dominación neocolonial desde una perspectiva marxista. Era un estudio para definir también los objetivos de lucha. Desde estas posiciones se entiende su polémica con Jorge Mañach.
Balada para dos poemas de Rubén Martínez Villena
Ante la iniciativa de un grupo de compañeros de solicitar contribución económica para publicar la poesía de Villena, Mañach expresó su desacuerdo con “Nuestro Rubén”, donde ironizaba sobre aquella iniciativa; entonces Rubén respondió que si hubiera escrito un libro “demostrando la absorción de nuestra tierra por el capitalismo estadounidense, o en las condiciones míseras de la vida del asalariado en Cuba” quizás aceptaría, pero “Yo destrozo mis versos, los desprecio, los regalo, los olvido: me interesan tanto como a la mayor parte de nuestros escritores interesa la justicia social.”[5] El fondo en realidad era el papel del intelectual en la sociedad.
Después de una ausencia en busca de tratar su enfermedad en la Unión Soviética, Rubén regresa a Cuba cuando la situación revolucionaria está llegando a su punto de mayor madurez, en 1933, entonces escribió “Las contradicciones internas del imperialismo yanqui en Cuba y el alza del movimiento revolucionario” donde buscó desentrañar el sistema de contradicciones de aquel momento en el área y en Cuba en particular, en la relación con Estados Unidos, estudio que le llevó a afirmar que se trataba del “proceso dialéctico que condena a muerte al régimen capitalista, el régimen de opresión nacional y explotación colonial del imperialismo.” Para él, Cuba era en ese momento, “el eslabón más débil de la cadena imperialista en el Caribe.”[6]
Este joven, que dedicó sus mayores esfuerzos a la lucha popular, este poeta que nunca dejaría de serlo, pero que sentía su mayor deber en el impulso a la revolución desde el vínculo con los obreros, que supo organizar una huelga general de 24 horas en 1930, que dedicó su último aliento al IV Congreso de la CNOC, murió justamente el 16 de enero, cuando estaba desarrollándose el Congreso.
El joven amigo de Mella, de Pablo de la Torriente Brau, fue homenajeado en el Salón de Torcedores con las canciones e himnos revolucionarios, por supuesto, con La Internacional.
Sepelio de Villena.
[1] Samuel Feijóo: Cuarteta y Décima. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980, p. 19
[2] Agustín Acosta: La Zafra. Poema de combate. Colección La semilla en el surco y Sociedad Económica de Amigos del País, Impreso por Editorial Nomos S. A., Colombia, 2004, pp. 59-62
[3] Rubén Martínez Villena. Colección Órbita, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1972, p. 92 (todas las referencias de Villena están tomadas de esta obra)
[4] Ibid., pp. 95-100.
[5] Ibid., p. 213.
[6] Ibid., pp. 188-206.