Foto de archivo
La Habana, 22 nov (RHC) Qué épica jornada aquella del 22 de noviembre de 1959, cuando en la precordillera de la serranía granmense –en el actual territorio de Bartolomé Masó– una marea humana desbordó el camino hasta El Caney de Las Mercedes. Allí se enalteció, desde la voluntad colectiva, la esencia altruista de un trabajo voluntario, que marcaría un antes y un después en la Cuba ya emancipada.
Qué simbólico domingo aquel, en el que miles de hombres y mujeres juntaron sus manos para impulsar la construcción de la Ciudad Escolar Camilo Cienfuegos, considerada la primera obra educacional de la Revolución, que se destinaría a unos 20 000 niños de la Sierra Maestra.
La motivación había nacido ese día 22, cuando, desde la madrugada, en el parque Bertot y la Sociedad Maceo, de Manzanillo, tabaqueros y empleados de diferentes gremios, junto a los tirapiedras (trabajadores del calzado), superaron con creces la capacidad de los más de 40 camiones situados en esa urbe por el Comandante Manuel (Piti) Fajardo Rivero –designado jefe de operaciones en la Sierra Maestra y guía de la edificación de la Ciudad Escolar– para partir rumbo a El Caney.
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Cuentan que era tanto el entusiasmo por participar en aquella tarea, convocada por el Che, que hubo quien aportó su auto propio, y algunos hasta alquilaron un medio de transporte para llegar hasta el sitio donde se construía la Ciudad Escolar. De otros municipios y de la serranía llegaron también, en carretas tiradas por tractores y a caballo, obreros y campesinos dispuestos a poner su granito de arena en la obra.
El Guerrillero Heroico, quien había arribado en una vieja avioneta a El Caney –antes de iniciarse el trabajo– se subió a la cama de un camión y explicó la importancia de aquella jornada laboral, que, si bien no era la primera en Cuba, sí impulsaría este tipo de actividad, que en lo adelante, se multiplicó por toda la Isla.
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No en vano significaría que «esa labor creadora entre todos se revertiría en beneficios para el pueblo y no para enriquecer a un patrón, como antes», según dijo a este diario, hace un lustro, el manzanillero y periodista (retirado) Ramón Sánchez Parra, testigo de ese momento, y autor de la única foto conocida de la épica jornada.
Desde entonces, en todos los sectores laborales del país, cobró impulso el trabajo voluntario como expresión de la conciencia colectiva para edificar una obra mayor: la Revolución.
Hoy, 65 años después de aquella alborada que devino en un jolgorio popular, fruto del esfuerzo creador, la fecha nos recuerda que, muchas veces, ante la adversidad, esa ha sido una forma de ayudar a levantarse; y, otras tantas, ha servido de fuerza vital para reanimar producciones agrícolas.
Por ello, el desafío en el escenario actual es saber motivar a la gente, como nos enseñó, con su ejemplo, el Che.
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(Fuente: Granma)