Foto: ambito.com
Por: Alfredo García Almeida*
Según expertos, la segunda administración de Trump, será muy diferente a su primera presidencia, en particular en lo relativo a la negociación. (Apuntar alto y luego presionar hasta alcanzar lo deseado).
Trump regresó a la Casa Blanca, tras un contundente triunfo electoral que le dio legitimidad popular, el control de ambas cámaras del Congreso; un Partido Republicano inclinado a sus pies y una oposición demócrata desmoralizada. En la formación de su gobierno, organizó un Gabinete de “leales”, con dominio conservador de la Corte Suprema y una fuerza económica, política y mediática, como nunca antes había tenido un presidente en la historia moderna de EEUU. Con todas esas condiciones a su favor y su conocida vanidad pretenciosa de “superpresidente”, se espera que Trump intente un poder absoluto presidencial.
El flamante presidente, se siente poseído por una “llamada divina”, para cumplir la misión histórica de volver a hacer de Estados Unidos un país grande, entre ello, organizar una guerra cultural “machista” contra la “ideología de género”. Trump emitió una orden ejecutiva, declarando que EEUU solo reconocerá “dos sexos, masculino y femenino”. Todo ello se facilitará con la alianza estratégica de los millonarios “tecno-oligarcas”, Elon Musk, Jeff Bezos y Mark Zuckerberg, con Trump, quienes han aceptado las prioridades del presidente.
La retirada de organismos internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, indican la consolidación del nacionalismo extremo y una alianza multilateral con Gobiernos de derecha, como Argentina, Italia y Hungría, así como movimientos de ultraderecha que se sentirán fortalecidos para unir fuerzas y difundir sus posiciones ideológicas, en una cruzada a escala internacional. Trump conmutó las penas a los miembros de los grupos de extrema derecha, Oath Keepers y Proud Boys, que fueron condenados por conspiración sediciosa en relación con el motín del Capitolio.
Declarar enemigos y adversarios con carácter “vengativo”, adelantar deportaciones para “devolver a millones de extranjeros delincuentes a los lugares de los que procedían”, marcan una política racista de criminalización de los migrantes, que no respeta los derechos humanos ni la unidad familiar. Declarar a los actores del crimen organizado y del narcotráfico como “terroristas”, es luz verde para acciones de intervención militar “encubierta” en México.
La declaración de una pausa de 90 días en la ayuda al desarrollo exterior de Estados Unidos, para evaluar la eficiencia programática y la coherencia con su nueva política exterior, suspendiendo inmediatamente obligaciones y desembolsos de fondos de ayuda, es visto como extorción internacional contra los “aliados” menores, para crear presión e intimidación como el caso de América Latina, que ya ha declarado: “no los necesitamos”, relegando al continente a una inesperada situación marginal dentro de sus planes de negociación, “paz con fuerza”.
*periodista, analista internacional colaborador desde Mérida, Yucatán.