Por Pedro M. Otero Cabañas
Los acciones terroristas y sabotajes que se registran con escalofriante regularidad en cada vez más países, confirman un criterio que cobra categoría de certeza: el Mundo es escenario de una guerra generalizada o del tambièn llamado periodo de guerras eruptivas, por su multiplicación en decenas de territorios.
En su visita de septiembre de 2015 a Cuba, el papa Francisco consideró que se está viviendo la tercera guerra mundial, pero por etapas. Lamentablemente, los hechos corroboran tan funesta declaración.
Las acciones del Grupo terrorista Estado Islàmico (EI) en Siria, Irak y su extensiòn a ciudades de Europa clasifican como como guerras atípicas, porque carecen de frentes de combate precisos y sus efectos resultan letales particularmente para la poblaciòn civil.
Pero ademàs los fundamentalistas del EI aplican métodos de verdadero terror, que pareciera inimaginables en los tiempos que corren. Ni siquiera las más retorcidas mentes de los fanàticos de la edad media, ni el mismìsmo Torquemada fueron tan brutalmente crueles y desalmados.
Algunas con mucha presencia mediàtica y otros con menos o casi nula, lo cierto es que estamos viviendo guerras regionales en casi todas latitudes o una Guerra Cuarta Dimensión, como definen algunos expertos este escenarios de muertes y violencia extrema.
Naciones Unidas reconoce la prevalencia de 13 conflictos armados, que califica como de envergadura. El más antiguo es el israelo -palestino, sin solución desde 1948, e incluye en la misma categoría los de Afganistán, Somalia, Pakistán, Yemén, Siria y Nigeria, entre otros.
Tambièn la ONU categoriza como guerras menores otros 31 conflictos armados, y cita los que tienen lugar en Cachemira, Birmania, la insurgencia en el nordeste de la India y otros en el Magreg, Nìger, Uganda.
En concreto, entre los primeros y estos ùltimos se registran actualmente 43 guerras, conflictos o acciones militares en vastos territorios del mundo, en las cuales están involucradas casi 100 millones de personas, en su mayorìa civiles.
Hoy hasta los mismos apologistas del capitalismo reconocen que tan virulento escenario mundial es resultado de las desafortundas políticas ejercidas por las grandes potencias colonialistas e imperialistas. El politólogo Noam Chomski responsabilizó a los gobiernos estadounidenses de alimentar los conflictos territoriales y tribales en África y de ser, en màs de la mitad de las veces, el causante de las guerras en otras zonas geográficas.
El propio EI es el resultado de ese maquiavelismo imperial. El nacimiento y desarrollo de esa fuerza militar fundamentalista fue concibida en las oficinas de las instituciones guerreristas estadounidenses para contraponerla a los gobiernos de Siria, Irak y los grupos independentistas de la región medioriental. Escapado de sus manos, el monstruo de Frankestein persigue ahora a su creador.
La solución de estos conflictos parece aùn lejano. Tal pareciera que la paz es un estado de felicidad ajena al Hombre, inmerso en conflictos desde su misma presencia en la Tierra como ser consciente.
Pero dejar de aspirar a la paz no es un opción y luchar por obtenerla deberìa ser la primera ley de cada nación. Al menos de todas aquellas que la consideren como la cuerda fundamental para enhebrar el tejido social que las haga màs fuertes y feliz.