Por: Guillermo Alvarado
En el año en que todo cambió para todos, la pandemia de covid-19 mostró las grandes desigualdades existentes en la región de América Latina y El Caribe, donde la enfermedad trastornó los parámetros fundamentales en la economía, la salud, educación, empleo, bienestar y tranquilidad social.
Respecto a la situación sanitaria, como las cifras crecen todos los días es necesario hacer un corte que sirva de punto de referencia y para los efectos de este resumen lo situaremos en el 15 de diciembre.
Hasta ese momento las estadísticas de la Universidad John Hopkins, uno de los centros académicos que da seguimiento a la situación, indicó que había en nuestra área 14 millones 104 mil de casos confirmados, de los cuales fallecieron 472 mil 868.
Las cifras están por debajo de Europa, pero son más elevadas que las registradas en Asia, Medio Oriente, África y Oceanía.
Como todo el mundo conoce, la pandemia comenzó en nuestra región el 26 de febrero, cuando en Brasil se confirmó el primer caso, un hombre de 61 años que había regresado a Sao Paulo luego de hacer un viaje al norte de Italia.
A partir de ese momento en el Gigante Sudamericano las cifras fueron creciendo ante la indiferencia del gobierno que preside Jair Bolsonaro, que se negó durante mucho tiempo a tomar medidas estrictas de tipo sanitario y dijo que la covid-19 sólo era una “gripecita”.
A pesar de los consejos de expertos dentro y fuera del país, las autoridades federales hicieron muy poco y esa es la causa por la que el 15 de diciembre exhibía un registro de 6 millones 970 mil casos confirmados, y 182 mil 799 fallecidos, sólo por debajo de Estados Unidos en la cifra de muertes.
Otras naciones con más de un millón de enfermos por el SARS-CoV-2 son Argentina, con 1,5 y 41mil 204 decesos; Colombia, 1,45 y 29 mil 256 muertes; y México, 1,7 millones de casos y 115 mil 099 fallecidos.
Hay otros países que sin llegar a cifras tan altas vivieron este año circunstancias dramáticas, como Ecuador donde es muy difícil de olvidar los cadáveres y ataúdes tirados en las calles de la ciudad de Guayaquil por la falta de iniciativa y previsión de las autoridades sanitarias.
Chile, Bolivia y Perú también fueron muy afectadas por esta pandemia, que hizo sufrir más de la cuenta a las personas debido a la indolencia de sus más altos dirigentes.
En los pequeños países centroamericanos las cifras de infectados pasan de cien mil, excepto en Nicaragua, con 5 mil 887 y 162 fallecidos. En El salvador los casos confirmados rebasaron 42 mil, aunque hay sectores de la población que acusan al gobierno de maquillar las estadísticas.
En el extremo más positivo de esta escalofriante cuenta destacan países como la ya citada Nicaragua, además de Cuba con 9 mil 671 casos y 137 muertes y Uruguay que, con una población de 3,44 millones, tiene hasta ahora 10 mil 418 enfermos y 98 decesos.
Pero la tragedia va mucho más allá de las estadísticas sanitarias, pues la covid-19 está causando daños en la economía que serán muy difíciles de restaurar.
Organismos especializados, como la Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe, CEPAL, o el mismo Banco Interamericano de Desarrollo, advierten que millones de pequeñas y medianas empresas desaparecieron y la inversión extranjera directa cayó en el área entre el 45 y el 55 por ciento.
De acuerdo con la CEPAL, en 2020 desaparecieron en la región las conquistas sociales y económicas de los últimos diez años. Se trata, pues, de una década perdida.
Con el cierre masivo de escuelas, millones de niños en el área rural y las periferias urbanas, que no tienen acceso a las modernas tecnologías de comunicación, quedaron desconectados del sistema de educación y arrastrarán enormes lagunas en su proceso de formación.
Por lo menos 16 millones de niños latinoamericanos y caribeños caerán en la pobreza debido a la crisis sanitaria.
Otro gran reto está a la vuelta de la esquina y es la vacunación contra el nuevo coronavirus. Excepto Argentina, Brasil, México, y quizás Chile, tienen las condiciones mínimas para enfrentar este paso, tanto en lo económico como en la tecnología necesaria para almacenar y distribuir el inmunizante.
Aun así, ni siquiera en esos países se podrá inmunizar a todos los habitantes, por lo que la amenaza seguirá latente durante varios años.
Contra lo que algunos pudiesen opinar, la pandemia no nos hizo más iguales. Excepto casos puntuales, entre los que Cuba ha estado a la cabeza, la solidaridad no se generalizó y hubo quienes, cual mercaderes de la muerte, aprovecharon la crisis para enriquecerse.
Al finalizar diciembre estamos mucho, pero mucho más desiguales de lo que éramos cuando empezó este 2020.