La Caringa, parte de las tradiciones inmateriales cubanas

Édité par Nuria Barbosa León
2019-09-15 11:26:38

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Baile La Caringa

Por: Guadalupe Yaujar Díaz

La Habana, 15 sep (RHC) Las tradiciones inmateriales hasta la actualidad, parte del Patrimonio cultural cubano, mediante sus manifestaciones culturales, devienen señas de nuestra identidad y raíz de la nacionalidad frente a la homogenización neoliberal.

Las danzas folklóricas del campesino cubano -el zapateo, La Caringa, el son montuno- han permanecido casi incontaminadas desde su origen y se mantienen en un medio social que las alimentó con prototipos y movimientos fijos, por lo menos hasta muy avanzado el siglo XX. En ese contexto, dentro de aires y tonadas reiteradas que facilitan la improvisación y el repentismo, sin introducir variaciones sensibles en el baile.

Así se ubica “La Caringa”, peculiar danza popular surgida en el siglo XIX muy alegre y movida. Se trata de un género musical de Canarias, propio de la isla de La Palma, aunque de origen ciertamente confuso. Si bien la mayor parte de las referencias de que se dispone la ubican en Cuba, aunque también se sugiere su origen en África, existiendo, asimismo, autores que documentan su práctica en el noroeste de Castilla y León.

En la provincia cubana de Ciego de Ávila, territorio donde confluyeron diversas migraciones de africanos, caribeños, españoles, es un lugar donde perduran manifestaciones que atesoran la rica herencia.

Y es que en el imaginario avileño aparecen como resistencia al paso de los años, transmitidas de padres a hijos y así sucesivamente, festividades como los Bandos de Majagua, las parrandas de El Gallo y El Gavilán en Chambas, las fiestas del Primero de Agosto en Baraguá y del 10 de Octubre en Venezuela, por solo citar algunas.

Es la oportunidad para los pobladores de sentirse protagonistas de fenómenos culturales realmente autóctonos, marca los derroteros de muchas familias que hacen de esos días señalados en el calendario un momento especial de reencuentro con sus orígenes.
En algunos casos, el espíritu de competencia se adueña de las celebraciones como sucede en los Bandos Rojo y Azul, del municipio Majagua, y las parrandas de los barrios La Norte y La Narcisa (El Gallo y El Gavilán), en Chambas, y las del Yeso y La Salina en la norteña localidad de Punta Alegre.

Sin embargo, más allá de las discrepancias entre los grupos en pugna, las personas están divididas sólo por las simpatías hacia uno u otro color y unidas indisolublemente bajo el signo de una cultura integradora, de auténtica raíz popular.

De igual manera, en la cercanía de las villas de San Juan de los Remedios, las vegas de tabaco, los ingenios azucareros, las haciendas de ganado mayor y menor atrajeron la presencia de inmigrantes canarios, andaluces, y asturianos, mayoritariamente, los que poblaron las tierras de los antiguos municipios centrales de Vueltas y Camajuaní.

Pequeños comercios y bodegas de campo, velorios de santos y fiestas familiares, ferias agropecuarias y lidias de gallos, rodeos y fandangos campesinos donde solían asistir los poetas para aludir sus habilidades y los grupos musicales para amenizar, casi siempre las tardes de domingo, fueron los lugares de preferencia para cantar y bailar como único medio de distracción.

Los bailadores también la cantaban de una manera picaresca y graciosa, disponiéndose en dos filas, unos frente a otros. Los hombres a un lado y las mujeres a otro, mientras que los espectadores formaban un círculo alrededor de los que bailaban.

El bailador principal improvisaba un canto sobre algún asunto de actualidad y esta tonada era repetida por todos los bailadores y los espectadores, dando palmadas.

Los bailadores alzaban los brazos, dando vueltas como si tocaran castañuelas, acercándose los hombres a las mujeres, y cuando están a dos o tres pies de distancia, retroceden, para seguir haciendo lo mismo.

De vez en cuando, se entrelazan con los brazos, dan vueltas al compás de la música interpretada por los tambores, güiro, cencerro, quijada de burro, o cualquier otro instrumento que marque el ritmo.

En el devenir del tiempo, “La Caringa” está presente en la vida del campesinado cubano para celebrar festividades populares, velorios, y reuniones familiares y en muchos casos  se acompaña con la gastronomía criolla.

En tiempos de permanente lucha por preservar los valores inmateriales que poseemos, se impone el  reencuentro con nuestras raíces, esas que nos señalan la importancia de salvaguardar estas esencias de la identidad nacional para las futuras generaciones.

 



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