¿Para qué sirve Carlos Marx hoy?

Édité par Bárbara Gómez
2017-10-25 21:03:58

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Imagen tomada de Internet

Por Paquita Armas Fonseca /Especial para CubaSí

Víctor Fowler, poeta, ensayista, periodista, polémico, fue mi vecino cuando viví en Infanta y Manglar. Ahora lo es desde que dirige el Centro cultural Dulce María Loynaz. Cruza a mi casa a tomarse un café, un refresco y también ¿cómo si no? a conversar de lo humano (lo aburrido de las reuniones) lo divino Hegel, Marx, Trosky, Engels, Fidel, en fin….

Ahora se jala sus pasas porque está armando un homenaje digno e inédito sobre Carlitos en el aniversario 150 de ese libro que se llama El capital y que sigue siendo hoy, donde quiera que exista alguien inteligente, de derecha, de centro, o de izquierda, un objeto de estudio. En ese contexto Víctor quiere encontrar la respuesta a para que sirve hoy el judío alemán. No para él, Víctor lo sabe bien, lo quiere para organizar un atractivo ágape por el libro más publicado de la historia humana.

Intentaré una argumentación, la mía, por supuesto. Y empiezo por decir para qué NO sirve Marx:

1- No vale disfrazarse de marxista como hicieron algunos de sus contemporáneos y que él rechazó de cuajo. Federico Engels el 27 de octubre de 1890 le escribía a Pablo Lafargue “Ha habido revueltas de estudiantes, literatos y otros jóvenes burgueses desclasados se han lanzado al partido, han llegado a tiempo para ocupar la mayoría de los puestos de redactores en los nuevos periódicos que pululan y, como de costumbre, consideran la universidad burguesa como una escuela de Saint Cyr socialista que les da derecho de entrar en las filas del partido con el título de oficial, si no de general.

Estos señores practican todos el marxismo, pero de la especie que se conoce en Francia desde hace diez años, y del que Marx decía: “Todo lo que sé es que yo no soy marxista”. Y probablemente diría de estos señores lo que Heine decía de sus imitadores: “Sembré dragones y coseché pulgas”.

2- Tampoco sirve como simple recetario en el que se diga: con unos kilos de proletarios, otros de materialismo dialéctico y un grupo de seguidores “ilustrados” se puede destruir el capitalismo.

3- No sirve para explicar de un plumazo lo que significa la enajenación porque para llegar a ese difícil concepto, primero habría que amasar desde los Manuscritos económicos y filosóficos de 1848, hasta lo que hay de él (el resto es de Engels) en el tercer tomo del capital donde la famosa mercancía circula.

4- Marx no se puede usar como decálogo para construir el comunismo (él no habló de socialismo, en su época tenía muy poco prestigio)

5- Los manuales sobre su obra han demostrado ser pura bazofia: al Moro hay que entrarle de frente, leyéndolo en su esencia, repitiendo la lectura sobre párrafos o páginas que una no entiende.

6- Marx tampoco se inserta en simples lecturas que no conozcan su mundo: Inglaterra donde desarrolló su obra, incluido El Capital, la Alemania de Bismarck, la Francia de revoluciones, la Comuna de Paris entre ellas; la guerra la guerra de Secesión en los nacientes Estados Unidos de América y el incipiente atisbo neocolonial de algunas partes.

En 1852, en ocasión de que el amigo tuviera un hijo, le escribió a Weidemeyer “¡Magnífico momento para venir al mundo! Cuando pueda irse en siete días de Londres a Calcuta, tú y yo estaremos ya decapitados o dando ortigas. ¡Y Australia, y California y el Océano Pacífico! Los nuevos ciudadanos no acertarán a comprender cuán pequeño era nuestro mundo.” Ni su cerebro privilegiado pudo imaginar que un siglo después en avión se llegaba en horas a cualquier lugar, y que pasado otro tiempito con un clic se podría acceder a una buena parte de su obra en diferentes idiomas.

La Inglaterra de Carlitos se define en estas líneas: “Inglaterra era la dueña absoluta de los mares; su tierra producía la mayor cantidad de hierro y más carbón que en el resto de los países; en su capital se editaban seis matutinos, tres vespertinos y veinte semanarios; los telégrafos traían las noticias de todo el mundo; la locomotora ya no era un objeto extraño; a fines del siglo XIX, Londres tenía 19 estaciones de ferrocarriles; las familias dedicadas al comercio ocupaban casas de 20 y 30 habitaciones; se respiraba tal seguridad en el futuro que la sala de conciertos “Albert Hall” publicó un anuncio en el que admitía suscripciones por 99 años.

Esa era la cara para los turistas. El proletariado vivía hacinado en los suburbios, las prostitutas y mendigos deambulaban por las calles no escogidas por la alta burguesía; la contradicción social más palpable: la mayor riqueza y la mayor pobreza de la tierra. Los inspectores de las fábricas escribían los libros azules que nadie —menos un alemán— leía. En ellos, sin saberlo, los acuciosos funcionarios reflejaban la situación social y laboral de la clase obrera. Como papel viejo lo vendían a los libreros, luego de darles el uso previsto por los amos. En los timbiriches, manejados generalmente por ancianos, los compraba Carlos Marx.

A la casualidad y causalidad le debe Marx haber recalado, definitivamente, en el lugar que más condiciones ofrecía para desarrollar su obra cumbre. Nunca reconoció a Inglaterra como su segunda patria, se consideraba alemán y ciudadano del mundo, más, en esa Isla pasó la mitad de su vida; en ella amó, sufrió y alcanzó sus mayores logros científicos.”

7- Marx no es válido para quien no tiene por lo menos una aproximación de Shakespeare, Heine, Bethoven  y por supuesto, de Kant, Hegel, Feuerbach, y otros pensadores que nutrieron el pensamiento económico del judío.

8- Marx no vale para decir que es un “santo, santo, santo” como reza Guillén en su poema No voy a decir que soy un hombre puro. El fue “lo suficientemente impuro, para saber qué cosa es la pureza.” Tampoco fue un diablo, diablo, diablo, fue un hombre genial, extraordinario, trascendente, pero un hombre.

Marx sirve para:

1- Entender el capitalismo: hizo su más completo desmontaje, un análisis no superado hasta hoy. Es tan bueno su estudio, centrado especialmente en El capital, pero no sólo ahí, que hoy sigue siendo texto obligado en Harvard, Oxford y casi todas universidades del mundo. No se pueden entender los procesos sociales del siglo XXI sin los instrumentos que facilitó Marx en el XIX.

2- Descubrir qué es la plusvalía, fue uno de los aportes más importantes en las ciencias económicas y sociales en general: sin comprender ese hecho no se puede explicar el tránsito de la comunidad primitiva hasta el capitalismo de estado. Y me arriesgo a decir que de alguna manera explica la explotación del Sur por el Norte.

3- Es quien puso al materialismo al derecho, hasta él estuvo al revés: el idealismo, especialmente Hegel, aportaba la dialéctica y el materialismo, Feuerbach por ejemplo, contribuía con su materialismo, pero unos negaban a los otros como si fueran excluyentes. Marx y Engels en un brillante movimiento cognitivo pusieron la filosofía de pie.

4- Si el descubrimiento de la plusvalía fue esencial, hacer entender lo que significaba la circulación mercantil (esbozado por Marx, desarrollado por Engels) en el tercer tomo de El capital, fue un aporte medular para descubrir el mecanismo de enriquecimiento/empobrecimiento, y por tanto de las clases sociales.

5- Al desmontar la esencia del sistema capitalista Marx, de hecho, dejó claro lo que NO se puede hacer en el socialismo.

6- Para el judío existieron dos estadíos de lectores: los científicos, e intelectuales a los que debía convencer, por eso su erudición en El capital, y la gran  mayoría proletaria para quien escribió el Manifiesto del Partido Comunista, en un lenguaje directo y propagandístico. Un texto y otro tendría a los hombres y mujeres más cultos como correa de trasmisión de las categorías más importantes.

7- Fue un defensor de una prensa clara, eficaz y directa. En su Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel, definió “El arma de la crítica no puede, evidentemente, reemplazar la crítica por las armas, la fuerza material debe ser subvertida por la fuerza material; pero la teoría también deviene fuerza material en cuanto penetra en las masas.

La teoría es capaz de penetrar las masas cuando ella hace demostraciones ad hominen y hace demostraciones ad hominen cuando deviene radical. Ser radical es tomar las cosas por la raíz. Y la raíz, para el hombre, es el hombre mismo.” Ad hominen en latín, como acostumbraba usar Marx, significa hacia los sentimientos humanos, entonces, genial, al fin, Carlitos defendía que la crítica tocara el corazón de las personas (entendido este órgano como receptáculo de sentimientos) y no solo el cerebro.

Cuando dirigía La gaceta del Rin Carlos le comentaba a Ruge: “Detrás de todo esto hay una aterradora dosis de vanidad, incapaz de comprender que, para salvar un órgano político, se pueden sacrificar, sin gran pérdida a unos cuantos fanfarrones berlineses que no piensan más que en sus chismes personales.

Ya puede usted imaginarse lo irritado que estaré y los términos, bastante duros en que habré contestado a Meyen, sabiendo como estamos aquí, teniendo que soportar desde por la mañana hasta por la noche los tormentos más terribles de la censura, avisos ministeriales, quejas de autoridades, protestas de la Dieta, los lamentos de los accionistas, etcétera, etcétera, y que si sigo en este puesto es porque considero un deber estorbar la realización de las intenciones del Poder, en la parte que a mí me toca.”

Meyen pertenecía a los jóvenes hegelianos que estaban en contradicción con Marx.Y cuando lo botaron de La gaceta del Rin escribió también a Ruge: Durante este período de agonía, en capilla ya, tenemos doble censura. Nuestro censor, un hombre honorable, está bajo la censura de Von Gerlach, presidente del gobierno del Rin, un mentecato sin más virtud que la obediencia pasiva; una vez compuesto el periódico, hay que presentárselo a la nariz policíaca para que lo huela, y si ventea en él algo que no parezca cristiano o prusiano, el periódico no sale a la calle.”

8- Si por dedicar sus estudios a los problemas de las grandes mayorías, dejando los asuntos individuales en otro plano (para no pocos estudiosos tal hecho es causa esencial del auge del existencialismo a principios del siglo XX), Marx tuvo al hombre también en el centro de sus reflexiones. Cuando tenía entre 24 y 25 años en sus Manuscritos Económicos y Filosóficos de 1844, esbozó este interesante criterio: “Supongamos que el hombre sea hombre y que su relación con el mundo es humana: entonces sólo puedes cambiar amor por amor, confianza por confianza, etcétera.

Si quieres disfrutar del arte, debes ser una persona artísticamente cultivada; si quieres ejercer influencia sobre los demás, debes ser una persona que produzca efectos estimulantes e incitantes en la gente. Cada una de sus relaciones con el hombre y con la naturaleza debe ser una expresión específica, que corresponda al objeto de tu voluntad, de tu verdadera vida individual. Si amas sin que tu amor sea correspondido, es decir, si tu amor en cuanto a tal no produce el amor recíproco; si a través de una expresión viva de ti mismo en cuanto a amante, no te haces una persona amada, entonces tu amor es impotente: es una desdicha.”
      
La trascendencia de Carlos Marx (cumplirá 200 años el 5 de mayo de 2018) y de El capital que llegó a150 en septiembre pasado, es inconmensurable. En lo personal confieso que me acerco a los procesos que ha vivido (y vive) Cuba de una manera consciente, gracias a Carlitos y a uno de sus más grandes discípulos, Fidel. En algún momento se reconocerá su concepto de Revolución como uno de los aportes vitales a las categorías marxistas.

Me permito un viaje en el tiempo: con la caída de Napoleón en 1814 las fuerzas conservadoras feudales pensaban que el régimen burgués había fenecido. Nada más lejano a la realidad, su semilla estaba viva y luego de la restauración  monárquica de Luis XVIII, a quien le siguió Carlos X, para terminar en Luis Felipe en 1848, hubo un estallido revolucionario que depuso al Rey hasta hoy. La burguesía ganaba porque era mejor que el feudalismo y le había llegado su turno.

Fueron sólo 34 años, una vida para un ser humano, un destello apenas perceptible en la historia humana. Ese lapso fue un retroceso, pero en la vuelta en espiral a partir del 48 el capitalismo (que ya existía) se afianzó no sólo en Francia, sino en toda Europa y más allá del Atlántico. Pongo este ejemplo porque no sé si lo que vendrá después del capitalismo será comunismo o socialismo, el nombre no me importa. Lo que sé que el capitalismo no puede ser al fin de la sociedad humana, con toda su carga de odio, quizás sea el final por una explosión nuclear de dimensiones colosales, pero de lo contrario la izquierda volverá a tener la fuerza que necesita para devenir rabo de nube que borre un sistema opresor per se.

Y aquí lo dejo Víctor. Estas líneas son sólo una provocación. Porque el marxismo, gracias a su concepción primigenia del judío alemán y de Engels, no es inamovible, al contrario se enriquece con los aportes de estudiosos que hacen suyo ese bello deseo de “que el hombre sea hombre y que su relación con el mundo es humana: entonces sólo  puedes cambiar amor por amor”.



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