Por María Josefina Arce

La visita que recién concluyeron a La Habana congresistas norteamericanos volvió a evidenciar que en cuanto a Cuba, como en otros asuntos de política internacional, el presidente Donald Trump marcha en sentido contrario al mundo y a los deseos de gran parte de la sociedad estadounidense.

De hecho los legisladores calificaron de errónea la política hostil que desde su llegada a la Casa Blanca en enero de 2017 ha puesto en marcha Trump contra Cuba y que significa un retroceso en el camino hacia una normalización de las relaciones entre las dos naciones.

El anuncio en diciembre de 2014 por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro de un proceso de acercamiento dirigido a normalizar las relaciones entre La Habana y Washington, había permitido hasta el momento un intercambio de alto nivel y la firma de una veintena de acuerdos de cooperación.

Aunque estos convenios se mantienen, se ven seriamente afectados por las disposiciones del actual primer mandatario norteamericano encaminadas a recrudecer el bloqueo económico, comercial y financiero impuesto contra el pueblo cubano por más de medio siglo.

Un cerco ampliamente rechazado por la comunidad internacional. Recordemos que el pasado año en la Asamblea General de la ONU 191 países se pronunciaron sobre la necesidad de poner fin a una medida calificada de inhumana y genocida, pues cercena los más elementales derechos humanos como la salud y la educación.

Un cerco también criticado por la inmensa mayoría de los norteamericanos, quienes apoyan el acercamiento entre las dos naciones. Varias encuestas revelan que el 76% de los estadounidenses consultados apoya el proceso de normalización diplomática con Cuba, que de hecho es respaldado por 65% de los republicanos y 83% de los demócratas.

La continuidad de la cooperación se ve igualmente dañada por la retirada de diplomáticos estadounidenses de la Mayor de las Antillas y la expulsión de diplomáticos cubanos de Estados Unidos, utilizando como pretexto supuestos incidentes de salud sufridos por funcionarios norteamericanos en esta capital y calificados de ataques sónicos por sectores dispuestos a afectar las relaciones bilaterales.

En conferencia de prensa los congresistas cuestionaron estas unilaterales medidas, que dijeron están dictadas por la paranoia, al tiempo que se preguntaron cómo se va a mantener la cooperación médica, el intercambio estudiantil y los proyectos en agricultura.

Reconocieron que las autoridades cubanas no tienen la menor intención de dañar a los ciudadanos de Estados Unidos que visitan este país y como para reforzar esa consideración el senador por Vermont, Patrick Leahy, quien ha viajado en varias ocasiones a Cuba, vino en esta ocasión acompañado por su nieta de 13 años.

Los legisladores norteamericanos destacaron la cooperación del gobierno de la Mayor de las Antillas en la búsqueda de la verdad y aseguraron que no tuvieron temor de venir, porque saben que no existe peligro alguno.

Por demás, pudieron constatar en su encuentro con el presidente Raúl Castro, que catalogaron como franco y honesto, la disposición de Cuba, reiterada en numerosas ocasiones, de seguir adelante en el mejoramiento de los vínculos, pese a las actuales circunstancias.

Y es que se ha demostrado que los dos países, como ha enfatizado el presidente Raúl Castro, pueden cooperar y convivir civilizadamente, respetando sus diferencias y promoviendo todo aquello que beneficie a ambos pueblos.