Estados Unidos armados

Édité par Maite González Martínez
2020-09-09 07:14:15

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Estados Unidos vive sobre un barril de pólvora y con un presidente que gusta de arrojar chispas al aire cada día

Por: Guillermo Alvarado

Si la pandemia de covid-19 está poniendo de relieve las enormes desigualdades en Estados Unidos, la crisis social y política por el racismo y la violencia policial muestra una sociedad dividida, donde proliferan milicias armadas que encierran un potencial peligro.

Los supremacistas blancos vienen ejerciendo el terror desde hace mucho tiempo, cuando en 1865 se creó el tristemente célebre Ku Klux Klan, disuelto cinco años después y renacido en 1915, como la expresión más oscura de la xenofobia y el odio a los negros, que se extendió pronto hacia otras minorías.

A lo largo de los años el Klan conoció alzas y bajas, pero no cabe duda de que fue depositando semillas amargas a lo largo del territorio estadounidense, muchas de las cuales cayeron en tierra fértil y dieron lamentables frutos.

En 2017 se estima que había en ese país más de mil 300 organizaciones de extrema derecha, una cifra que se fue multiplicando al calor que les brinda el gobierno del presidente Donald Trump.

El problema es que no se trata de grupos de debate político o social, sino de milicias armadas dispuestas a ejecutar cualquier acto de violencia.

Kyle Rittenhause, el adolescente que mató con un fusil a dos manifestantes e hirió a otro en Kenosha, Wisconsin, es miembro de una de esas bandas.

 Isaac Newton advirtió en su tercera ley de la física mecánica: a toda acción corresponde siempre una reacción y resulta que las víctimas habituales del racismo comenzaron a despertar, como había ocurrido en los años 60 del siglo pasado con Las Panteras Negras, solo que ahora con más ira, que política.

Así surgieron las milicias denominadas “Not fucking around Coalition”, es decir “Coalición No estamos fastidiando” en su traducción menos grosera, un grupo de autodefensa integrado totalmente por ciudadanos negros con una estricta disciplina militar.

De hecho, muchos de sus miembros, hombres y mujeres, sirvieron en el ejército y varios de ellos tienen experiencia de combate.

Igual que los supremacistas blancos, reivindican la Segunda Enmienda de la Constitución, que les permite comprar armas de grueso calibre, así como pertrechos militares y portarlos en las calles.

Han desfilado en varias ocasiones en formación cerrada, listos como para ir a la guerra. Su líder, John Fitzgerald Johnson, quien se hace llamar el Gran Maestro Jay, fue candidato independiente a las elecciones presidenciales de 2016 y proclama una membresía de unos tres mil 500 individuos.

No son los únicos, aunque quizás si los más visibles en Estados Unidos, país que vive sobre un barril de pólvora y con un presidente que gusta de arrojar chispas al aire cada día.



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