La nueva Nicaragua

Édité par Martha Ríos
2017-07-19 13:26:52

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Imagen de Archivo

Por Sergio Alejandro Gómez

El terremoto de 1972 redujo a escombros la ciudad de Managua. Pero la Catedral antigua, como los buenos boxeadores, se mantuvo en pie. Aún hoy es posible ver las grietas en sus columnas y el alcance de la destrucción en las dos torres frontales, pero la resistencia del edificio es un recordatorio del carácter nicaragüense.

Codiciado por los filibusteros e invadido por los marines estadounidenses en varias ocasiones a comienzos del siglo pasado, el país centroamericano ha conocido pocos momentos de tranquilidad.

"Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta", cuentan que dijo Roosevelt cuando lo cuestionaron por su respaldo al régimen que traicionó la causa de Augusto César Sandino y asesinó a decenas de miles de personas hasta su derrocamiento.

La revolución inició programas de alfabetización, entregó tierras, reformó la Policía y el Ejército. Los jóvenes guerrilleros sandinistas, con un amplio respaldo popular y la solidaridad de países como Cuba,  cambiaron el rostro de Nicaragua en poco tiempo.

Los estadounidenses, en cambio, utilizaron todos los medios posibles para socavar la frágil economía del país y crearon una oposición armada, lo que desembocó en la guerra civil. Cuando la Casa Blanca se vio limitada por el Congreso para el financiamiento de sus operaciones encubiertas en Nicaragua, se involucraron en el escándalo del Irán-Contra. Vendían armas  a la nación persa (que les estaba prohibido) y utilizaban ese dinero para pagar a sus mercenarios en Centroamérica.

En medio del conflicto civil y la intervención norteamericana, las elecciones de 1990 fueron adversas para el sandinismo, que pasó a la oposición. Durante 16 años de gobiernos neoliberales aumentó la brecha entre ricos y pobres y se hizo poco por lograr una estabilidad social en el país.

EL MILAGRO NICA

La victoria electoral en los comicios del 2006 puso al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), con el Comandante Daniel Ortega al frente, de nuevo al mando de los destinos de Nicaragua, pero en una etapa histórica distinta.

Los resultados del modelo de reconciliación nacional, paz y unidad que se lleva a cabo desde entonces no son solo reconocidos por la inmensa mayoría de los ciudadanos e importantes organismos internacionales, sino que se ven y respiran en el ambiente de una nueva Nicaragua.

Las orillas del lago Xolotlán, que hasta hace algunos años eran el vertedero público de la ciudad, se han convertido en un paseo urbano y se han llenado de parques de diversiones para los niños.

El programa de tratamiento de agua del lago comenzó en el año 2009 y ya han desaparecido los malos olores del pasado y las amenazas a la salud para los habitantes de la ciudad.

Según especialistas, si se evita que lleguen nuevas aguas residuales y se continúa con el tratamiento, será posible bañarse en el Xolotlán sin riesgos en 20 años.

La preocupación por el medio ambiente es una de las banderas del gobierno sandinista. En los márgenes del Cocibolca, el mayor espejo de agua del país, se erigen más de una veintena de generadores eólicos de última tecnología que producen energía suficiente para 160 000 hogares.

El departamento de Rivas es una de las zonas de viento más privilegiadas del mundo y el plan es duplicar la producción. También hay condiciones para desarrollar la biomasa, la energía geotérmica, hidráulica y solar.

En Puerto Sandino, en el centro-occidente del país, se instaló recientemente una planta solar con  46 000 módulos fotovoltaicos de 12,5 MW que es la mayor de las tres con que cuenta el país hasta el momento.

Nueve de cada diez nicaragüenses tienen hoy acceso a la electricidad, en comparación con los cinco de cada diez que disfrutaban del servicio en el 2005.

El sandinismo recibió en el 2007 un sistema de producción eléctrica colapsado, de apenas 500 MW y dependiente del petróleo. En la actualidad, más del 53 % de la matriz energética es por generación limpia y la esperanza es alcanzar el 90 % en la próxima década.

A orillas del lago Cocibolca, el mayor de Nicaragua, se levantan decenas de generadores eólicos. Foto: del autor

La economía en general no ha parado de crecer en los últimos años a un promedio que ronda el 5 % del PIB, uno de los más altos de la región y solo superado por Panamá.

El crecimiento se ha revertido en beneficio de las mayorías gracias a amplios programas sociales del gobierno, que llegan a las poblaciones más vulnerables.

Hambre Cero permite adquirir animales de granja para iniciar un emprendimiento en zonas rurales. Las mujeres que mantienen sus familias son priorizadas. El programa entró este año en una etapa superior al cambiar la gratuidad por un sistema de préstamo que garantiza la autosuficiencia de los beneficiados.

El Plan Techo, entretanto, ha mejorado las condiciones de vida de cientos de miles de personas, muchas de ellas afectadas por desastres naturales, y Usura Cero aporta créditos con intereses justos para las pequeñas y medianas empresas.

Según un informe del Banco Mundial, en el año 2005 el 46 % de la población nicaragüense vivía en la pobreza y un 15 % en la extrema pobreza. Durante los últimos años de gobierno sandinista las cifras se han reducido casi a la mitad, con un 24,9 % en la pobreza y el 6,9 % en la extrema pobreza.

El país también posee uno de los mejores índices de seguridad ciudadana de América Latina y el Caribe, a pesar de que algunos de sus vecinos tienen los mayores índices de violencia del mundo.

CONFIANZA EN EL PROGRESO

En las elecciones de noviembre del año pasado, el FSLN se alzó con un triunfo contundente. El presidente Daniel Ortega y su fórmula vicepresidencial, la compañera Rosario Murillo, obtuvieron el 72 % de los votos.

La vieja partidocracia liberal y conservadora no se recupera del descrédito por su gestión entre 1990 y el 2006. Una encuesta reciente de la firma  M&R Consultores confirma sus peores temores.

La fórmula de Daniel y Rosario tiene índices de aprobación superiores al 70 %. El sondeo reflejó, además, que el 77,1 % de los nicaragüenses considera que el gobierno sandinista genera esperanza, mientras el 77,4 % estima que  conduce al país por el camino correcto y el 82,1 % que propicia la unidad y reconciliación.

A las puertas de las elecciones municipales de noviembre próximo, el FSLN se mantiene como el partido de mayor aceptación con el 56,8 % frente a un 38,3 % que refirió no congeniar con ninguna agrupación política y solo un 4,9 % con los de oposición.

Nicaragua, como su Catedral, no solo ha resistido la violencia de su tierra rica en volcanes y lagos, sino una historia  de opresión, guerra y neoliberalismo, para retomar la senda del progreso bajo la guía sandinista.

(Tomado del periódico Granma)

 



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