San Juan, 14 sep (RHC) La afirmación del presidente Donald Trump de que la respuesta del gobierno federal al huracán María "fue un éxito increíble”, no fue bien recibida en Puerto Rico, en donde los isleños todavía pasan apuros para recuperarse del huracán hace un año.
“¿Según Trump la respuesta federal en Puerto Rico fue un éxito?”, cuestionó la alcaldesa de San Juan Carmen Cruz en una serie de tuits. “Si cree que la muerte de 3.000 personas es un éxito, que Dios nos ayude a todos”.
“Sentí indignación”, dijo Gloria Rosado, profesora universitaria de 62 años que vio por televisión la conferencia de prensa del mandatario la tarde del martes desde San Juan, y todavía estaba enfurecida un día después. “Inmediatamente me vino la imagen de mi esposo muerto... y las vidas que se perdieron”.
El esposo de Rosado, quien fue hospitalizado por complicaciones respiratorias y renales y, finalmente, tuvo un paro cardiaco, fue una de las 2.975 personas que se calcula que murieron como consecuencia del paso de María cuando los recursos médicos estaban exigidos más allá de su límite.
Para muchos, que Trump se jactara de que “fue uno de los mejores trabajos que se han hecho” es difícil de cuadrar con su realidad diaria: los apagones todavía son frecuentes, casi 60 mil viviendas sólo están cubiertas con techos improvisados incapaces de soportar un huracán categoría 1, y 13% de los municipios carecen de un servicio estable de teléfono o internet.
Eso reencendió un añejo conflicto entre la alcaldesa y Trump, quien le respondió diciendo que era “totalmente incompetente” y dijo que la labor del gobierno federal en Puerto Rico “fue una tarea magnífica que ha sido menospreciada”.
Un reporte de julio de Agencia Federal para el Manejo de Emergencias de Estados Unidos (FEMA), señaló varias fallas en su respuesta, incluido que subestimó la cantidad de agua y alimentos necesarios después de la tormenta y que no fueron suficientes trabajadores de asistencia hispanoparlantes a la isla.
La agencia también mencionó los retos que posiblemente estuvieron más allá de su control, como la mera fuerza de la tormenta y las dificultades logísticas de llegar a la isla caribeña a más de 1.600 kilómetros (1.000 millas) de Estados Unidos continental.
Y muchos residentes dicen que los funcionarios locales también tienen parte de la culpa. El gobierno de Puerto Rico ha reconocido que sus planes de emergencia estaban diseñados para un huracán categoría 1, y que cometió fallas al tratar de seguir esos planes.
Ramón Ruiz, un comerciante de 56 años cuyo padre murió por problemas cardiacos el Día de Acción de Gracias tras haber resistido el paso del huracán solo en casa, recargado contra la puerta para evitar que se viniera abajo, está entre quienes dicen que tanto las autoridades locales como federales fueron lentos en su respuesta.
“Si no fuera por las iglesias y las instituciones privadas, nosotros realmente no hubiésemos recibido ayuda de nadie”, dijo Ruiz. “Nos están tratando como ciudadanos de segunda categoría... Si fuera otro estado, hubiese sido mucho más rápido”.
Poco después de que María golpeara la isla, Trump vistió Puerto Rico y fue muy criticado por arrojar toallas de papel a las víctimas de la tormenta en una forma que fue considerada insensible dada la magnitud del desastre.
Sus más recientes comentarios otra vez sacaron a la luz aquellos sentimientos.
“Ignoro sus comentarios porque ninguno de ellos hace sentido”, dijo Michelle Cruz, una empleada de aerolínea de 48 años cuya madre murió en diciembre de septicemia tras contraer una infección en un hospital durante una cirugía después de María. “Me molesta y duele, pero no le pongo atención”.