Por Paquita Armas Fonseca/Especial para Cubasí
La Habana, 29 ene (RHC) El comedor-sala de reuniones de El Caimán Barbudo se llenó sobre las dos de una tarde de los años 80. Llegaba puntual a un encuentro entre saurios, Armando Hart Dávalos, entonces Ministro de Cultura, lo era desde 1975. No recuerdo la fecha, pero si parte de su intenso diálogo con todos nosotros.
Otro día fui con Jorge Oliver Medina a su casa a debatir, por supuesto de cultura y prensa, pero lo que más recuerdo es una invitación que me hizo a su oficina: acabábamos de publicar un caimán calentito (ya yo era la directora) y asistí con un poco de recelo. Un viceministro me había llamado porque… si el tono de un texto no era el mejor.
Me senté frente a Hart, bebimos sendos sorbos de café y él comenzó a hablar, más que de mi revista (de la que él se sentía colaborador, y lo había expresado) de la prensa, el ejercicio de la crítica y la responsabilidad al hacerlo. Yo le comenté algunos de los fragmentos que recordaba de su visión del periodismo, expresados en plenos de la Unión de Periodistas de Cuba, UPEC y fueron recogidos en uno u otro folleto.
Como si fuera ahora, evoco su hablar con la z, y su sonrisa “defender la crítica es esencial pero cuando le toca a uno…”. Lo admitió como ministro, pero desde ese cargo jamás sentí presión alguna sobre lo que publicábamos.
Pero mi primer recuerdo de Hart no es el relacionado con el Caimán, sino de cuando cubrí como periodista del ¡Ahora! una reunión resumen, luego de una visita a la entonces región de Holguín. Él era el primer secretario del Partido en la provincia de Oriente, antes que a mediados de los años setenta ese complejo territorio se multiplicara en cinco. Yo apenas tomé nota, me puse a escucharlo y todo me pareció tan lúcido que me preguntaba ¿por qué no se hacen así las cosas?.
Entonces no había pasado una década de que (como alumna “abelardita”), estudiando en la Secundaria Básica José Martí, vanguardia nacional, una suerte de óvulo de lo que serían las vocacionales, estuve entre los que le dieron la bienvenida al Ministro de Educación, cargo que ocupó hasta el 1965 si no está mal la cronología que he encontrado. Precisamente, desde ese cargo dirigió el empeño cultural más trascendente de la Revolución Cubana: la campaña de alfabetización.
Era el ministro más joven y aglutinó en su alrededor pedagogos con experiencia, dispuestos a conseguir que el pueblo cubano librara con éxito una guerra contra la ignorancia. Hart salió airoso de la prueba, pasó a trabajar en la organización del partido.
Después, en 1976 fue el Ministro de Cultura, en un momento que se necesitaba en el organismo recién creado la mesura del organizador, y la cultura del cuadro de dirección, que podría discutir con intelectuales de todas las tendencias.
En 1996 en la Unión Nacional de Escritores de Cuba, UNEAC, se le rindió un homenaje al hombre que había logrado sacar al movimiento intelectual del quinquenio gris. Hubo dos intervenciones que se grabaron en mi memoria, una de de Miguel Barnet: “estábamos en túnel y Hart puso su mano y nos ayudó a salir”, o Pablo Armando Fernández, al que se le humedecieron esos ojos tan azules como nuestro cielo, cuando dijo que “Hart había sido la luz para desbrozar un camino sembrado con malas hierbas”. Había muchos más intelectuales, la sala Rubén Martínez Villena estaba a puto de estallar por los múltiples aplausos que se ofrecieron a un hombre que no sólo organizó un ministerio sino que fue un sanador.
Dejó ese otro hijo en manos de uno de sus discípulos el escritor Abel Prieto, y desde esa fecha, hasta hoy dirige la Oficina del Programa Martiano y es presidente de la Sociedad Cultural José Martí.
Entre otros títulos este servidor público por antonomasia, tiene publicados: Del trabajo cultural (1970), Cambiar las reglas del juego (1983), Cultura en Revolución (1990), Cubanía, cultura y política (1993), Perfiles (1995), Una pelea cubana contra viejos y nuevos demonios (1995), Hacia una dimensión cultural del desarrollo (1996), Cultura para el desarrollo, el desafío del siglo XXI (2001) y Ética, cultura y política (2001).
Ha merecido entre otros reconocimientos : las Ordenes José Martí y Félix Varela de Primer Grado, la condición de Doctor Honoris Causa de las universidades de Soka Gakkai, (Japón), de Oriente, de La Habana, de Simón Bolívar, de Barranquilla, Colombia, y de la José Martí de Latinoamérica en Monterrey, México; las Medalla Raúl Roa García, otorgada por el Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, y de la UNESCO por el bicentenario del nacimiento de Simón Bolívar; es Miembro de honor de la Unión Nacional de Juristas de Cuba y de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba.
A esos justos reconocimientos se une que la Feria Internacional del Libro de La Habana 2017, en su edición 26, le estará dedicada.
El 14 de febrero en Casa de las Américas, tendrá lugar el Panel central de homenaje de la Feria, organizado por el Ministerio de Cultura y el Instituto Cubano del Libro; el 11 en el Centro de Estudios Martianos se presentará una multimedia sobre la vida y la obra del Dr. Hart; habrá una historieta Armando Hart: Una vida, un sueño, de Enrique Lacoste que fue realizada por la Editorial Abril, y se presentarán varios libros que son compilaciones realizados por la Dra Eloísa Carreras, entre las que se encuentran Cuba, una Cultura de liberación, selección de escritos; Fe, trazos en mi memoria y Cuando me hice fidelista.
En el memorial José Martí se inaugurará la exposición fotográfica Pasión por Cuba con curaduría de Roberto Chile y las palabras de Abel Prieto en su catálogo.
Es un amplio programa, por lo que los agradecidos de la obra de Hart, podrán participar en diversas propuestas que hablan de un hombre con muchas pasiones, pero una descomunal: Cuba.