El Benny: su legado musical nos acompaña

Editado por Maite González Martínez
2020-08-24 10:32:54

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Por: Guadalupe Yaujar Díaz

Bartolomé Maximiliano Moré Gutiérrez, Benny Moré “El Bárbaro del Ritmo” es recordado ese lunes en Cuba a 101 años de su nacimiento en la central ciudad cubana de Santa Isabel de las Lajas.

Poseía las condiciones innatas de un genio y una fluida voz de tenor. No conocía de música, pero tenía dominio absoluto de las combinaciones armónicas y formas musicales.

Lo que cantara el Benny, prácticamente no lo podía cantar nadie más. Se colocó en el cenit de la cultura cubana del siglo XX, y su legado en el pentagrama musical nos acompaña.

Quizás, estaba predestinado a la grandeza por sus antepasados familiares. Su apellido Moré provenía de Ta Ramón Gundo Moré (esclavo del Conde Moré), quien, según la tradición de los congos, fue su primer rey en Santa Isabel.

De ahí la influencia determinante para su futura carrera como músico; con ellos no solo aprendió a tocar el insundi, los tambores de yuka, los de Makuta y Bembé, invocadores de deidades (Orishas), con los cuales cantaba y bailaba a la perfección, sino también a interpretar el son, la guaracha y la rumba.

Con apenas 20 años de edad, en 1940 Benny se despidió de su madre en el hotel Ritz, del central Vertientes, donde ella trabajaba, y viajó sin recursos económicos a La Habana.

Inició un peregrinar por las calles habaneras, que duró casi cuatro largos años; con su guitarra, deambuló por cafés, bares y hoteles, y actuó también para turistas en los muelles de la zona más antigua de la urbe.

En una de sus correrías, Siro Rodríguez, integrante del famoso Trío Matamoros, lo escuchó cantar en el bar del restaurante El Templete, de la Avenida del Puerto, y quedó muy impresionado por la voz y afinación del joven.

Con Matamoros, actuó en México; el grupo retorna a La Habana, pero sin Bartolomé, quien decide probar fortuna, individualmente, en la nación azteca.

Al comunicarle su decisión a Matamoros, este le respondió: “Está muy bien, pero tienes que cambiarte el nombre de Bartolo, que es muy feo. Con él no vas a ir a ninguna parte”.

“Tiene usted razón: desde hoy me llamaré Benny, sí, Benny Moré”, le contestó.

Residió en la capital mexicana desde 1945 hasta finales de los años 50, cuando la nostalgia por su familia, amigos, la patria, y el deseo de obtener laureles en su Isla, donde consideraba que no era conocido lo suficiente, le hicieron regresar a su Lajas querida.

Había dejado atrás comodidades, satisfacciones materiales y espirituales, cuando era ya un triunfador.

En 1953, el Benny crea su Banda Gigante, jazz band, su querida “tribu” para divulgar la música cubana, y comienza la leyenda.

Con ella canta sus boleros, guarachas, sones montunos, en su estilo único y se sitúa en la cima de nuestros cantantes populares. Por la alta audiencia radial, la nueva orquesta de Benny Moré fue conocida de inmediato en toda Cuba, y no se hicieron esperar los contratos para amenizar bailes y verbenas.

Los años 1954 y 1955 marcan la gran popularidad de la orquesta de Benny Moré, y sus discos se venden en casi toda Latinoamérica.

En 1956 y 1957, realizó un periplo musical por países de América. Visita Venezuela, Jamaica, Haití, Colombia, Panamá, México y Estados Unidos, aclarando: “… yo voy, pero va mi orquesta…”, y presionaba para que su tribu lo acompañara.

Alternó esta gira de varios meses con actuaciones en la patria y presentaciones de radio, televisión, cabaret, bailes populares, entre otros escenarios.

Viajó a los Estados Unidos en 1957 y 1958 para presentarse en Los Ángeles y Nueva York. En Hollywood, amenizó la ceremonia de entrega de los Premios Oscar y se presentó en el cabaret Tropicana, Montmartre, en el Palladium de New York.

También actuó en carnavales de países latinoamericanos y en numerosos pueblos de Cuba.

Unió su voz junto a afamados cantantes, como el mexicano Pedro Vargas y el tenor venezolano Alfredo Sadel; alternó con artistas de gran renombre, como la legendaria vedette Yolanda Montes (Tongolele), la mexicana Toña la Negra, entre otras figuras relevantes del escenario internacional.

El Benny y sus interpretaciones trascendieron las fronteras nacionales, bajo la imagen que lo acompañó, con su bastón, sombrero y anchos pantalones, original y desinhibido, dirigiendo su “tribu”.

Su última actuación con la propia orquesta fue en el pueblo de Palmira, de la entonces provincia de Las Villas, el 16 de febrero de 1963.



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