La Habana, 31 de mar (RHC). Con la publicación, la próxima semana, del libro El cazador de historias, no queda ya ningún inédito del escritor y periodista uruguayo Eduardo Galeano (Montevideo, 1940-2015) guardado en el cajón.
Ese trabajo fue preparado por el propio escritor entre 2012 y 2014; sin embargo, su editorial de toda la vida, Siglo XXI, decidió retrasar su aparición en librerías debido a la enfermedad de Galeano, quien falleció el 13 de abril de 2015.
El núcleo de la obra es Molinos de tiempo y muestra a un autor que estaba muy incómodo con el mundo actual, el cual le parecía enloquecido y trastornado, explica en entrevista con La Jornada Carlos E. Díaz (Buenos Aires, 1974), editor de Galeano en Argentina.
“Uno de los ejes de El cazador de historias –añade– tiene que ver con mostrar y denunciar, pero no para indignarse. Se trata de una denuncia que abre los ojos, que obliga a mirar aquello que se tiene delante. Son reflexiones sobre la vida loca que llevamos, que habla de cómo nos castigamos, los horarios que tenemos, la intensidad, la hipercomunicación, el tráfico, esas cosas que están destruyendo al planeta, temas que obsesionaban a Eduardo.
Pero no están en clave de angustia ni son para leerlas y cortarse las venas o entrar en depresión; él registra las situaciones para hacer pensar o reír, pues tiene un manejo muy fino de la ironía, lo cual hace posible leer acerca de esas situaciones sin ponerse furioso.
Reflexiones sobre la muerte
Siguen tres secciones “que son totalmente atípicas de la obra de Galeano: eso es lo más llamativo. Eduardo jamás fue autorreferencial, odiaba hablar de sí mismo y cuando lo hacía era para tomarse el pelo o ridicularizarse.
“Pero aquí están Los cuentos cuentan historias, relatos que se generaron a partir de sus libros o sus cuentos, cosas alucinantes que le pasaron a él o a otras personas con base en sus historias. Sigue el apartado Prontuario, con relatos autobiográficos, de gran belleza, donde narra desde sus primeros viajes iniciáticos que hizo por América Latina, por ejemplo a Bolivia, hasta su relación con el escritor Juan Carlos Onetti o anécdotas de sus años en la escuela primaria.
“Y la sección final: Quise, quiero, quisiera, que es muy dura, pues son sus reflexiones sobre la muerte, aquellas que nunca te decía. Eduardo jamás contaba que estaba mal o si le dolía algo, nada. Odiaba hablar de las enfermedades, a lo sumo maldecía a los médicos.
Aquí hay un puñado de textos, algunos muy tiernos, otros conmovedores o desgarradores, sobre la muerte. Es muy interesante conocer qué pensaba, en un momento tan difícil como saber que se acerca el final, un tipo tan curtido como Eduardo, quien pasó situaciones tan difíciles y tan hermosas al mismo tiempo, porque fue una persona muy feliz.
El editor comenta que Galeano se involucraba siempre con pasión en la hechura de sus libros; “era muy detallista, hacía las viñetas, la diagramación, decidía si iba con recuadro o sólo el texto en la página en blanco; se metía en todo, con gusto.
“Hoy esa forma de ser también es atípica, que un autor abra las puertas de su casa, que invite a su editor a leer, a discutir, pero él era una persona muy segura de sí misma. No tenía ningún complejo, le podías decir que alguna historia quizá no cerraba del todo, o que había que cambiar el remate, se le podía comentar lo que se quisiera.
“Claro, las decisiones finales eran de él, pero le encantaba escuchar opiniones, lo valoraba mucho. Trabajamos en su casa durante todo el verano de 2014, fue una experiencia fantástica y Galeano decidió hasta la ilustración de la tapa, que es el monstruo de Buenos Aires, una imagen de 1714 del botánico y explorador francés Louis Feuillée, que encontró en un viaje a París.
“Al morir, Eduardo se encontraba trabajando en otro proyecto, tenía unas 30 historias. Al revisarlas vimos que había sintonía total entre ese material inconcluso y El cazador de historias, por lo que decidimos sumarlas a este último.”
La experiencia de fraguar un libro de la mano de Galeano hizo conocer a Díaz “un mundo que está desapareciendo. Un mundo de ideas, cultural, de idiosincrasias que están en crisis. Más allá de la relación personal, que fue hermosísima, hubo una relación muy estrecha con la editorial Siglo XXI. Toda su obra la publicó con nosotros, confiando ciegamente, incluso en los peores momentos de principios de los años 80 del siglo pasado. No se guiaba por criterios comerciales. Es un estilo que hoy no es fácil encontrar: él valoraba más las relaciones humanas.
Hay personas que tienen una imagen pública maravillosa, pero en la intimidad uno ve sus miserias o el divismo, o lo mala gente que se puede llegar a ser. Eduardo estaba muy lejos de eso, en la intimidad era tan bueno como lo veías en público; el trato con el equipo de la editorial, con las personas que se le acercaban cuando estaba en un restaurante, era de una gran generosidad.
El editor adelanta que se reimprimirán algunos de los primeros libros de Galeano, “pero eso lo haremos con calma, sin ningún apuro. Con la publicación de El cazador de historias el público tendrá a su disposición la totalidad de su obra, ya no hay nada guardado”.
El libro será presentado el sábado 23 abril a las 18 horas en el Centro Cultural Universitario (Insurgentes Sur 3000, Ciudad Universitaria), en la Fiesta del Libro y la Rosa que organiza la Universidad Nacional Autónoma de México con motivo del Día del Libro. Participarán Juan Villoro, Liliana Weinberg y Alfredo López Austin, una de las personas a las que está dedicado el libro.