La Habana, 19 Ago (JIT) Disparar flechas por cuarta vez en juegos olímpicos es la meta que inspira al santiaguero Juan Carlos Stevens. Miembro del equipo cubano desde hace 28 años, debutó bajo los cinco aros en Sídney 2000 y guarda el quinto lugar de Beijing 2008 como el mejor recuerdo en este largo andar.
Si el destino del planeta no se hubiera trastocado con la pandemia de la COVID-19, quizás hubiera cumplido su deseo en el campo de tiro dispuesto en Yumenoshima. Sin embargo, ni siquiera tuvo la oportunidad de clasificarse.
La cita para buscar boleto fue fijada para finales de marzo pasado y resultó de las primeras suspendidas por la pandemia en nuestro continente. A principios de 2021 debe concretarse ese paso.
Llegado a la arquería a los 18 años, una edad en que los caminos suelen estar bastante definidos, Stevens nunca tuvo claro que ese sería su futuro. Tres décadas después su nombre deviene referencia de esta disciplina en la Isla.
Medallista en disímiles torneos internacionales y citas centrocaribeñas y panamericanas; múltiple campeón nacional y dueño de varios récords locales, Stevens sabe de los sacrificios que acompañan al deporte de alto rendimiento. Tal vez por eso, piensa cada vez más en el retiro, aunque todavía no fije una fecha… Eso sí, tiene claro que fungirá como entrenador luego de disparar su última flecha.
Esa y otras confesiones formaron parte del diálogo con JIT en medio de la inactividad generada por la emergencia sanitaria.
Ahora que Tokio 2020 se alejó y ni siquiera está seguro… ¿Cómo recuerda Beijing y ese quinto lugar histórico?
Mi mayor recuerdo. Ir a unos juegos olímpicos es lo máximo. Desde que empiezas debes tener un alto nivel de concentración. La tensión fue tan grande que al final de la competencia sentí una relajación tal que “no sabía dónde estaba”… Pasé dos o tres días asimilando aquel resultado. Para mi deporte fue como una medalla.
¿Qué se necesita para llegar al nivel olímpico?
El nivel de sacrificio debe ser superior, mucho mayor que para otro tipo de competencia. La preparación más intensa, con más eventos y roce con la élite para poder adaptarte a lo que encontrarás.
¿Eso le sucedió previo a Beijing?
Tuve muchas competencias de alto nivel. Esa ha sido la mejor preparación de mi carrera, de ahí el resultado. Salía de una lid y al otro mes me iba a otra. Así sucedió hasta que llegué a los Juegos. Incluso luego seguí compitiendo.
“Chocar” con los rivales varias veces al año te da el nivel. De un evento a otro vas limando errores y eso rinde resultados. Pero si hoy tiras al máximo nivel y no vuelves a hacerlo hasta un año después, significa empezar de cero. Por mucha experiencia que tengas, no acumulas fogueo al máximo rango. Los mejores del mundo cumplen como mínimo siete u ocho presentaciones de ese tipo en cada temporada.
¿Y qué decir de los implementos?
El arco es como un carro. Sacan el del año y no esperan que se termine para anunciar el próximo… Cuando tienes uno con algún tiempo de fabricado podrás alcanzar cierto nivel y un resultado determinado, pero será difícil figurar entre los primeros. La tecnología se impone.
Aun así, me atrevo a asegurar que con este mismo implemento solo necesitaría más competencias para conseguir un buen rendimiento en Tokio. Estoy familiarizado con este arco, lo siento bien, aunque no sea el mejor.
¿Suple esa diferencia con algo especial?
Cuando llego a una competencia soy consciente de que estoy por debajo en el implemento, pero me imagino el mejor y sostengo que la tecnología no me limitará. La falta de fogueo influye más, pues el deporte es experiencia acumulada. Con más opciones en ese sentido tendríamos superiores resultados en el área.
Ha compartido con generaciones diferentes en el equipo nacional. Sus actuales compañeros podrían ser hasta sus hijos… ¿Cómo era ese día a día antes de la pandemia?
Muy buenas relaciones, me retroalimento de los jóvenes porque llegan con otros aires, con formas de pensar diferentes. Muchas veces me sumo a ellos. Sé que me ven como un ídolo y eso ayuda a compenetrarnos. Piden consejos sobre el deporte y otras cuestiones. También aprendo muchísimo.
¿Cuánto sacrificio ha implicado ser deportista de alto rendimiento?
El primero, separarse de la familia. Y para los que tenemos hijos, verlos poco y criarlos desde la distancia. Se trata de un esfuerzo impagable. A veces veo a mi gente cada seis meses. Los niños crecen de pronto y no estabas ahí. Cuando uno se dedica al alto rendimiento debe saber eso y contar con el apoyo familiar.
También dejas de hacer cosas propias de la juventud. Eliminé de mi vida las discotecas, trasnochar… Eso para un deportista está casi prohibido.
Solo se compensa con los resultados. Cuando logras algo bueno te sientes estimulado y comprendes que vale la pena el sacrificio.
Beijing ha sido lo mejor… ¿Y lo peor?
En 2005 falleció mi padre y poco después asistí a una competencia en que ni recuerdo el lugar alcanzado… Mi mente estaba fuera de aquello. Pensé que ese era el momento de retirarme. Hablé con los entrenadores y me dijeron que no, que solo estaba atravesando por una etapa difícil. Seguí el consejo y luego vinieron los mejores resultados.
¿Ha vuelto a pensar en el retiro?
Sí, pero sin definir cómo, ni cuándo. Mi rendimiento todavía está bien, llego a los eventos y hago marca. No obstante, ya son muchos años dedicados al deporte y estoy pensando un poco más en el adiós.
¿Entonces lo importante ahora es el sueño de Tokio?
Tengo más motivación para ir a los Juegos Olímpicos de Tokio. Siempre hay posibilidades, estoy cargado positivamente para lograrlo.