Washington, 14 feb (RHC) Trump y sus colaboradores se han apresurado a eliminar del gobierno a quienes reprochan su falta de lealtad, empezando por los colaboradores del exfiscal especial Robert Mueller, quien investigó la injerencia rusa en la elección de 2016.
En la semana desde su absolución en el juicio político, un envalentonado presidente Donald Trump se muestra resuelto a controlar el gobierno con mano de hierro al presionar al Departamento de Justicia para que aligere la condena de un viejo amigo y usar sus poderes para vengarse de enemigos tanto reales como percibidos.
Trump ha dicho últimamente a sus confidentes que se siente vindicado y fortalecido por su absolución en el Senado, convencido de que los republicanos lo respaldan de una manera sin precedentes y que los votantes están asqueados por el proceso político. Eso dijeron cuatro funcionarios de la Casa Blanca y republicanos allegados al presidente que hablaron bajo la condición de anonimato por no estar autorizados a revelar conversaciones privadas.
Desde entonces, Trump y sus colaboradores se han apresurado a eliminar del gobierno a quienes reprochan su falta de lealtad, empezando por los colaboradores del exfiscal especial Robert Mueller, quien investigó la injerencia rusa en la elección de 2016.
Demócratas y analistas independientes alertan que Trump está demostrando una sed de venganza que va más allá de esquivar las normas y podría causar daños perdurables a las instituciones.
Senadores republicanos como Lamar Alexander, de Tennessee; Susan Collins, de Maine, y Lisa Murkowski, de Alaska, dijeron que el esfuerzo de Trump por presionar al presidente ucraniano Volodymyr Zelenskiy fue inapropiado, pero expresaron la esperanza de que Trump aprendiera la lección del juicio político.
Murkowski reconoció el miércoles que “no ha habido indicios demasiado claros esta semana de que haya” aprendido.
(AP)