Buenos Aires, 14 abr (RHC) En medio de la pandemia, las y los activistas de derechos humanos, que son el respaldo generacional de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, recordaron de manera virtual un aniversario emblemático.
Las organizaciones de derechos humanos Abuelas de Plaza de Mayo, Madres de Plaza de Mayo e HIJOS realizan un acto en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), el centro de detención clandestino, más emblemático de Argentina durante la dictadura, en Buenos Aires el 9 de enero de 2016.
En su mayoría eran hijos de desaparecidos. No sabían en dónde estaban sus padres, qué les habían hecho los represores. Pero también había hijos de expresos políticos secuestrados y torturados. Sobrevivientes. O hijos de argentinos que, previas amenazas de muerte, padecieron angustiantes exilios.
Una tarde de mediados de abril de 1995, decidieron organizarse. Convocaron a un campamento en Córdoba y ahí crearon HIJOS, el acrónimo de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio. A partir de entonces, los jóvenes veinteañeros canalizaron su energía militante en la defensa de los derechos humanos, con la lucha por la memoria, la verdad y la justicia como principal objetivo.
Cuando se reunieron en Córdoba, hacía ya 12 años que había terminado la dictadura que gobernó al país de 1976 a 1983; el Proceso de Reorganización Nacional, eufemismo utilizado por los represores para denominar a un régimen que dejó un saldo de 30.000 desaparecidos y cientos de niños nacidos y robados en los centros clandestinos de detención. Y a una sociedad herida.
La justicia tardaba. En 1985, el gobierno de Raúl Alfonsín había impulsado los históricos juicios a las Juntas Militares. Solo fueron juzgados los nueve jefes máximos de los siete años de dictadura. Jorge Rafael Videla, Emilio Massera, Roberto Eduardo Viola, Armando Lambruschini y Orlando Ramón Agosti terminaron condenados; Omar Graffigna, Leopoldo Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya quedaron absueltos.
En ese escenario de impunidad, los jóvenes que en su mayoría habían vivido sus infancias en el marco represivo de un gobierno militar se rebelaron y comenzaron a actuar. Su aparición pública y organizada les dio un respiro a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, las organizaciones de mujeres nacidas en los años más duros de la dictadura para reclamar por la aparición con vida de sus hijos y nietos. En los 90, con la justicia todavía lejana en el horizonte, estas señoras temían por la continuidad de la lucha. Entonces llegaron los HIJOS.
Uno de sus principales aportes fueron los "escraches". Los jóvenes se organizaban en grupos para acudir a las casas de los represores, para denunciar con parlantes en mano que ahí vivían criminales que habían cometido multitud de vejaciones. Ya que no había justicia, por lo menos se generaba un repudio social. Nada de resignación y silencio ante la impunidad.
Los HIJOS, con una dirección horizontal que todavía mantiene, se sumaron a las masivas marchas del 24 de marzo, aniversario del golpe, y a toda actividad vinculada con la defensa de los derechos humanos. Adquirieron protagonismo y personalidad propia dentro de una lucha colectiva.
Fuente: Rusia Today